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De fútbol y algo más: Se juega como se vive

Por: Pavel Piña | Publicado: 15.08.2019
A muchos de nosotros el fútbol nos permitió vencer la timidez, hacer amigos y sentirnos acogidos en un colegio o en un barrio distinto. Recuerdo los compañeros nuevos saliendo al patio en el recreo y regresar a la clase de matemáticas abrazados y entre risas, junto a los alumnos a los que tan solo minutos atrás ni siquiera se atrevían a saludar. O bajarme del auto y correr a la plaza a jugar con mis nuevos vecinos cuando nos cambiamos a una pequeña casa que quedaba en La Florida.

“Niño, deja ya de joder con la pelota”. 

Esos locos bajitos, Joan Manuel Serrat

Mis primeros recuerdos sobre el fútbol son de cuando era niño, jugando a la pelota en cada uno de los recreos del colegio y luego en la plaza. Desde que llegaba de clases hasta que mi vieja iba a buscarme entre los gritos de todas las mamás que estaban en lo mismo, cuando ya caía la noche y, siendo sinceros, ya de la pelota veíamos poco y nada. Eternas jornadas de pura diversión en “el reino de la lealtad humana ejercida al aire libre”, como dijera Gramsci. 

A muchos de nosotros el fútbol nos permitió vencer la timidez, hacer amigos y sentirnos acogidos en un colegio o en un barrio distinto. Recuerdo los compañeros nuevos saliendo al patio en el recreo y regresar a la clase de matemáticas abrazados y entre risas, junto a los alumnos a los que tan solo minutos atrás ni siquiera se atrevían a saludar. O bajarme del auto y correr a la plaza a jugar con mis nuevos vecinos cuando nos cambiamos a una pequeña casa que quedaba en La Florida. Esa es una de las grandes razones por las cuales amamos el fútbol, porque más allá de su innegable belleza, nos abrió un sinnúmero de puertas y nos presentó a montón de personas que con los años se transformaron también en grandes amigos.

El fútbol es también una parte importante de lo que se siente como identidad. Sabemos que en muchos pueblos este lindo deporte marca a fuego a sus habitantes, por ahí están los que aseguran que “se juega como se vive”. También las identidades familiares se constituyen a partir del fútbol, así, al llegar un nuevo integrante rápidamente se le compra la camiseta y, dependiendo del fanatismo de los padres, se le prepara para su primer partido: “caminaremos tomados de la mano desde el centro del parque Ledezma hasta la tribuna de Casa Amarilla”, nos cuentan en el libro infantil La primera vez que fui a la Bombonera, sobre el pequeño Dieguito yendo a su primer partido contra River.

Lamentablemente el fútbol ha seguido los pasos del resto de las áreas de nuestra sociedad en las que el mercado ha terminado por dominar y determinar su accionar. Así, a propósito de una arremetida político-empresarial de la que aún nos queda mucho por comprender e investigar, se terminó por quitarle los clubes a sus legítimos dueños, sus socios. Se transformaron en sociedades anónimas con todo lo que ello significa: subieron los precios de las entradas y de las camisetas; la compra de entradas se complejizó, llegando incluso a prohibir el ingreso de menores de edad a las localidades más económicas. Se llegó en algún momento hasta al punto de que no era posible ni siquiera ver los goles de tu equipo por televisión abierta. Hoy, además, resulta impensado jugar fútbol sin pagar el arriendo de una cancha. 

Todo lo anterior ha generado diversas consecuencias, como que nos resulte común que los niños prefieran jugar en sus casas en consolas de videojuegos, mientras Chile se convierte en uno de los países con mayores problemas de sedentarismo y con niveles de obesidad escandalosos. 

Por otro lado, resultado de la lejanía que se produjo hacia nuestro fútbol, las encuestas nos muestran año a año, el absurdo aumento de las preferencias de chilenos y chilenas que se sienten más hinchas de equipos extranjeros que de los equipos nacionales.

Pero no todo es negativo. Existen muchos hinchas que trabajan de manera desinteresada, pero lamentablemente con poca cobertura por generar espacios culturales, sociales y deportivos, aprovechando el potencial del fútbol como una herramienta de transformación. Por una parte muchas escuelas populares de fútbol, como las organizadas por clubes como De Cuneta en la que hacen deporte de manera gratuita chicos de todas las edades, o en las ramas y filiales del CSD Colo-Colo en la que participan más de 1 000 chicos y chicas. La importancia de esto es vital más allá del ejercicio, porque como dice Álvaro Campos en su libro Colocolino: “Por eso es tan importante que los niños practiquen el fútbol desde chicos, porque es entre los 4 banderines del córner donde se aprende a ganar y perder, tal vez las dos lecciones (porque son dos y no una) más útiles en la vida”. 

Actualmente, en tiempos que muchos hablan contra la violencia en el fútbol, iniciativas de este tipo, enfocadas en la infancia, son las que creemos nos entregan una respuesta a este mal que nos acompaña hace ya varios años. A la violencia no se le va a ganar con más represión, sino construyendo entre todos y todas una nueva cultura, en la que veamos al rival como rival y no como enemigo, en que el Estado dirija esfuerzos importantes, serios y sistemáticos al fomento del deporte y que los clubes recuperen el rol social y de contención que alguna vez tuvieron, ya que poseen una potencialidad que pocos espacios tienen. Ese es el gran desafío, porque tal como aseguraba José Luis Amalfitani, presidente de Vélez Sarfield (Argentina) durante más de 30 años: “Cada chico ganado a la calle es un título obtenido”.

Pavel Piña