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Opinión

¿Es lo mismo más mujeres en política que más igualdad de género en las políticas?

Por: Camila Bustamante Pérez | Publicado: 28.02.2018
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La idea de que cualquier mujer va a luchar por la igualdad de género es esencialista y homogeneizante. Disuelve desigualdades de clase, raza, orientación sexual, y claramente, de ideología; e invisibiliza las opresiones y luchas de cada grupo y sus intersecciones, creando la ilusión de que las mujeres somos una comunidad unificada, con intereses, valores y demandas compartidas. En el fondo, crea la ilusión de que cualquier mujer puede representar a las mujeres como un todo.

En las últimas elecciones parlamentarias la representación de las mujeres creció cerca de 7 puntos. Algo que por supuesto es motivo de celebración, pero que también nos hace preguntarnos si la presencia de mujeres en cargos políticos se traduce en una representación de las demandas, necesidades, intereses e ideas de las mujeres y, en particular, de las aspiraciones feministas y por la igualdad de género.

Si lo analizamos desde la perspectiva de las políticas de género, ¿es lo mismo una Marcela Sabat que una Camila Vallejo? ¿Una María José Hoffman que una Gael Yeomans? ¿Una Paulina Núñez que una Camila Rojas? ¿Es esperable que a mayor número de mujeres, mayor sea la fuerza para sacar adelante este tipo de políticas? ¿Podemos esperar la defensa de las demandas impulsadas por el movimiento feminista chileno en la discusión parlamentaria? ¿Qué tipo de políticas impulsará o restringirá Isabel Plá en el Ministerio de la Mujer y la Equidad de Género?

Si bien las cuotas políticas han probado ser útiles en acelerar el alcance de mayor igualdad de género en términos representativos, no implican, necesariamente, un impacto significativo en la creación de políticas de género con enfoque feminista. Más mujeres son más experiencias, mayor diversidad de problemas identificados, mayor diversidad de soluciones propuestas, pero no necesariamente mayor igualdad de género en el desarrollo del país.

La idea de que cualquier mujer va a luchar por la igualdad de género es esencialista y homogeneizante. Disuelve desigualdades de clase, raza, orientación sexual, y claramente, de ideología; e invisibiliza las opresiones y luchas de cada grupo y sus intersecciones, creando la ilusión de que las mujeres somos una comunidad unificada, con intereses, valores y demandas compartidas. En el fondo, crea la ilusión de que cualquier mujer puede representar a las mujeres como un todo.

Esto no es así: presencia e ideas son distintas. Ciertas mujeres representarán las demandas de los movimientos feministas. Otras impulsarán políticas “pro-mujer”. Otras serán llanamente anti-mujer, e intentarán torcer los argumentos, supuestamente en beneficio de las mujeres, para restringir, por ejemplo, sus derechos reproductivos, al argumentar que interrumpir un embarazo producto de una violación es beneficiar al violador.

Es cierto que las mujeres, independiente de su orientación política y valores, pueden unirse para respaldar algunas iniciativas, como por ejemplo, proyectos que aborden ciertos tipos de violencia de género, pero también se distancian y discrepan frente a otros asuntos. Por ejemplo, el proyecto de ley de acoso sexual callejero, propuesto por el Observatorio contra el Acoso Callejero, fue respaldado por diputadas de todo el espectro político. Sin embargo, las mismas diputadas se encontraban en veredas opuestas cuando se discutió la ley de interrupción voluntaria del embarazo.

Del mismo modo, Isabel Plá, futura Ministra de la Mujer y la Equidad de Género, en entrevista con Kena Lorenzini, defendió la importancia de abordar el femicidio e incluso destacó la labor de la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres, para luego dejar clara su posición contra el aborto, y homologándolo, en otros medios, con la esclavitud y la pena de muerte.

¿Qué hacer ante un escenario político cuesta arriba para las aspiraciones feministas? En primer lugar, la presión del movimiento feminista parece clave en los próximos años, donde sus distintas corrientes deberán aunar esfuerzos para hacer frente a los intentos del gobierno de Sebastián Piñera por impulsar una agenda anti-mujer y desmantelar los mínimos básicos que se han avanzado. Será necesario mantener un estado de alerta constante a lo que ocurra, especialmente, en los Ministerios de la Mujer, Salud y Trabajo. Serán indispensables la discusión teórica, práctica, táctica y estratégica; la formación y autoformación constantes; la difusión; y sobre todo, la unidad y la articulación territorial y nacional del movimiento.

En segundo lugar, es importante dotar de contenido y fortalecer la labor de las mujeres feministas dentro del Congreso. En las últimas semanas surgieron la bancada F del Frente Amplio y la bancada Julieta Kirkwood, compuesta por parlamentarias del PC, PS, PPD y PR. Ambos constituyen valiosos espacios de articulación y organización feminista, de levantamiento de políticas de género, y de creación de masa crítica para enfrentar, en este nuevo ciclo, un Parlamento transformado y un gobierno misógino y más patriarcal que el anterior.

Finalmente, parece improductivo obviar la relevancia de varones aliados en lo cotidiano y en estos espacios de poder. El impulso de políticas que aborden desigualdades de género, especialmente aquellas vinculadas con el trabajo doméstico y de cuidados, la crianza y paternidad, la modificación del sistema de pensiones, y asuntos como la violencia y las nuevas masculinidades, exigen el involucramiento de actores políticos varones.

Las feministas nos encontramos frente a un escenario difícil y desafiante. Lo que antes se disfrazaba de expertise ingenieril y excelencia, hoy se muestra sin máscaras como un neoliberalismo desatado asociado al conservadurismo de la más vieja escuela, misógino, machista y patriarcal.

El sistema político chileno sigue siendo un Panel de Hombres, sin embargo, la ley de cuotas hoy nos permite tener más mujeres en espacios de representación popular. Hay también más mujeres feministas en el Congreso. Y aún más relevante, es que fuera de él habemos más feministas que nunca antes en nuestra historia. Necesitaremos estar en la casa, en la cama, en la calle, en el trabajo y en la política, disputando las voces, las ideas y los espacios de poder que siempre nos pertenecieron, resistiendo y proponiendo, para hacerle frente a esta arremetida conservadora y patriarcal.

Camila Bustamante Pérez