Avisos Legales
Opinión

La posible sirianización de Irán

Por: Rodrigo Karmy Bolton | Publicado: 09.01.2018
La posible sirianización de Irán iran1-770×470 |
Hoy día la guerra civil no es una fatalidad o un destino que los dioses han reservado a un pueblo. Más bien, la guerra civil es un dispositivo de gestión de los pueblos en poblaciones. Por esta razón, en 2011 decíamos que no es que Siria pueda estar en guerra civil, sino que el mundo en general está en guerra civil en Siria.

Los acontecimientos de la última semana en torno a Irán muestran una tendencia peligrosa: la posible sirianización de Irán, esto es, la gestión de sus poblaciones a partir de la imposición del único nómos del que el nihilismo imperial es capaz de instaurar: la guerra civil. Por un lado, los EEUU e Israel han intentado capitalizar las protestas acontecidas en los últimos días apuntando a la ilegitimidad del régimen y la necesidad de “justificar” una eventual intervención (el Twitter de Trump y la intervención de Niki Haley en la ONU son absolutamente claras al respecto); por otro, el régimen no ha dudado, en voz de Ali Khamenei, en calificar a los manifestantes de “enemigos” de la Revolución y lanzar a las calles –puesto que el régimen sabe que su legitimidad se juega en la calle– una marcha a su favor, el pasado martes.

Hoy día la guerra civil no es una fatalidad o un destino que los dioses han reservado a un pueblo. Más bien, la guerra civil es un dispositivo de gestión de los pueblos en poblaciones. Por esta razón, en 2011 decíamos que no es que Siria pueda estar en guerra civil, sino que el mundo en general está en guerra civil en Siria. Sin embargo, el dispositivo de la guerra civil es móvil. Y, en Medio Oriente, zona en que los procesos de descolonización están siempre a punto de desfallecer, tal dispositivo se ha aplicado perfectamente: la destrucción de Iraq el 2003, así como la militarización de las revueltas árabes en Siria, articularon las condiciones propicias para implementar tal dispositivo. En este sentido, el régimen iraní está lo suficientemente advertido sobre ello. El nuevo nómos imperial no consiste en la dominación territorial o en la instauración de instituciones coloniales en el país nativo, ya sea para integrar (civilizar) a los bárbaros a la nueva metrópoli, ya sea para segregar sus poblaciones en base a un clivaje étnico-confesional. Más bien, el actual nómos imperial domina sólo en la medida que promueve la guerra civil, sólo en cuanto hace coincidir al lugar de la ley con la excepción permanente, al nómos con la anomia. La guerra civil como dispositivo imperial no institucionaliza nada más que el “caos”, he aquí su paradoja. A esta luz, las protestas en Irán abren el terreno para que los rivales más inmediatos del país persa (Israel y Arabia Saudi) le sirianicen, es decir, transformen las protestas en una gran empresa terrorista global y un nuevo ISIS vuelva a escena.

Para Israel resulta clave aplastar a Irán, por cuanto es el único país que puede desafiar su posición de ser la única potencia militar (Israel goza de la tenencia de armas nucleares), económica (vive prácticamente de los fondos entegados por EEUU) y política (es el único Estado al que el eje norteamericano-atlántico ha apoyado incondicionalmente desde la guerra de 1967). Para Arabia Saudi, Irán representa un desafío geoeconómico de primer orden: es la competencia inmediata de gas y petróleo que puede abrir un nuevo flujo de capital que desbanque la hegemonía saudí al interior de las petromonarquías (Bahrein, Qatar, Oman, Emiratos Árabes, Kuwait). De hecho, el año pasado, los saudíes bloquearon a Qatar (a lo que se sumaron Israel y los EEUU) precisamente porque desde la segunda mitad de los ’90 la monarquía qatarí, con Al Thani como su líder, ha intentando independizarse de la influencia saudí, entre otras cosas, estableciendo acuerdos gasíferos con Irán (la creación de Al Jazeera y el ofrecimiento para hacer el Mundial de Fútbol del 2022 son parte de esa estrategia con la que Qatar intenta visibilizarse a las potencias occidentales como autónomo). Más allá de la irrisoria acusación de “promover el terrorismo” (pues efectivamente Qatar entrega financiamiento a Hamas en Palestina) indicada por la vocería saudí, la causa que motivó tal bloqueo fueron los acuerdos gasíferos con Irán. Como se ve, toda la geopolítica regional promovida por Israel y Arabia Saudita (en conjunto con Egipto) apunta a destruir a Irán. Sea denunciando a Hezbolláh en El Líbano hace unos meses atrás (los saudíes llamaron a sus ciudadanos a abandonar Líbano), sea bloqueando a Qatar acusandole de “promover el terrorismo”, o bien, creando las condiciones para “justificar” una eventual intervención al país persa, con la que, por cierto, delira el círculo íntimo de la administración “trumpista”. No se trata, por cierto, de apelar a la “locura” de Trump, sino de entender la racionalidad imperial que articula en una misma dinámica a Israel y Arabia Saudí (los únicos musulmanes sionistas de la historia), en orden a intentar hacer retroceder el territorio ganado por los rusos durante la guerra civil siria. Por eso, la posible sirianización del conflicto iraní podría perfectamente ir ganando terreno haciéndolo cada vez más plausible. Y a tal posibilidad, no contribuye sólo el lado imperialista de los EEUU y sus aliados regionales de Israel, Egipto y Arabia Saudi, sino también la rigidez del propio régimen iraní en su intento estrecho de militarizar una protesta popular. Ambos lados, son dos rostros del mismo Imperio, cuya forma de operar no es más que la de la guerra civil global en la que todos los días, con intensidades variables y localizaciones móviles, vivimos.

Rodrigo Karmy Bolton