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Opinión

Mujer en tanto madre: Derecho a decidir como poder emancipatorio

Por: Francisca Millán | Publicado: 25.07.2018
Mujer en tanto madre: Derecho a decidir como poder emancipatorio aborto | Foto. Agencia Uno
Toda mujer no madre y que no pretenda serlo, se vuelve una amenaza para la hegemonía servicial a la estructura predominante, y no da espacio para el reconocimiento de dicha diversidad, invisibilizando cualquier otro ser distinto al ser madre.

Hoy existe una idea de mujer universal, aquella entendida como mujer en tanto madre. Mujer asociada a los cuidados, crianza, sostenibilidad y servicios. El cual tiende a ser el único reconocido por la sociedad, el Estado y las políticas públicas.

A este lugar social -en el que se nos intenta glorificar como trampa para cooptar nuestra profunda identidad- se le intenta dar un valor de cumplimiento con la sociedad, homologado a lo que el hombre es por sí mismo. Es decir, el hombre es por sí y nosotras somos sólo en cuanto se nos completa a través de la descendencia. Hoy se entiende esto, como la única forma de ser validada como mujer y por lo tanto se vuelve una imposición de lo que se espera que seamos y también, respecto de cómo debemos serlo.

Este modelo consiste básicamente en vivir nuestro proyecto de vida en torno a estar en función de ese otro, al cual hay que cuidar y servir para sentirse a sí misma completa, pues es solo ese otro el que le llena de ser, y no existe para sí validez alguna que pudiera ser autosuficiente. Rol que se entiende como natural, obvio y despolitizado. Banal, cotidiano, doméstico en el sentido más intrascendente de la palabra. Privado no en cuanto íntimo, sino que irrelevante para lo público. Ese espacio en el que nos convencen de que no hay valía, más que para ti misma y la satisfacción personal sólo en la medida que se satisface al otro, pero que no perpetúa en la historia, nada más que buenos o malos recuerdos para tu descendencia, algo que solo se atesora con modestia y silencio, pues más allá que en la memoria, no existe.

La despolitización y privacidad otorgada en lo que podemos llamar como la maternidad patriarcal, nos lleva a estar en un lugar valioso para nosotras mismas, y útil para la estructura. Se vuelve un ensueño mañoso que juega a proyectos de vida, mientras que sólo se trata de función de borregas. De esto se desprende con claridad, que dicho rol es absolutamente funcional a la estructura patriarcal y capitalista, pues hoy la familia, es la prestadora exclusiva de los servicios del cuidado, siguiendo una lógica mercantil que está directamente relacionado a la privatización del núcleo familiar.

Por su parte, el conservadurismo es especialmente majadero en insistir en el valor exclusivo de la mujer en tanto madre, e incluso, se perpetúan como verdades del ser tal. La maternidad se asociado a los proyectos personales, a la vida en sociedad y al desarrollo del yo, se nos empuja a concretar solo este papel para concebirnos y respetarnos como mujer plena.

Así, toda mujer no madre y que no pretenda serlo, se vuelve una amenaza para la hegemonía servicial a la estructura predominante, y no da espacio para el reconocimiento de dicha diversidad, invisibilizando cualquier otro ser distinto al ser madre. Pues la diversidad no sirve, no genera servicios de cuidado, no se reproduce ni se encarga de lo doméstico para producir y sostener la fuerza del trabajo.

Por otro lado, la mujer madre que no está dispuesta a seguir el modelo de maternidad patriarcal, corre la misma suerte, ya que no cumple con aquello mínimo que el sistema espera de ella, pues se levanta revolucionaria, volviendo su espacio natural en un lugar de lucha. Deconstruye su rol, y revindica su función y trascendencia, con eso, desmorona el manto de la irrelevancia y vuelve su espacio, uno profundamente político, de importancia y al que hay que otorgar valor.

Es a raíz de estas idea que cabe reflexionar sobre lo revolucionaria que es la reivindicación de la autonomía de nuestros cuerpos, y de cómo la decisión a conciencia de nuestro “ser madre” se vuelve también una forma de subvertir ese lugar en el que la sociedad nos ha puesto. Para esto, la educación sexual y el acceso al aborto libre, seguro y gratuito, se vuelven elementos claves a la hora de hablar de emanciparnos. La lucha por el derecho a decidir no es solo por un legítimo derecho individual, sino que es también el símbolo de una lucha colectiva y el reconocimiento social de que podemos elegir ser madres, y podemos decidir ser una cosa distinta ello.

Francisca Millán