Avisos Legales
Opinión

Eliminación de la notas: ¿El tiempo está a favor de los pequeños?

Por: José Miguel Olave Astorga | Publicado: 13.09.2019
Eliminación de la notas: ¿El tiempo está a favor de los pequeños? Imagen referencial. / Fuente: Agencia Uno. | Imagen referencial. / Fuente: Agencia Uno.
Este tipo de iniciativas no están aisladas y corren con un viento de primavera que, de manera optimista, es a favor de los pequeños. Sin embargo, este mundo aún es de los adultos, y queda aún mucho por hacer. Aquello que si me atrevo a decir es que no dejaremos de llevar a los niños y niñas a la escuela, allí seguirán trabajando, haciendo tareas y evaluaciones. Esperamos que pronto no sea por notas.

La aprobación del proyecto de ley que busca eliminar las notas en los niveles de primero a cuarto básico, llevado adelante por la comisión de Educación del Senado, abre una serie de preguntas sobre los porqués de esta iniciativa, las posibilidades y, por supuesto, sus principales obstáculos.

Es importante destacar que la entrada al sistema escolar de niñas y niños viene acompañada de la aceptación de normas prácticas y significaciones sociales. En particular, es sabido que dentro de la escuela hay competencia, cosa que no es de extrañarnos ya que la escuela es también el reflejo de nuestra sociedad, nos guste o no.  Así, las calificaciones regulan el flujo de los y las estudiantes, generando agobio normalizado en los y las niñas, porque son la medida que clasifica a aquellos que podrán seguir compitiendo y quienes se quedaran en ligas menores.

La investigación respecto a este tema informa que al tiempo de dejar la educación parvularia y con pocas consideraciones de articulación, los niños y niñas comienzan a correr por una décima, por una nota, significan el color rojo y el azul y reconocen beneficios en esas calificaciones, también se ofrecen de semaneros/as, o para bailar en fiestas patrias y acumular décimas, todo sea por una nota. En este sentido es que las notas son el mensaje de aviso que alerta de aquello que son y deben dejar de ser. En palabras simples: “dejen de jugar y pónganse a trabajar”.

La escolarización es dejar de ser niños y niñas y acelerar el paso a ser adultos. Las notas se vacían de aprendizaje y convierten rápidamente a los estudiantes en pequeños jornales a cambio de calificaciones en retribución al esfuerzo, tal como harán luego en su vida económica activa. Los adultos, en este juego, alentamos este sistema, premiándolos con agasajos de fin de semana por el siete que se sacó. Por tanto, no es de extrañar que se defienda mantener este sistema cuantitativo ya que refirma la idea social instalada de máxima productividad.

Otro aspecto poco visible es cómo aparecen las etiquetas: “yo soy un cuatro”, “yo soy un cinco” o “yo soy un siete”. Entonces, la voluntad de obligarse a ser alguien aparece fuertemente, a fin de sacrificar su tiempo de ser niños por la promesa de futuro que la escuela lleva consigo.

Otro aspecto importante es creer que las escuelas no pueden existir sin notas. Es el argumento de la tradición, que siempre opaca otras formas de educar, otras formas de vivir.

Los que impulsan este proceso alternativo también creen que puede existir un sistema de evaluación alternativo al SIMCE, y que las escuelas con sus docentes pueden generar sistemas auténticos y basados en la confianza, que puedan informar de mejor manera aquello que es importante de aprender y ser evaluado. En palabras simples, entre el fin de las notas que jerarquizan a los estudiantes y el SIMCE como sistema ordenador de escuelas mejores y peores, evaluación sin notas es un camino alternativo, que mira al otro/a como un niño/a en toda su plenitud.

Entonces, la entrada al Senado del proyecto de ley puede ser un aviso que existe otra forma de educar a nuestras niñas y niños, donde se pone al centro los derechos del niño de educarse, junto con el derecho a jugar, tener amigos, aprender de todo, vivir felices de manera íntegra, sin dejar de ser niños o niñas en ese intento, tal como lo relatan los propios apoderados que viven esta experiencia sin notas.

Lo que plantea el proyecto de ley es un esfuerzo para que la escuela y el campo evaluativo se pongan al servicio de este enfoque basado en la niñez. Es decir, que los instrumentos de registro de base cualitativa, pongan el ojo en la progresión de toda aquella diversidad de aprendizajes que desarrollan los estudiantes en la experiencia educativa, y no sólo represente un pequeño grupo seleccionado de notas que se pueden cuantificar.

Entonces, el desafío es para el sistema educativo y no para los niños y niñas, para que sus profesores y profesoras se formen debidamente y puedan implementar un cambio como al que se aspira. Que se pueda articular el paso de educación parvularia, básica y media. Que las instituciones del estado entreguen herramientas a los docentes y a las escuelas para articular no sólo esta iniciativa, sino la serie de normativas que desde hace tiempo soplan en el sistema escolar. Por nombrar algunas, la Ley de Inclusión Escolar (ley 20.845), el Decreto 170 sobre los Programas de Integración Escolar; y la aplicación desde este año del Decreto 67 sobre evaluación y promoción en las escuelas, que pone al centro la evaluación formativa, la articulación entre calificaciones y prioridades curriculares y, especialmente, la diversificación de la evaluación.

En suma, este tipo de iniciativas no están aisladas y corren con un viento de primavera que, de manera optimista, es un tiempo a favor de los pequeños. Sin embargo, este mundo aún es de los adultos, y queda aún mucho por hacer. Aquello que si me atrevo a decir es que no dejaremos de llevar a los niños y niñas a la escuela, allí seguirán trabajando, haciendo tareas y evaluaciones. Esperamos que pronto no sea por notas.

José Miguel Olave Astorga