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Opinión

El problema de la libre expresión

Por: Sigrid Pulgar | Publicado: 15.07.2017
La posibilidad de desconstruir que entrega el feminismo, como la acción de convivir e intercambiar conocimientos, vivencias y nuevas realidades con nuestros hermanos inmigrantes y nuestros pueblos originarios, nos permitirá descubrir de manera cercana y simple, en el día a día, que existen otros mundos más allá de nuestras narices.

El Informe Especial sobre Libertad de Expresión 2016 informó que hay avances “notables” en la materia, pero que aún existiría una concentración en la propiedad de los medios y una falta de pluralismo en la información.

La Encuesta Casen 2015 revela que desde 1990 la escolaridad subió en 2 años. En cuanto al nivel de educación, se destaca que un 30,3% de la población de 25 años o más ha alcanzado la educación media completa y un 19,8% ha alcanzado la educación superior completa.

El recuento televisivo del 2016 indica que los programas más consumidos por los chilenos/as en la TV abierta son: las telenovelas, los programas de entretención, las noticias,(puntualmente “Ahora noticias Central”) y adicionalmente los partidos para las clasificatorias a Rusia 2018.

Para colmo, en 2016 sacaron Filosofía del plan común educacional y la trasladan a la asignatura de Formación Ciudadana. ¿Por qué «para colmo»? Porque en palabras de Carolina Beas, vocera de la Red de Profesores de Filosofía de Chile (Reprofich), la asignatura de filosofía permitía que la nueva generación de hombres y mujeres desarrollaran no sólo habilidades como el pensamiento crítico y la reflexión, sino también dialogo y reflexión sobre otras realidades y otras disciplinas.

Sumando y restando, desde mi punto de vista el problema no es la libre expresión, sino más bien: ¿qué tan preparados/as educacionalmente hablando estamos las y los chilenos para recepcionar, analizar, reflexionar y cuestionar ésa libre expresión? ¿Qué tan preparados estamos los chilenos para insertarnos en nuevas realidades sociales?

El problema no es la libertad de expresión, el problema son las herramientas que nos dan para acceder o avanzar en este nuevo Chile. Hoy al parecer esas herramientas son bastante débiles en lo formal e informal. Para hacerme entender: ideal sería que yo, aunque no pueda acceder al sistema educativo, al escuchar la radio, ver o escuchar televisión, o al leer o escuchar un periódico tuviera acceso a información objetiva y educativa, que me permitiera a corto o largo plazo consciente o inconscientemente desarrollar mi capacidad de análisis de mi propia realidad.

¿Perdón, dice usted objetiva y educativa? ¡Sí, educación y cultura! Son las dos herramientas que debemos fortalecer. “Un hombre y una mujer que no es informado no puede tener opinión” y, por tal, creerá todo lo que ve, todo lo que escucha. En tanto una mujer y hombre informado se permite cuestionar, tolerar, empatizar, y convivir en armonía. Pero por sobre todo se permite ampliar su visión del mundo.

Las acciones de cuestionar, dudar y reflexionar son necesarias en nuestro desarrollo humano. ¡Imaginen! Podríamos reflexionar sobre si es real esa frase que dice que “Lo que ocurre en Chile, sólo ocurre en Chile” o si los y las que marchan realmente nos representan; o si este es el Chile que yo quiero; o si es verdad que el feminismo es un movimiento social y político y no una moda.

Para mí, el problema de la libertad de expresión radica en que bajo el alero del concepto democracia abrimos las puertas para que todo ser humano se exprese en un país democrático, pero poco educado (según Casen 2015) y bajo ésa misma democracia se permite que ese ser humano haga uso y abuso de su buen derecho a la libre expresión y exprese sin tapujos su pensar y su sentir. Teniendo como receptores a gente sin las suficientes herramientas informativas y educativas para alcanzar un análisis y una reflexión critica, objetiva y seria.

Pero no pasa nada porque, para nuestra alegría, no todo está perdido. Chile tiene nuevas herramientas para abrirse al mundo y crecer por medio de la reflexión: el feminismo, los y las inmigrantes y nuestros pueblos originarios. La posibilidad de desconstruir que entrega el feminismo, como la acción de convivir e intercambiar conocimientos, vivencias y nuevas realidades con nuestros hermanos inmigrantes y nuestros pueblos originarios, nos permitirá descubrir de manera cercana y simple, en el día a día, que existen otros mundos más allá de nuestras narices.

Sigrid Pulgar