Avisos Legales
Opinión

La invisibilidad a las familias lesbianas

Por: Érika Montecinos Urrea | Publicado: 17.09.2019
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¿Por qué entonces no se habla de ellas? ¿Por qué opera esta (in) voluntaria operación de negar su existencia y solo hablar de un deseo futuro de las parejas lesbomaternales y homopaternales de tener hijos e hijas? ¿Por qué el parlamento se niega a reconocer estas realidades?

El día anterior se produjo una coincidencia cuando leía un libro editado hace unos años y titulado “La Lesbiana perversa” de la ahora diputada y activista española, Beatriz Gimeno y las declaraciones del presidente de la cámara de Diputados, el DC Iván Flores, quien en tanto indicaba en un programa de televisión que no le parecía normal la adopción por parte de parejas homosexuales.

Hice el cruce porque justamente el libro de Gimeno trata sobre un juicio a una mujer lesbiana que se le acusó injustamente de un crimen a una adolescente que no había cometido y cómo fue el tratamiento que hizo de manera lesbofobica la prensa española entre fines de los 90s e inicios del milenio. La malograda joven asesinada resultaba ser nada menos que la hija que había co-criado con otra mujer en una relación lésbica. En un capítulo del libro se habla de cómo operó la invisibilización a la familia lesbiana, puesto que la supuesta acusada – a quien años después se le levantaron todos los cargos al encontrar al verdadero asesino de la joven de 17 años-, tuvo una familia lesbomaternal que hasta antes del crimen, era feliz.  Junto con siquiera mencionar “relación lesbiana” en ninguna nota de prensa en esa época, dice la autora, se quiso bajar el perfil a la existencia de una familia que no era la heterosexual, sino una diversa, alejada de los designios patriarcales que operan en el sistema.

Y me hizo mucho sentido, ya que precisamente se intenta a través de la desinformación o simple ignorancia, desconocer la existencia de esas familias: parejas que co-crian, niños y niñas que ya están siendo educados en el seno de una familia lesbomaternal y que crecen con normalidad. En Chile han dado su testimonio en innumerables ocasiones, como aquella conformada por una pareja lésbica en Rancagua, cuyo hijo criado por ambas obtuvo el puntaje nacional en la PSU y fue parte de los titulares hace un tiempo. Y otras tantas en diversos medios de comunicación, donde cuentan sus problemáticas mas relacionadas con el tema del no reconocimiento de sus maternidades, es decir, la inexistencia de sus derechos de filiación con sus hijos e hijas concebidos a través de tratamientos de inseminación asistida.

¿Por qué entonces no se habla de ellas? ¿Por qué opera esta (in) voluntaria operación de negar su existencia y solo hablar de un deseo futuro de las parejas lesbomaternales y homopaternales de tener hijos e hijas? ¿Por qué el parlamento se niega a reconocer estas realidades? En primer lugar, como también escribió la autora mencionada, reconocerlas implica hablar de relaciones estables y duraderas que destruyen de manera completa el estereotipo y prejuicio que hacen conservadores sobre nuestras relaciones: condenadas a la promiscuidad, la inestabilidad o a la incapacidad” de reproducirnos. Como segundo punto, sería reconocer que dos mujeres pueden tener hijos y criarlos sin la necesidad o asistencia de un hombre, que en esta sociedad profundamente patriarcal, es una bofetada peligrosa para la continuidad del orden imperante y por tanto, de la especie. Y tercero, implica destruir la creencia que las parejas del mismo sexo, sobre todo lesbianas, no solo pueden conformar familia a través de la adopción, sino que hay otras vías totalmente ignoradas por la sociedad en general.

El estudio Ser lesbiana en Chile 2018 de la Agrupación Lésbica Rompiendo el Silencio, reveló que cerca del 15 %  de las encuestadas, ha optado por la maternidad y ante la pregunta, de dónde provienen esos hijos, un 18 % indicó que de relaciones heterosexuales anteriores, seguida por un 5 % que lo hizo a través de inseminación. Las lesbianas que han optado por la maternidad, siempre se las han arreglado para criar o co-criar con los hijos de su compañera (las denominadas “familias lésbicas ensambladas”), u optando por  estas técnicas que lamentablemente aún son elitistas por su costo en el sistema de salud privado, pero de una u otra manera, desde siempre han conformado familias. Otra cosa es que no se las reconozca como tal o se las silencie, se las invisibilice, se las margine de sus legitimos derechos. Al menos en junio pasado, el Senado aprobó la idea de legislar por los derechos de filiación de hijos e hijas de parejas del mismo sexo después de tres años de ingresado el proyecto por las organizaciones lesbofeministas. Una injusticia histórica que crece más aún cuando autoridades representativas argumentan en contra de realidades que ya conviven entre nosotres.

Érika Montecinos Urrea