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Opinión

Las preguntas aguachentas del plebiscito del Frente Amplio

Por: Coral Pey G. | Publicado: 10.10.2017
Las preguntas aguachentas del plebiscito del Frente Amplio | / Agencia Uno
La consulta, como acertadamente ha dicho Izquierda Autónoma, no fija domicilio conocido. Pareciera como si hubieran confundido su rol, cual debiera haber sido el elevar la conciencia de los votantes y constituir un elemento de movilización a nivel popular, y se identificaran con un estudio de opinión, sin sesgo (tipo Ipsos, o Adimark) por más imposible que sea esto último.

En estas semanas, nuestra larga y angosta franja de tierra ha sido protagonista de dos iniciativas tendientes a superar el déficit democrático que ha caracterizado a esta “democracia de baja intensidad” o “post dictadura”, mediante una de las expresiones de participación directa: el plebiscito por No+AFP y el del Frente Amplio.

Sin embargo, más allá de llamarse de la misma forma, de haberse realizado en fechas cercanas y de tener propósitos similares, ambas iniciativas fueron muy distintas. Sobre la primera, con un resultado de un millón de votos, se puede afirmar que los reiterados llamados de la Coordinadora llegaron a buen puerto: lograron convocar a sectores que usualmente no se movilizan, pero que son afectados por un sistema irracional e indigno de pensiones por jubilación, heredado de la dictadura. Y ello, desde ya, representa un tremendo éxito no sólo para los convocantes, sino para todos aquéllos que participaron en el proceso.

En el caso de la consulta del FA, la cosa no está tan clara: la votación alcanzada, efectivamente, fue mucho menor de la esperada, como han dicho varios. Las cifras son fluctuantes, y se habla desde siete a alrededor de 20 mil votos (las cifras oficiales reconocen un poco más de 16 mil). En cualquier caso, los resultados dan cuenta de un universo ínfimo de la población total de Chile, de las que votaron por un sistema de seguridad social en las pensiones, un poco mayor que la suma de adherentes de las diferentes orgánicas que participan en el Frente Amplio. Y muy inferior si se la compara con las primarias del conglomerado, en las que participaron 300 mil personas. Entonces, una primera constatación, más allá de las mitologías tejidas al respecto, es que la iniciativa no cumplió con el objetivo de darle espacio a un programa “participativo, desde abajo, popular y democrático”. Si acaso, aquéllos que concurrieron a este ejercicio representaron una cifra similar a la alcanzada en los encuentros programáticos de algunos meses atrás.

Y, cual comedia de equivocaciones, en el FA no siempre lo que empieza bien termina de igual forma: en una evaluación objetiva y desapasionada, la consulta está indisolublemente ligada a las jornadas programáticas: los más de cien encuentros, muchos de ellos en comunas pobres o en zonas alejadas, junto a la calidad de sus informes (más allá de problemas de organización u otros), dan cuenta efectivamente de un proceso de construcción, en el que estaba presente la descentralización, y el abrir cauces de participación local en la toma de decisiones.

Un segundo elemento, como se ha dicho reiteradamente respecto de la consulta, fue su carácter ampuloso y tecnocrático: se diseñó un voto en base a conceptos altamente complejos, como “política de fomento diversificada con concursos acotados”; falsas dicotomías (Estado protector vs. Estado fiscalizador o “restitución y cogobierno Estado-pueblos originarios”, vs. “restitución y autonomía de los Pueblos originarios”), o francamente errores: en el caso de relaciones internacionales, en las alternativas sobre integración regional con énfasis en lo económico o en lo político, se incluye la moratoria a los TLC (propuesta de Mayol) en los segundos.

En torno a esta sección, la generalización de la integración latinoamericana (cuestión que lo dicen la mayoría de los candidatos), junto a la ausencia de una descripción más clara, podría encajar perfectamente tanto en el Mercosur como en la Alianza del Pacífico (AP). No se hace mención, aunque sea brevemente, qué diferencias existen entre ambos esquemas, en relación a la influencia de Estados Unidos para “hibridizar” el Mercado Común del Sur, a través de los países signatarios de TLC, que es la esencia de la AP.

En la misma dirección, es inexplicable e inexcusable la omisión de las relaciones vecinales, obedeciendo a la decisión de la candidata al respecto: “no es posible plantear ninguna propuesta, mientras el juicio esté en La Haya”, confundiendo el rol y las limitaciones de los gobiernos con los de la sociedad civil.

Por supuesto, tampoco se entiende que Beatriz Sánchez no se refiera a temas cruciales, como el cambio climático, o la importancia de construir bases sustentables para la paz a nivel multilateral, u otros temas internacionales, en un país tan transnacionalizado como Chile. Esta carencia se extiende al plebiscito, ya que en él no se menciona una sílaba del contexto multilateral, ni de las asimetrías de poder como causas de la situación de alta vulnerabilidad que vive el orbe en estos tiempos. Las preguntas sobre el tema son asépticas, salvo la moratoria a los TLC, pero que aparece poco comprensible si es que no va acompañada de una aclaración contextual.

En síntesis, la consulta, como acertadamente ha dicho Izquierda Autónoma, no fija domicilio conocido. Pareciera como si hubieran confundido su rol, cual debiera haber sido el elevar la conciencia de los votantes y constituir un elemento de movilización a nivel popular, y se identificaran con un estudio de opinión, sin sesgo (tipo Ipsos, o Adimark) por más imposible que sea esto último.

El no partir de los derechos sociales y centrarse en la mejor forma de implementar los mismos, llevó al error garrafal de plantear la variable de migraciones desde seguridad, como una de las preguntas. Al respecto, es muy cierta la crítica de Rodolfo Noriega, presidente actual de la Coordinadora Nacional de Migrantes, junto con reconocer el apoyo del FA y de su candidata a la migración: el incluir una pregunta desde un enfoque conservador y xenófobo implicaba el peligro de que esa alternativa hubiera tenido mayoría. De hecho, hay cerca de un 9% de los votantes que eligieron esta variable, lo que no es de despreciar, considerando el perfil de este sector.

Entonces, la pregunta lógica al respecto es qué pasó con el proceso posterior a los encuentros y qué clase de extraña mutilación se produjo, de las conclusiones emanadas de ellos para que textos llenos de fuerza y energía creativa se convirtieran en preguntas aguachentas, llenas de omisiones y de distorsiones como las que ya hemos señalado.

Sin embargo, pese a lo anterior, a que varias de las preguntas eran poco comprensibles para muchos votantes, la gran mayoría se inclinó por opciones alternativas frente a aquellas, por lo general, ligadas a la socialdemocracia con visos de neoliberalismo (¿qué es eso de “consumo cultural”?). Entonces, sería altamente deseable y de la mayor importancia, que en el trabajo que está por venir tales opciones programáticas sean respetadas. Ello, si algún sentido tiene el FA, más allá de la obsesión por la segunda vuelta y de cuanto sube o baja Beatriz en las encuestas.

Lo anterior, junto con avanzar en una línea de construcción que permita colaborar al desarrollo político de los actores sociales, a su capacidad de propuesta, coordinación, autonomía y unidad.

Coral Pey G.