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Greta no tiene la culpa

Por: Richard Sandoval | Publicado: 24.09.2019
Greta no tiene la culpa greta1 |
El cambio climático no es una competencia contra una voz crítica que molesta por a, b y c; es una competencia contra los estados y su relación con los mercados que ha provocado esta especie de Apocalipsis. Greta no es el Apocalipsis. Es una voz en su contra, más allá de la ideología que algunos le piden para poder aplaudirla.

Basta con los insultos a Greta. El mundo se está acabando, las especies desaparecen, los ríos se secan, los animales mueren, una niña decide enfrentar al poder, levantar movilizaciones juveniles en el mundo, y lo que deciden ciertos sectores y liderazgos es atacarla a ella, como símbolo de lo que molesta en la guerra contra el calentamiento global. Es una pérdida de tiempo y, a la vez, una estupidez. Pero también es una falta de respeto. 

La ningunean porque es una niña, trollean su carácter y hasta su cuerpo por ser Asperguer, sospechan del interés corporativo que la sustenta, especulan sobre el privilegio de su origen europeo, y la comparan con sus propios referentes como reacción a un liderazgo que les cae mal, como si se tratara de una competencia. Por un lado, apuntan que no se puede tomar en serio a una niña de 16 años, los mismos que dicen que una niña de 16 sí está preparada para tener responsabilidad penal y tener un hijo producto de una violación. Y, por el otro, los mismos que abogan porque los adolescentes de 16 tengan derecho a voto, invalidan su capacidad de discernir sobre los aportes que recibe y el uso que les da.

Loco, déjenla tranquila. El cambio climático no es una competencia contra una voz crítica que molesta por a, b y c; es una competencia contra los estados y su relación con los mercados que ha provocado esta especie de Apocalipsis. Greta no es el Apocalipsis. Es una voz en su contra, más allá de la ideología que algunos le piden para poder aplaudirla.

Greta no es ningún mesías. Greta no es la llave contra el cambio climático, tampoco hay que tragarse esa idea tan mediática, la de los sistemas que se unen a una suerte de moda con que se queda bien. Nadie, ningún liderazgo en solitario, es capaz de hacer frente a décadas de industrialización capitalista que el único objetivo que ha tenido ha sido generar riquezas para el capital, dejando comunidades con hambre y sed. Nadie, por si solo, va a detener la contaminación en las escuelas de Quintero y Puchuncaví. Nadie, en soledad, apagará incendios, bajará la temperatura y salvará glaciares. Es un esfuerzo conjunto en el que la voz de Greta es un aporte, un símbolo, una figura que incomoda, más allá de los alcances y efectos concretos que pueda tener esa incomodidad.

Sin duda que Greta no es la única, ni menos la más importante. Con decir que estos mismos días Rodrigo Mondaca ganó el premio internacional de derechos humanos de Nuremberg 2019, por su constante lucha por el derecho al agua en Petorca, donde las personas están teniendo menos agua que el negocio de las paltas. Con decir que este fin de semana hubo decenas de detenidos en una marcha en La Ligua, que pasó piola. Cómo no mencionar a Macarena Valdés, activista medioambiental que hizo noticia esta semana al conocerse el informe del perito de la corte penal internacional que refuerza la tesis del homicidio. Cómo no mencionar a Camilo Catrillanca, a Alejandro Castro; a Berta Cáceres, líder medioambiental asesinada en Honduras, pese a que la Corte había obligado al gobierno a darle protección policial. Cómo no pensar en los cientos de dirigentes indígenas, contrahegemónicos, que han sido asesinados en Colombia, en México, por ejercer su derecho a la protesta.

Pero todos estos liderazgos, no el de Greta, ni el de los más invisibilizados referentes que luchan desde abajo, invalidan al resto. Son espacios de disputa, y pretender enlodar alguno, por sospecha y distancia del propio pensamiento político, es, a lo menos, mezquino.

Hoy, quienes no están en la vereda negacionista de Trump y Bolsonaro, quienes sí ven la realidad, lo que hemos provocado con este capitalismo salvaje, deberían quedarse con el eje de las palabras de Greta, más allá de su edad, de su apariencia, de su piel blanca y linaje escandinavo. “¿Cómo se atreven?”, les dijo a los lideres del mundo, despreciando con la mirada al líder estadounidense. “Nos están fallando, pero los jóvenes están empezando a entender su traición”, agregó emocionada al reconocer que esta lucha le quitó su niñez.

Ese es el foco de la noticia, más allá del resquemor que a veces parece tan identitario. Son solo los liderazgos como el de Greta y de todos los anónimos que combaten en el mundo, frente a policías, empresarios violentistas, chantajes y amenazas, los que pueden mover al poder a hacer algo concreto, más que pedir disculpas vacías como hizo Piñera en Nueva York, para evitar que el aumento de la temperatura global por emisiones contaminantes sea menor a 1,5 grados respecto a los registros previos a la era industrial, para evitar que el nivel mar siga subiendo al ritmo de 5 mm. por año, como lo ha hecho desde 2014. Pero si seguimos atacando a Greta y no a su objetivo de disputa, capaz que se nos acabe el mundo en una discusión que aparece inoficiosa.

Richard Sandoval