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Opinión

¿Pelea de ladrones?

Por: Carlos Cea | Publicado: 02.08.2020
¿Pelea de ladrones? | /Agencia Uno
Lo que en ningún caso es irónico, sino manifiesto y literal, es que hoy, por primera vez, los trabajadores han logrado acceder a sus propios ahorros, y ello se da en una coyuntura inédita, en que por primera vez están peleados el gobierno, el Parlamento y las AFP. El proverbio árabe crece y se nos antoja dos veces sabio.

Hay un sabio proverbio árabe que dice: Cuando se pelean los ladrones, aparece el botín.

El problema es que casi siempre la pelea dura poco. O, al menos, no lo suficiente como para recuperar los abyectos frutos del desembozado y ya atávico latrocinio normalizado por nuestras orgullosas tradiciones cleptocráticas.

Por interno me recuerdan que, en la línea de tiempo, Chile Vamos tambaleó varias veces por culpa de matices valóricos, primarias abortadas, cuoteos desbalanceados, refichajes brujos, corrupción y también por causa de sus liderazgos más o menos tóxicos; pero siempre fue capaz de reagruparse con presteza al calor de una nueva entente electoral, olvidando el disenso y los garrotes ante la vista y el olor de la zanahoria. Pendencieros por naturaleza y contrarios al divorcio por convicción, los socios derechistas pelearon y se reconciliaron tantas veces como cambiaron nombre a su remendada coalición, siempre apelando al concepto del patriotismo, aunque con una vocación taxativamente sectorial.

Al fin, sólo escaramuzas y rasmilladuras, propias de quien, a buen recaudo, cree deshojar la margarita del poder empuñando una áspera nomeolvides. Pero ahora es diferente: sólo cuando la alcancía que financia sus campañas y sinecuras se vio amenazada, hubo motivo suficiente para enemistarse de verdad. Al trasluz de pataletas y chantajes inenarrables, asomó la fractura expuesta.

¿Tan emblemáticas son las AFP para la derecha?

Muchos sindican al segundo piso de La Moneda como el responsable de sostener una política acomodaticia a los intereses de los grupos económicos, en detrimento de todo lo provechoso para la sociedad civil: lo que es bueno para el gobierno, es malo para el país, reza el axioma. También para muchos, esta segunda oportunidad de la derecha al volver con Piñera al poder representó la posibilidad de capitalizar la división opositora eternizando un modelo construido a partir de los dineros previsionales, tan fáciles de cosechar mes a mes para las administradoras y tan difíciles de retirar para los trabajadores.

Al parecer, las AFP producen un fenómeno de chorreo inverso: así como la alegoría del chorreo consiste en que el consumo y despilfarro voluntario de los ricos, promete salpicar de beneficiosas gotas, comparables con propinas, a los pobres; a la inversa, las AFP, han obtenido por la fuerza recursos desde los bolsillos de millones de cotizantes pobres para redituar en forma fácil y segura a acaudalados inversionistas.

La tensión era evidente: la mayor parte del país impulsando el cambio hacia un nuevo modelo previsional orientado a la seguridad social, y la administración Piñera empujando para perpetuar el viejo modelo e intensificar su objetivo de generar lucro privado, capaz de controlar además la cocina legislativa.

Uno de los catalizadores de la rebelión popular fue la reforma previsional del piñerismo recalentado, que sólo pone más recursos en manos de las AFP, financiando con impuestos regresivos un esquema que subsidia negocios particulares, estableciendo además leyes de amarre.

La reforma del bacheletismo tendente a un sistema de pensiones mixto fue saboteada por Chile Vamos (que, en ese tiempo, gracias al abstencionismo electoral, todavía iba; hoy, ya fueron).

Apenas asumió Piñera, en 2018, comenzó a presionar para sacar adelante una reforma previsional de naturaleza opuesta a la que se impulsa actualmente. Así, el 9 de octubre de 2019 se aprobó en comisión parlamentaria la forzada reforma de pensiones, siendo rechazada la indicación que permitía el retiro parcial de fondos por parte de los trabajadores bajo circunstancias específicas… y el 22 de octubre se iba a votar su promulgación en el Senado; instancia que nunca llegó, porque la rebelión estalló antes.

Por décadas, la masa ciudadana se ha percibido (y declarado) a sí misma como víctima de un robo descarado, cuyos perpetradores son: el gobierno, el Parlamento, los gremios empresariales, las AFP y el Poder Judicial, incluyendo a un brazo más pinochetista: el Tribunal Constitucional.

Nutridos son los argumentos técnicos, lógicos y emocionales que sustentan esa infausta percepción, aunque las sillas musicales, la abusiva rotación y los conflictos de interés juegan un rol fundamental en la abismante pérdida de confianza y el descrédito de nuestros jueces, grandes empresarios, economistas y políticos, cuya conducta profesional es considerada venal, promiscua y crecientemente impúdica.

Parece haber un estatuto tácito, pero infalible a la vez, para medrar sin mérito, pero también sin parar, filtrándose por los intersticios de la política y los negocios: fiscal que se arrodilla ante un ministro de Estado, tendrá como premio un trabajo en el gobierno; alcalde(sa) derrotado(a) en las urnas, tendrá un cupo preferencial para alcanzar un escaño en el Congreso; diputado(a) que pierde su reelección, tendrá como premio un Ministerio; a senador(a) de la República retirado(a) y a ministro(a) de Estado cesante, les espera un sitial en el directorio de un consorcio o de una AFP.

Todes felices; y también forrades.

Así ha operado la fronda tecno-aristocrática de una democracia apenas nominal.

Dado este contexto, resulta irónico que ninguna Iglesia haya denunciado una crisis moral, como sí lo hicieron en los años 90 cuando, en el deshielo de la transición, la juventud se mostró más juguetona y hedonista de lo que fuimos quienes crecimos en dictadura.

Y también resulta irónico que se insista en que nadie vio venir un estallido.

Lo que en ningún caso es irónico, sino manifiesto y literal, es que hoy, por primera vez, los trabajadores han logrado acceder a sus propios ahorros, y ello se da en una coyuntura inédita, en que por primera vez están peleados el gobierno, el Parlamento y las AFP.

El proverbio árabe crece y se nos antoja dos veces sabio.

Carlos Cea