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El afiche cultural y político de Eduardo Leblanc

Por: Dr. Mauricio Vico | Publicado: 24.08.2017
El afiche cultural y político de Eduardo Leblanc 04_2014_Leblanc |
En general el afichismo de Leblanc advierte un modo de transacción entre una imagen lúdica, muchas veces alejada del tema. Pero el uso del texto recoge el llamado, el eslogan, y ambos se dependen recíprocamente. Se dirige a destinatarios aficionados en especial a la música, las costumbres propias de la idiosincrasia nacional y después a un tipo de afiche político-ideológico

Eduardo Leblanc (Gentecomun), de profesión diseñador, desde que egresó de la Universidad de Valparaíso el año 2010 ha realizado una profusa obra que abarca desde libros, carátulas de CD para grupos musicales y de preferencia afiches. Este último género es lo que repasaremos en este breve artículo.

Su obra afichística se inscribe dentro de las mejores producidas y nacidas en el contexto de las movilizaciones estudiantiles, en este caso desde las del 2011 a la fecha. Estos afiches dan cuenta de una carga atmosférica muy interesante y particular. En la revisión de su iconografía alude fuertemente a lo que está comunicando, aunque ella por sí sola no indique directamente el mensaje, sino que ésta se ubica en un tipo de composición iconoclasta tanto de la imagen como del texto. El sello que lo distingue es una cierta nostalgia, pero más que eso, una nostalgia porteña. Se resalta en esa suma de elementos el trazo del texto caligráfico y el uso reiterado de la letra rotulada o lettering. Es ese gesto y esa impronta los que lo hacen personal y, además, ese aire de gráfica de origen de medios impresos que al parecer se vincularan a un pasado glorioso de Valparaíso; una impresión salida de imprenta con una tecnología de hace treinta o más años, ese descalce que el ojo educado advierte. En estos afiches recobran vida nuevamente.

Una impresión en offset o serigrafía, recoge en el resultado una estampa con errores, imperfecta, pero consciente de que ella le dará ese toque especial al afiche. El cálculo intencionado que lo distingue de la asepsia del afiche publicitario. Resurrección descontextualizada que tienen esas imágenes revisitadas, pero ahora bajo otro formato producto de la tecnología actual, esa opción de reproducción infinita, pero de tirajes muy cortos, a causa de los escasos recursos económicos con que se manejan. Empero, esa precariedad es la que da cuenta de esas atmósferas con olor a puerto, texturas y una gama de colores desteñidos que fueran tomados de las casas de Valparaíso.

Revisando su trabajo desde sus comienzos, se visualizan una serie de articulaciones que responden a un proceso de avance y manejo más maduro del oficio, y también de la experimentación, tanto en la composición, uso de tipografías, como imágenes aleatorias que juntas articulan el mensaje. En sus inicios recurre reiteradamente a un tipo de fotomontaje muy libre y el uso –como se dijo– de la caligrafía sustituyendo a la fuente tipográfica. También asociados a un uso de la tipografía a una manera ecléctica, desgastada y desarraigada en el tiempo, esa atemporalidad que logra en algunos afiches. Es lo que permite el rejuvenecimiento de la imagen.

En otra etapa se impone el afán político del diseñador –el diseño construye realidades, es un interventor cultural–, y como articulador y defensor de una educación gratuita y de calidad, atendiendo a las manifestaciones estudiantiles desde el 2011 en adelante. Prosigue con el uso del fotomontaje como recurso esencial, sin abandonar lo ecléctico de las imágenes reencontradas, sumando una letra rotulada combinada con fuentes tipográficas. Hoy el autor está en una etapa aún en construcción, un trabajo más maduro y reflexivo, que se cierne sobre una búsqueda en la ilustración de autor, donde ya es él mismo quien crea sus imágenes.

Su obra en particular está dirigida a un “micro-medio”, en el que la función de información y la dimensión estética están por sobre otras dimensiones. Reproducido en menor cantidad que otros géneros del afiche, su trabajo deslinda con la aplicación de los valores propios del arte al afiche como medio, y por lo tanto lo estético se asimila a un lenguaje gráfico complejo y elaborado como él lo trabaja, citando los influjos del dadaísmo, por las desarticulaciones académicas de la composición y las imágenes -muchas veces descontextualizadas-, además del constructivismo ruso: el uso del fotomontaje, su principal aporte a la historia del afiche.

