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Opinión

El Simce y su impacto en los sindicatos

Por: Alejandra Lizana Ossandón | Publicado: 07.11.2017
El Simce y su impacto en los sindicatos |
Una reflexión desde las organizaciones sindicales de trabajadores y trabajadoras de la educación.

Año tras año las comunidades educativas somos sometidas a la aplicación del Simce, pese al rechazo manifestado por distintas voces desde la academia y el sentido común en contra de los efectos nocivos de la estandarización en las y los estudiantes. Es que pese a la distorsión que provoca al proceso de aprendizaje y en las comunidades educativas en general, las políticas ministeriales insisten en profundizar este modelo de “evaluación”.

Como directorio de la Federación Nacional de Trabajadores de la Educación (Fenated) compartimos este rechazo y apoyamos la campaña Alto al Simce, pero queremos, esta vez, instalar el centro de atención en las y los trabajadores de la educación, sus condiciones laborales y sus sindicatos, con el fin de abrir y/o profundizar las reflexiones y discusiones sobre cómo la aplicación de esta prueba puede o no afectar la esencia colectiva de nuestras organizaciones sindicales, los sentidos de unidad y dignificación de nuestras vidas e incluso, los procesos de negociación colectiva que llevamos a cabo. En estas líneas no pretendemos dar respuestas, sino más bien dejar preguntas, que insten a problematizar y a construir en conjunto espacios de resistencia, mayor comunidad y posibilidades de transformación.

En estos años de existencia, como Fenated hemos acumulado una incipiente experiencia gracias al apoyo en los procesos de negociaciones colectivas de sindicatos de colegios particulares subvencionados y pagados. Esto nos ha llevado a reflexionar en base a las no pocas experiencias de contratos colectivos donde se han firmado cláusulas relacionadas con el Simce: “Bono por logro Simce”, “Estímulo Simce a profesores de cursos que rinden la prueba” y “Tiempo de preparación de material Simce”, entre otras similares. Las negociaciones colectivas buscan, a grandes rasgos, mejorar las condiciones laborales y de vida de las y los trabajadores y sus familias, contribuyendo de esta manera, a una mejor distribución de las riquezas al interior de una empresa que, en nuestro caso, también son establecimientos educacionales. Pues bien, los ejemplos de cláusulas dadas ¿generan un beneficio para el o la trabajadora? La respuesta inmediata que podemos dar es un sí, es innegable que aquélla familia vivirá con algo más de dinero gracias a ellas o que ese trabajador o trabajadora llevará menos trabajo para su casa, pero ¿son esas las condiciones que realmente queremos lograr? ¿Son las que necesitamos? ¿Cómo atentan estos incentivos individuales a la unidad de nuestras organizaciones sindicales? ¿Cómo afectan al sentido de lo colectivo?

Vamos por parte, para poder problematizar las distintas aristas.

En primer lugar, sabemos que la prueba Simce concentra su mirada en la adquisición de contenidos y algunas habilidades en las y los estudiantes, relacionando directamente el trabajo que realiza el o la docente encargada de esa área. Con esto se obvia el contexto,  la complejidad y particularidad que se vive en cada establecimiento educacional; la interdisciplinariedad del trabajo educativo; la amplitud de éste, que involucra a los distintos integrantes de la comunidad educativa, y no solo a docentes; el valor a las áreas artísticas, deportivas, reflexivas que despiertan sensibilidades y habilidades fundamentales para las personas; entre muchos otros factores obviados. Es probable que la gran mayoría de trabajadores o trabajadoras estén de acuerdo con esta crítica pero, paradójicamente, de igual manera seguimos defendido los estímulos individuales y concentrados en algunos docentes. Innegable e impostergable es nuestro objetivo por mejorar nuestras condiciones pero ¿este es el camino? ¿Es el único?

