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Opinión

Peligro digital: “uberización”, “zoomización” y control

Por: Adolfo Estrella | Publicado: 30.06.2020
Peligro digital: “uberización”, “zoomización” y control |
La “uberización” y la “zoomización” de las relaciones laborales significará la pérdida de derechos y una fragmentación de la fuerza de trabajo que requerirá de la invención de nuevas formas de apoyo mutuo y defensa de clase, luchando por conciliar distancia social con cercanía comunitaria.
  1. Un grupo de personas, de España y Francia, han firmado un manifiesto contra la expansión de las formas digitales de control y disciplina social intensificadas con la excusa de la pandemia. No se trata de tecno fobia, sino de una advertencia de que la tecnologización digital, dirigida por el mundo de las grandes empresas, como sustituto de los vínculos sociales y laborales presenciales, acarrea serios peligros para la autonomía individual y colectiva y, por lo tanto, para la democracia. Es necesario producir discursos críticos frente a la euforia digital y a la tecno filia dominante, así como favorecer la vigilancia estatal y comunitaria frente a sus excesos. La digitalización universal no es el destino natural de nuestras sociedades.
  2. La pandemia, más allá de sus amenazas biológicas, es una amenaza ideológica, síquica y política. Se ha instalado el miedo al contacto para evitar el contagio. Contacto y contagio tienen la misma raíz. Constituimos, durante la pandemia, cada uno para el otro la posibilidad, de probabilidad incierta, de contagio. Los cuerpos de los otros son sospechosos, porque esconden el riesgo de hacernos daño. El vínculo social se resquebraja.
  3. Es un momento eufórico para el neoliberalismo individualista que ya no tiene que separarnos con su ideología de la competencia económica, el temor al delincuente u otras formas de la distancia y de la desconfianza. Nos distanciamos, por imposición y/o voluntad propia, no de otros específicos, sino de cualquier otro, de todos los otros. Eso es una pandemia que, en una primera acepción, puede significar algo que afecta a todo el pueblo (pan=todo; demos=pueblo) y, en una segunda acepción, alude aquello daña a todos (damnun=daño).
  4. Estamos entrando de lleno y de forma vertiginosa en una mutación sustancial de los modos de nuestros intercambios sociales, a partir del uso intensivo y universal de las redes informáticas. Nos distanciamos físicamente y nos acercamos digitalmente. Las redes digitales aparecen como sustitutas, asépticas, de los contactos corporales. Disponemos de un sinnúmero de recursos tecnológicos que nos permiten trabajar e interactuar, sin distancias sanitarias pero alejados de los otros. En poco tiempo de enclaustramiento comenzamos a sustituir con cierta naturalidad las relaciones analógicas y conjuntivas, corporales, por otras digitales y conectivas. El proceso ya venía de antes pero el colapso pandémico lo intensifica sin límites.
  5. Esta peste modificará sustancialmente nuestra forma de estar juntos. Favorecerá el avance en la digitalización universal y normalizada de nuestras relaciones con el mundo. ZOOM, Whatsapp, email, Skype y otros centenares de aplicaciones o plataformas intensificaran la mediación tecnológica de nuestros vínculos sociales, culturales, laborales, educativos, eróticos, etc. El “capitalismo de plataformas” avanza sin cortapisas mientras la digitalización de los vínculos sociales sirva para construir mercados extensos.
  6. Esta digitalización, reforzada por la pandemia, contiene dos buenas noticias y, por ahora, seis malas. La primera buena es que, a pesar del aislamiento, podemos seguir interactuando “casi” como antes. Con un mínimo de destreza tecnológica somos capaces de remedar o simular muchos de los intercambios que nos permitían vivir socialmente. Los lazos sociales se pueden mantener y tenemos la sensación de que todavía constituimos un “nosotros” vivo. La simulación digital de muchos procesos sociales nos consuela frente a la pérdida de los vínculos corporales.
