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Opinión

Un niño llamado 2018

Por: Victor Farinelli | Publicado: 04.01.2018
Un niño llamado 2018 |
Este 2018 tenía todo para llegar cargado de pesimismo, pero este niño, con la belleza de su mirada hacia arriba, nos invita a mantener prendida una llama de esperanza, aunque pequeñita, de que quizás lo que se viene no sea tan malo. Por lo menos en mi corazón lo he sentido así. ¡Gracias nene!

Recorrió el mundo en el día del año nuevo esta hermosa imagen captada por el fotógrafo brasileño Lucas Landau, de un niño en las águas de la playa Copacabana mirando a los fuegos artificiales. En redes sociales, muchos brasileños jugaron con imaginar lo que estaba por detrás de la escena, juzgando ser un niño solitario que vive en las calles -como hay muchos en Río de Janeiro, sobretodo negros- o destacando como él parece invisible a las familias de la sociedad carioca alrededor de la escena, dedicadas a sus celulares y sus selfies.

Creo que lo más cierto a decir sobre la escena es lo siguiente: él es un niño mirando a los fuegos, admirando lo que ve y quizás tratando de asociarlo con alguna esperanza en este futuro que viene junto con esas luces.

No creo haber certeza sobre si realmente este chico están viviendo en la calles, como muchos dicen, pese a algunas pistas en ese sentido presentes en la escena. El mismo fotógrafo ha iniciado una campaña en la prensa y redes sociales para identificarlo. Sin embargo, me llama la atención, más que los matices sociales de la foto, la pureza de su reacción de infante maravillado con lo que ve. El mundo anda tan complejamente horrible que cualquier imagen que nos muestre un mínimo de esa pureza parece conmovedora. Este 2018 tenía todo para llegar cargado de pesimismo, pero este niño, con la belleza de su mirada hacia arriba, nos invita a mantener prendida una llama de esperanza, aunque pequeñita, de que quizás lo que se viene no sea tan malo. Por lo menos en mi corazón lo he sentido así. ¡Gracias nene!

Personalmente, prefiero quedarme con los ojos de esperanza del pibe este que tratar de asociarlo con el paisaje detrás suyo. Independiente del paisaje social de Brasil, prefiero soñar -y aquí ya no hablo como periodista sino como brasileño- con que todavía somos una nación y como tal somos capaces, todos juntos, de construir un modelo de justicia social donde podamos incluir a este niño y a miles de niños y niñas brasileñas más, y jóvenes, y adultos, y ancianos necesitados. Quizás tengamos una chance este año. Quizás sea justamente la mirada de este niño lo que nos estimule a luchar por eso.

Pero también puede que no sea nada. Puede ser que este cambio al 2018 sea solo otra esperanza más a morir en la playa, la misma donde este niño recarga las suyas. Las fuerzas que sueñan y luchan por justicia social siguen dispersas, es así en Brasil, en Chile, en casi todo el mundo. Por lo tanto, no se como podremos hacer por él y por miles de millones de personas que requieren más igualdad en el mundo lo que ellas están esperando que suceda.

Quizás esta foto y este niño reflejen un mundo que desea de este 2018 que sea finalmente el año en que las cosas van a cambiar y evitar un futuro distópico hollywoodiano, con el colapso de las economías llevando la desigualdad a cifras aún más asombrosas y el caos climático haciendo el planeta cada día más inhabitable, situaciones que las grandes corporaciones están tratando de convertir en realidad.

Tenemos 363 días para demostrar si es así o no, y quizás ver que en la foto del próximo año nuevo hay otro niño mirando hacía arriba con esperanza, y ojalá también con alguna sonrisa.

Victor Farinelli