Por otra parte, incorpora manifestaciones y expresiones populares dentro del espectro de lo culto, en una operación de culturización a través del uso intencionado de iconografías y letras caligráficas que no estarían dentro de un tipo de afiche moderno. Más bien su propuesta estaría dentro de un deconstructivismo tardío (las primeras manifestaciones aparecen en el diseño en 1996): el texto deja de ser texto y pasa a ser imagen desestructurada o descompuesta, incluso disloca las estructuras que sostienen la arquitectura conceptual de un determinado sistema, la manera clásica en que se compone un afiche.

Es recurrente un tipo de imagen que alude al pasado como fuente de inspiración, descontextualizándola para otorgarle nuevos significados. Siempre usando como medio el computador, que revitaliza la creación de nuevas fuentes tipográficas o la caligrafía como medio de expresión. El significado del texto se construye en el lenguaje y en la forma que éste toma y no solo es expresión de significados, también deviene en experiencia estética. Así, aquí el sentido de las palabras no deriva de su correspondencia con los objetos a los que representan, sino de su uso social, como, además, el sentido del texto se construye socialmente a través de ámbitos y prácticas institucionales y cotidianas. Una puesta en cuestión de las formas tradicionales de lectura.

El uso de una enorme variedad de manifestaciones de forma, desde aquella en que la letra se emplea como vehículo abstracto e invisible, al no comprometerse con la estructura y el significado del texto. Otras veces actúa como tipógrafo, como un editor preocupado por la claridad estructural más que por la expresión formal. Hay casos en los que el diseñador busca una expresión visual y el estilo es parte del contenido, sacando así partido de los valores visuales del alfabeto.

En el trabajo autoral de Leblanc, es él el generador del contenido de su obra, recurre al autoencargo sobre todo en los afiches de carácter político. La serigrafía, técnica que había caído en desuso, la vuelve a poner en práctica, una particularidad de muchos afichistas jóvenes que han participado activamente en los movimientos sociales de los últimos diez años. Leblanc últimamente incursiona sobre texturas nuevas y un tipo de ilustración trabajada íntegramente por el uso del software, en especial el Photoshop, experimentando nuevas formas de hacer. Tampoco su trabajo en general ha estado supeditado a las necesidades de un cliente, como sí lo ha estado a una oposición al diseño moderno local. Hoy en día ya se tienen suficientes antecedentes de lo que fue el diseño moderno en Chile, sobre todo el estudio de afiches que han aparecido en varios libros de autores locales; ello le da argumentos para oponerse a ese tipo de obras.

Por otra parte, a la práctica del afiche político Leblanc le da un nuevo sentido, cierta particularidad al margen de la propaganda en el sentido clásico. Hay que tener en cuenta que estamos en un periodo, un contexto histórico de estabilidad política y democrática en el cual la necesidad y la acción de la propaganda política, por lo menos actualmente, queda reducido a las manifestaciones sociales, las cuales hace ya tiempo se ventilan en otros medios de comunicación.

El activismo social y político se recupera en él como forma de expresión propia, incluso revistiéndolo con un nuevo carácter, el de medio políticamente alternativo y altamente creativo en el contexto del diseño gráfico como práctica de expresión. Se puede emplear únicamente texto y éste suele contener tan solo la información indispensable. Por lo general, a la imagen le correspondería mayor importancia que al texto.  En el afiche político que Leblanc practica, el mensaje se expresa de forma inteligible: el texto enfatiza la idea sugerida por la imagen. Pero ésta no es una regla a cumplir siempre, sino una de las muchas relaciones semánticas posibles entre texto e imagen que propone.

En general el afichismo de Leblanc advierte un modo de transacción entre una imagen lúdica, muchas veces alejada del tema. Pero el uso del texto recoge el llamado, el eslogan, y ambos se dependen recíprocamente. Se dirige a destinatarios aficionados en especial a la música, las costumbres propias de la idiosincrasia nacional y después a un tipo de afiche político-ideológico. Están por lo tanto destinados a un público altamente heterogéneo. Se podría decir que este tipo de afiche tiene la posibilidad de ser más innovador, de experimentación más libre, menos sujeta a normas o a fórmulas ya comprobadas, como sí se da en el de carácter publicitario. Un afiche de tipo “culto”, no se erige en un modelo con el que el individuo debe compararse. No sirven tampoco la mayoría de las técnicas de persuasión. Los motivos son muy variados. En el trabajo de Leblanc, la imagen deviene un valor en sí misma, como se puede apreciar en el historial de su producción.

Finalmente, como todo diseñador deconstructivista, no está ajeno a la complejidad y la fragmentación de las lecturas que propone al espectador, sin olvidar no obstante el mensaje para la “Gentecomun”.

Dr. Mauricio Vico