  7. La segunda buena es que el confinamiento ha desatado redes de creatividad y solidaridad a escala local y planetaria. El aumento de los intercambios digitales, junto con un aumento exponencial de la información, hace crecer las probabilidades, por interacción entre diversidades, de la “aparición de lo nuevo” y la emergencia de modos experimentales e imaginativos de enfrentar lo que se nos viene encima.
  8. La primera mala noticia es que los intercambios a través de las redes digitales, aunque son “casi” como los corporales, no son ni serán nunca iguales. Digitalizar es codificar y codificar implica una reducción de la riqueza del mundo. Franco Birardi distingue entre las relaciones conjuntivas (propias del mundo de los cuerpos y sus sensibilidades, del amor, el erotismo y las pasiones) y las relaciones conectivas (propias del mundo de las pantallas, los interfaces, los mediadores tecnológicos). Al intensificar nuestra vida en estos espacios “estamos perdiendo la capacidad para detectar lo indetectable, para leer los signos invisibles y para sentir los signos de placer o sufrimiento del otro”. El mundo digital es un mundo “pantalla”, sin sensibilidad, sin piel y sin olores, sin vibraciones corporales. Por supuesto, que aparecerán, tarde o temprano, la tecnología que lo sustituya, en realidad ya existe la llamada tecnología háptica, pero sólo como remedo y simulacro.
  9. La segunda mala noticia es la extensión salvaje e imparable de la “uberización” (movilidad productiva) y “zoomización” (inmovilidad productiva) y sus variadas combinaciones en las relaciones laborales. La externalización de procesos y la subcontratación de fuerza laboral, junto con la transformación de las empresas en “plataformas” semi anónimas y semi invisibles, en crecimiento constante durante las últimas décadas, llegará a su apogeo durante los próximos años. La inmediata y espontánea extensión del trabajo a distancia profundizará, de manera dramática, la “distancia social” y el quiebre de las solidaridades. La “uberización” y la “zoomización” universal de las relaciones laborales significará la pérdida de derechos y una fragmentación de la fuerza de trabajo que requerirá de la invención de nuevas formas de apoyo mutuo y defensa de clase, luchando por conciliar distancia social con cercanía comunitaria.
  10. La tercera mala noticia: los ejemplos chino y coreano, muestran peligros de control y disciplina incalculables derivados de la expansión del tejido conectivo digital. Las mismas conexiones digitales que sirven para expandir nuestros vínculos serán los medios para control y disciplinamiento individual y colectivo. El control bio-político poblacional campa a sus anchas y, en particular, a través del uso contrainsurgente de la pandemia y la digitalización correspondiente en sociedades que previamente se encontraban viviendo procesos de conflicto social abiertos. Al usar las redes dejamos huellas de nuestro paso por ahí, voluntarias o involuntarias. Y las huellas serán leídas y olfateadas por los sabuesos policiales, militares y civiles entrenados para ello. La sociedad orwelliana está a la vuelta de la esquina.
  11. Relacionada con la anterior, la cuarta mala noticia es que el miedo generado por la epidemia lleve a la aceptación pasiva o la llamada directa a formas autoritarias de protección política y militar, presencial y digital, junto con la tolerancia de políticas de darwinismo social como las que han prevalecido en varios países con los infectados de mayor edad.
  12. La quinta mala noticia es que la red digital es frágil como cualquier constructo humano. Esta red es un dispositivo sociotecnológico artificial complejo, dependiente de otros muchos insumos tecnológicos y energéticos, que corre el riesgo de saturarse por uso intensivo y/o por ataques de fuerzas en pugna. Nada ni nadie puede garantizar su supervivencia como red universal de intercambios. Además, quienes tienen la capacidad de conectarnos tienen también la capacidad de desconectarnos.
  13. La sexta mala noticia es que la crisis ecológica y energética sigue su curso debajo y entrelazada con la pandemia. Ni la contaminación generalizada, ni la crisis climática, ni la pérdida de biodiversidad, ni el agotamiento de los combustibles fósiles se detendrán. Al contrario, se desarrollarán bucles de retroalimentación impredecibles y aparecerán nuevos eventos catastróficos tal como fue la extensión de esta peste. No son buenos tiempos.
Adolfo Estrella