Desde la mirada de las y los asistentes de la educación (de aula, de aseo, inspectores, profesionales no docente, administrativos, manipuladoras de alimento, entre otros), trabajadores y trabajadoras que en la mayoría de los casos tienen las condiciones más precarizadas dentro de los colegios, ¿sienten valorada su labor y el importante aporte que realizan a la educación de las y los estudiantes? ¿Se ven afectadas sus condiciones laborales por la presión que genera el Simce dentro de los colegios?

Desde la mirada de las y los profesores de áreas no evaluadas por el Simce que, es por muchos sabido, ven en ocasiones (o recurrentemente) afectadas sus horas de trabajo o proyectos por esta prueba, ¿ven retribuidos los esfuerzos realizados? ¿Cómo les afecta la rendición de esta evaluación en sus condiciones, más allá de lo ya mencionado?

Desde la mirada de las y los profesores de las áreas evaluadas, ¿pueden desarrollar su autonomía profesional con la presión que genera el Simce? ¿Están de acuerdo con las condiciones agobiantes que se generan en torno a esta prueba (planificaciones espaciales, ensayos, tabulaciones, análisis de resultados, etc.)? ¿Creen ser los únicos responsables de los logros que sus estudiantes alcancen? ¿Han visto amenazada su estabilidad laboral por los resultados de esta evaluación? Los estímulos dados, ¿compensan el trabajo realizado?

Desde la mirada general de las y los trabajadores de la educación, independiente la función que cumplamos dentro de los colegios ¿estamos de acuerdo con la premiación individual asociada al Simce?, ¿Miramos la situación que viven los otros y otras trabajadoras del establecimiento? ¿Su situación nos afecta? ¿Qué salidas podemos encontrar a esto?, ¿Estaríamos dispuestos y dispuestas a dejar dichos estímulos? ¿Podríamos pensar reevaluar los beneficios logrados de modo que no sólo beneficien a algunos o algunas, sino más bien a las y los trabajadores en su conjunto? ¿Le daríamos la misma importancia a reconocimientos colectivos por el logro de metas internas, construidas en conjunto y que apunten a la realidad del establecimiento? ¿Estaríamos dispuestos y dispuestas a no seguir reproduciendo la competencia y el individualismo, siendo estos puntos intransables dentro de nuestros contratos colectivos? ¿Dónde podemos encontrar una salida que equilibre el bienestar individual y colectivo? ¿Cómo complementamos o superamos las reivindicaciones meramente económicas o de condiciones materiales y comenzamos a instalar al sindicato como un ente colectivo con voz y propuestas pedagógicas?

Claramente la respuesta a todas estas interrogantes merecen una ardua e intensa discusión dentro de las organizaciones sindicales relacionadas con la educación, ninguna respuesta tendrá sentido si no es analizada y reflexionada por cada base sindical, aportando sus perspectivas en la construcción de respuestas y salidas colectivas.  Con esto, de ninguna manera se menosprecia el avance que han tenido nuestras organizaciones sindicales en la conquista de nuevos derechos, sino más bien, como directorio Fenated, invitamos a profundizar y discutir los efectos concretos del Simce y cómo podemos ir desnaturalizando aquéllos aspectos que, consciente o inconscientemente, hemos aceptado y que replican el modelo individualista de esta sociedad. Hoy el Simce es el pretexto para abrir una discusión mucho más profunda.

Estamos convencidos y convencidas que la única salida real y definitiva a estos malestares individuales, es enfrentarlos desde el colectivo, por eso nos hemos sindicalizado y federado, pero también sabemos que sólo tendremos mayor fuerza para defender nuestras miradas cuando estemos todos y todas comprometidos a mejorar nuestras condiciones de vida primando siempre el bien colectivo y la construcción conjunta de una transformación social, y eso se cristaliza en algo tan concreto y cotidiano para nuestras organizaciones como son nuestros contratos colectivos y el actuar diario al interior de nuestros sindicatos.

La discusión queda abierta.

Alejandra Lizana Ossandón