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Opinión

La derecha y la cultura de la violación

Por: Nataly Campusano Díaz | Publicado: 21.06.2017
La “ocurrencia” de Piñera no es novedad y por lo mismo deberíamos poner en duda la sinceridad de sus disculpas. Como siempre, vale la pena hacer memoria. Siendo presidente, Sebastián Piñera ya había tenido un par de “salidas” de este tipo.

Piñera ha salido en los medios no vinculado a transacciones de dudosa legalidad ni a algún ex ministro imputado por corrupción, sino por un chiste machista que contó en el contexto de su gira de campaña por la presidencia del país.

Al momento del cierre de su acto en Linares, Piñera dice que le han sugerido un juego en el que “todas las mujeres se tiran al suelo y se hacen las muertas y todos los hombres nos tiramos encima y nos hacemos los vivos”.

La “ocurrencia” de Piñera no es novedad y por lo mismo deberíamos poner en duda la sinceridad de sus disculpas. Como siempre, vale la pena hacer memoria. Siendo presidente, Sebastián Piñera ya había tenido un par de “salidas” de este tipo. Es una que en realidad son dos, pues en 2011 habría repetido en dos ocasiones el siguiente chiste:

¿Sabe usted cuál es la diferencia entre un político y una dama?. Cuando el político dice que ‘sí’ quiere decir ‘tal vez’, cuando dice ‘tal vez’ quiere decir que ‘no’ y cuando dice que ‘no’, no es político. Cuando una dama dice que ‘no’ quiere decir ‘tal vez’, cuando dice ‘tal vez’ quiere decir que ‘sí’, cuando dice que ‘sí’ no es dama».

En esa ocasión, su ministra del SERNAM Carolina Schmidt escribió por twitter que la broma no le había gustado. Ese fue el juicio sobre el peculiar sentido del humor del mandatario.

La cuestión claramente no se trata de si te gusta o no, si tu sentido del humor es sensible a ese género de chistes, o no. El gusto es en este caso una cuestión irrelevante. Se trata de lo que refleja una broma de ese tipo. Nos gustaría ir más allá del mero hecho, de suyo grave, del uso reiterado del humor machista por parte del candidato. Queremos detenernos sobre el contenido de esos chistes. El de 2011 revela una concepción de la política basada en el engaño: lo que hace al político ser tal, es su capacidad de mentir. Lo gracioso del relato proviene de la comparación que se hace con lo que, desde la perspectiva del político/varón, es una dama. Una “verdadera” dama debe esconder sus intenciones, no manifestar su deseo, de lo contrario no será vista como una dama, no será respetable. A este segundo término de la analogía, la verdadera dama, puede dársele también otra vuelta: el saber que una dama siempre oculta sus intenciones, habilita al varón para interpretar sus negativas como consentimientos velados. A esa seguridad de que el varón puede leer mejor que la mujer misma su deseo y por ende, adelantarse a su consentimiento, que ya es una noción bien compleja, le llamamos la cultura de la violación. En el chiste del 2011 conviven la idea de la política como engaño, el intento de someter el deseo de la mujer a un ideal de castidad y la cultura de la violación. Como podemos ver, el chiste da mucho de sí y dice mucho de la forma en que se entiende la política desde la derecha. El chiste de 2017 reitera la predilección de Piñera por la violación como tópico para formular chistes.

Esta predilección por la violación como tópico no es casual. Recordemos que la derecha se opone a que las mujeres puedan abortar en caso de violación, incluso en caso de que su propia vida esté en riesgo. El que las mujeres se hagan las muertas parece ser lo más útil para la política de la derecha. Recordemos que buena parte de la derecha justificó la violación del orden político y la violación de los derechos humanos, como medios para lograr el gran “milagro” económico chileno.

La política como engaño y la institución de la violación como medio para conseguir ciertos fines, no es algo casual, por eso detrás de este nuevo chiste machista de Piñera hay mucho más que mera insensibilidad, hay una forma de entender las relaciones de poder como relaciones articuladas desde el engaño y la dominación. Las disculpas en este contexto, no significan nada.

Nataly Campusano Díaz