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Opinión

Mujeres rebeldes (o una nueva visión de lo femenino)

Por: Jaime Coloma | Publicado: 06.02.2018
Mujeres rebeldes (o una nueva visión de lo femenino) mujeres |
Obviamente no sé qué es ser mujer, pero he logrado observar como la validación de ellas se supedita a lo que el mundo construido por y para nosotros, los hombres, dicta. Por lo mismo es que ha llamado poderosamente mi atención que dos películas que hablan del mundo femenino retraten tan bien estos espacios. Me refiero a “Gloria” y a “Una mujer fantástica”, ambas del director chileno Sebastián Lelio.

Hace años llego a mis manos “Las raíces del miedo, antropología del cine de terror”, libro de Roman Gubern -antropólogo y pensador dedicado fundamentalmente al estudio del séptimo arte, el cine- donde dentro de todos los mitos allí tratados dedicaba un capítulo espacial a lo que él denominó “La mujer rebelde: vampiras, brujas y bacantes”.

Ya en esos años la idea de libertad femenina era tema –creo que lo ha sido desde siempre-, mostrando sin tapujos como el mundo judeocristiano occidental refería los espacios femeninos a la maternidad, la virginidad y el apoyo al hombre como baluartes identitarios básicos a la hora de desarrollarse como mujer. Por supuesto, lo contrario implicaba rebeldía a ultranza y algo digno de erradicar, destruir y castrar a como dé lugar, en esos espacios es que aparecen las vampiras, las brujas, las bacantes.

Pasado un tiempo mi hija, de 13 años, me hace ver cómo la visión de Catalina de los Ríos y Lisperguer –La Quintrala- ha sido injustamente tratada por historiadores y cronistas, ya que lo que más se castiga en ella es el haber actuado en una sociedad hecha a imagen y semejanza por y para nosotros, los hombres, justamente como hombre. Pensemos que los crímenes que se le achacan eran habitualmente cometidos por señores poderosos, lo raro es que una mujer los perpetrara y viviera con las mismas libertades de un aristócrata de la época, pensemos que esto ocurre entrado el 1600, durante el siglo XVII.

Como ven, desde siempre el mundo femenino ha fluctuado en espacios de rebeldía donde la búsqueda de identidad, libertad y derechos han estado sometidos a relatos desarrollados desde la mirada masculina.

Obviamente no sé qué es ser mujer, pero he logrado observar cómo la validación de ellas se supedita a lo que el mundo construido por y para nosotros, los hombres, dicta. Por lo mismo es que ha llamado poderosamente mi atención que dos películas que hablan del mundo femenino retraten tan bien estos espacios. Me refiero a “Gloria” y a “Una mujer fantástica”, ambas del director chileno Sebastián Lelio.

«Gloria» establece una mirada sobre la madurez y la soledad en que la sociedad va dejando a la mujer mayor de 45 años, cómo esa sociedad construida en base a discursos mediáticos y populares impone y limita el sitio desde donde se desarrolla el quehacer femenino a esa edad en adelante. La supuesta carencia de erotismo y la mirada condescendiente son parte clave de la restricción a la que se ve sometida la fémina con el paso de los años. La película, por el contrario, permite observar, no sin un halo dramático, que el paso del tiempo no debiera ser una limitante real y, por lo mismo, sitúan a su protagonista en una dinámica rebelde frente al canon establecido por nuestra sociedad.

«Una mujer fantástica» va más allá a la hora de establecer una lectura y desarrollar una hipótesis frente a lo que llamamos “lo femenino”, sobre todo porque aquí nuestra protagonista es una mujer transgénero en una relación de amor con un hombre heterosexual. Ya resaltar estos dos elementos implica, incluso para mí, como comentarista, una transgresión a lo que pienso y siento respecto a estos temas. Sin embargo, me parece fundamental hacerlo, pues justamente aquí es donde radica lo rebelde y revolucionario de la cinta.

La posibilidad de que un hombre heterosexual se enamore de una mujer transgénero y mantenga una relación libre con ella ya es en sí revolucionaria, pues, como incluso lo plantea uno de los personajes del filme es, desde el discurso propio de la heteronorma, una perversión de tomo y lomo difícil de entender. Sobre todo porque la discusión sobre el mundo trans aún se establece en dinámicas binarias y biologicistas arcaicas que no comulgan ni entienden que la identidad de género se desarrolla en el cerebro y no en la genitalidad del sujeto. Para qué decir que un hombre vea como mujer atractiva y deseable a una mujer trans, eso en sí mismo es, desde los discursos más conservadores, algo que bordea lo patológico.

La película en sí va mostrando de manera inteligente, fluida y veraz a nuestra sociedad, y probablemente a muchas otras sociedades respecto a temáticas relacionadas con el amor, la identidad y las libertades individuales que no transgreden la libertad de otro. Pone en definitiva espacios que han sido construidos como raros, peligrosos y marginales en un nivel de normalidad que se agradece, esto, claro está, sin dejar de lado la contra visión de la que hablo al principio, ya que los antagonistas constantemente recalcan la rareza de la situación propuesta en la trama.

No es de extrañar que ambas cintas de Lelio hayan llamado tanto la atención en festivales y muestras de cine, ya que de alguna manera provocan y ponen en el tapete elementos propios del mundo moderno que incomodan, cuestionan y obligan, tarde o temprano, a cambiar. Y ya sabemos que, si bien hemos evolucionado, el ser humano es reacio al cambio.

Jaime Coloma