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Las mujeres hemos crecido sin nuestra historia

Por: Sigrid Pulgar | Publicado: 26.07.2017
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Debemos respetar nuestra historia, visibilizada y forjada de la mano del feminismo. Si hacemos el ejercicio de acceder a la lectura e instruirnos en este movimiento político y social, podremos conocer muchos hechos que explican nuestro presente.

¿Será correcto que las chilenas obtengamos ley de cuotas, hablemos de violencia de la mujer o afirmemos que Chile es machista?

Después de siglos de lucha feminista lo correcto sería no estar cuestionando aquello, pero lamentablemente tal situación cae en la normalidad. ¿Por qué? Porque las mujeres hemos crecido sin nuestra historia y, por tal, somos absolutamente analfabetas de nosotras mismas. Pecamos de creer que lo que ocurre hoy responde a causas de la realidad existente y ello nos lleva opinar desde un conocimiento limitado y androcéntrico.

Si nosotras conociéramos la historia de la mujer y las relaciones de género, primero que todo advertiríamos que los avances políticos e incluso conceptos como género, acciones positivas, derechos de la mujer, entre otros, existen y persisten gracias a la lucha de las mujeres, al movimiento feminista. Y si accediéramos a lectura feminista podríamos acceder de manera dirigida a conocimiento que nos permitiría entender el porqué debe existir una ley de cuotas, el porqué hablamos de violencia de la mujer, el porqué se dice que Chile es un país machista y despierta tanta sensibilidad decir que Chile no es “tan- tan” machista.

La lectura nos permitirá descubrir que nuestra situación de discriminación, subordinación y maltrato viene desde los tiempos de Grecia y más allá. Su base es la ideología de la inferioridad de la mujer, que se ha arrastrado a lo largo de la historia.

Según el autor Fernández Santiago (2009), la mujer griega de los siglos V – IV a.c. nunca dejaba de ser un individuo tutelado, debido a que durante los primeros años de su vida tal rol de tutor lo cumplía su padre, para luego serlo su esposo o su hijo en caso de que el marido faltase.

¿Y por qué existía está subordinación? Entre otras cosas porque existían creencias avaladas y divulgadas por intelectuales muy respetados como por ejemplo Aristóteles quien en su obra La Política establecía las diferencias entre el varón y la hembra: “Es, pues, evidente que a todos los seres de que hemos hablado les corresponde una virtud moral, pero la templanza de una mujer y de un varón no son idénticas, ni lo son su valentía y su justicia, como pensó Sócrates, sino que en el hombre el valor es una virtud de mando, y en la mujer una virtud de subordinación; y lo mismo ocurre con las demás virtudes”.

También existe aquella creencia avalada por los relatos de los padres de la iglesia en la Edad Media (siglo IV ): “En verdad, las mujeres son una raza débil, no digna de confianza y de inteligencia mediocre. De nuevo vemos que el diablo sabe cómo hacer que las mujeres vomiten enseñanzas ridículas, tal y como tuvo éxito, haciéndolo en el caso de Quintilla, Maxima y Priscilla», decía Epifanio, según retrata Luciano Censori en su libro «El tratamiento de la mujer a lo largo de la historia y la política criminal».

¿Se ve mal? Ahora se verá peor….

En la Edad Media se creía que las mujeres eran indignas de confianza y poseedoras de una inteligencia mediocre. Se sostenía que nuestro útero (o madre) era un propio animal dentro de la mujer, que tenía ganas de procrear y que hacía de la mujer una criatura que se daba fácilmente. El útero era también responsable de la histeria o mal de madre y provocaba crisis nerviosas crónicas, de las cuales padecían muchas mujeres -entre otras, las solteras, las viudas y las monjas-. La histeria se explicaba por el exceso de semen que había acumulado el animal (el útero o matriz) después de que la mujer hubiera pasado mucho tiempo sin haber tenido relaciones sexuales. De esta manera se justificaba que las mujeres no pudieran acceder a la vida pública, pues la histeria hacía de ellas seres irracionales e inestables mentalmente, un peligro para la sociedad, seres imperfectos que había que oponer como animales al hombre.

«La oposición que se hacía entre la irracionalidad de la mujer (provocada por su útero) y la racionalidad del hombre, justificaba que fuera él quien tuviera el poder y la autoridad sobre las demás criaturas», dice un boletín de investigación de 2008 de la revista Tinkuy.

Por tal, después de conocer parte de la ideología de la inferioridad que por siglos nos ha acompañado me parece a mí que tener ley de cuotas, hablar de violencia de la mujer o hacer aseveraciones de que Chile es machista es absolutamente justo y necesario. Debemos aspirar a la ausencia de aquello que llevamos años modificando: las relaciones de géneros, la subordinación, la violencia. Pero por sobre todo debemos respetar nuestra historia, visibilizada y forjada de la mano del feminismo. Si hacemos el ejercicio de acceder a la lectura e instruirnos en este movimiento político y social, podremos conocer muchos hechos que explican nuestro presente.

Nos explicaríamos, por ejemplo, nuestra tímida participación en la política o el porqué se habla de violencia de la mujer y no de las personas. Si nos instruimos en la historia de la mujer y del movimiento feminista, veremos que nuestros problemas se arrastran por nuestra supuesta inferioridad y que, por tal, la ley de cuota no es una cuestión de méritos que injustamente deja afuera al hombre, sino más bien es una acción rápida para nivelar nuestra injusta ausencia. No es una medida creada entre amigas en una conversación de domingo, sino que ha sido obtenida por la lucha feminista que nace de la mano de acciones positivas establecidas en convenciones ratificadas internacionalmente como la Convención sobre la Eliminación de toda forma de discriminación contra la Mujer (CEDAW. 1979).

La lectura feminista nos permite además darnos cuenta que es necesario hablar de la violencia de la mujer porque ello nos permitirá seguir avanzando en la modificación de las relaciones de género. Y aquí me detengo porque es preciso señalar que género no es igual a mujer, es igual a femenino y masculino y por tal, su significación es transversal. ¿Y por qué es transversal? Porque nace del feminismo, que no aboga sólo por las mujeres sino también por las personas en búsqueda de la justicia y el bienestar común. Prueba de ello son “Los derechos del hombre obtenidos en la Revolución Francesa” o la participación de las feministas en la abolición de la esclavitud.

El opinar e instruirse sobre la situación actual de las mujeres es absolutamente correcto y necesario, como también lo es el tener presente que las situaciones actuales son consecuencia de situaciones anteriores, que en muchos casos se remontan hasta muy lejos en el tiempo. Pero, sobre todo, debemos resguardar y valorar nuestra lucha feminista que es parte de todas. Nosotras las mujeres no podemos permitirnos opinar sin antes escudriñar en nuestra historia.

Sigrid Pulgar