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Opinión

Figueroa y su burbuja obstinada

Por: Romina Anahí | Publicado: 17.11.2020
Figueroa y su burbuja obstinada Ministro de Educación, Raúl Figueroa | Agencia Uno
“Sigamos aprendiendo” es el nombre del nuevo intento desesperado de Raúl Figueroa (el ministro) por insistir en ese ideal y eterno retorno que existe en su universo paralelo, envuelto en una burbuja obstinada e impermeable ante la verdad. Sí, el mismo personaje que hace tiempo nos faltó tremendamente el respeto diciendo que los y las docentes “no queremos volver a clases porque estamos derechamente cómodos”.

Recuerdo que hace varios años ya, en una querida e inolvidable teleserie nacional había un personaje que hasta hoy sigue en la memoria colectiva. Era un alcalde muy particular llamado Federico, cuya mayor ambición era inaugurar el cementerio de su pueblo, sin importar los costos que hubiese que pagar para lograrlo. Lo primero que se podría pensar es que algo como eso solamente se daría en una historia inventada, pues no es posible que una autoridad sea tan inescrupulosa y que llegue al punto de arriesgar las vidas de su gente con tal de demostrar lo poderoso e influyente que es. Sin embargo, dicen que hay ocasiones en las que la realidad supera la ficción.

Entonces, regreso al presente y el recuerdo es otro: hace poco llegué como un día cualquiera a las redes sociales y, desafortunadamente, me encontré con un video del Ministerio de Educación, una campaña que es un verdadero monumento a la vergüenza ajena. “Sigamos aprendiendo” es el nombre del nuevo intento desesperado de Raúl Figueroa (el ministro) por insistir en ese ideal y eterno retorno que existe en su universo paralelo, envuelto en una burbuja obstinada e impermeable ante la verdad. Sí, el mismo personaje que hace tiempo nos faltó tremendamente el respeto diciendo que los y las docentes “no queremos volver a clases porque estamos derechamente cómodos”. No, señor, no crea que quienes trabajamos en educación nos hemos olvidado de semejante y desacertada declaración.

Yo de verdad me pregunto, al igual que tantos y tantas colegas, por qué esos 300 millones se gastaron en una campaña así, sabiendo lo crítico que ha sido seguir educando en este contexto de pandemia. Momento, hago un reparo. En realidad, el ministro no lo sabe ni lo comprende, porque no está en nuestro rol. ¡Claro! “Pastelero a tus pasteles”, como dicen por ahí. Pienso en mis estudiantes, que han dado un gran esfuerzo con tal de continuar su proceso de aprendizaje. Muchos(as) hoy están desmotivados, otros(as) viviendo lo que significa estar con temor y angustia. Sin embargo, la presencialidad tampoco es opción porque bastan dos dedos de frente para entender que las condiciones no están y sería un riesgo enorme. ¿Acaso esos anuncios insistentes del ministro colaboran en algo? Solamente causan mayor miedo y ansiedad en la población. Pienso en esas madres y esos padres que han vivido en la incertidumbre y la precariedad, pero que también continúan entre sus labores y los roles con sus familias, muchas veces sin saber qué pasará mañana. ¿Acaso esas realidades hay que romantizarlas y ponerlas como un ejemplo a seguir? No, porque precisamente no deberían estar ocurriendo, pero existen. En especial, pienso en mis colegas que han dado todo y más con tal de seguir educando en estos tiempos donde las circunstancias no están a nuestro favor. La carga laboral se ha vuelto más intensa, porque quienes trabajamos en educación sabemos que nuestro quehacer no dura sólo el tiempo de una clase virtual, sino que estamos hablando de muchas horas de planificación, informes, creación de material, tiempo destinado a comunicarse con estudiantes y apoderados(as), revisión de evaluaciones y podría continuar.

Quisiera contarle al ministro que, tal como les pasa a muchos(as) colegas, tengo estudiantes que hasta hoy no tienen acceso a internet. Estudiantes que viven en sectores rurales o que, netamente, no tienen los recursos. En este instante me acuerdo de que una de ellas tiene que atravesar cerros, si quiere comunicarse y no es tarea fácil. Además, sumemos a esto que, los(as) docentes somos quienes durante este tiempo hemos tenido que asumir otros costos. Por ejemplo, hace poco tuve que endeudarme en unas cuantas cuotas para comprar un nuevo notebook, porque el que tenía estaba muy deteriorado y no daba más. De lo contrario, no podría haber seguido haciendo clases y eso también hubiese perjudicado a mis cursos. Es más, si los profesores y profesoras dejáramos de pagar internet tampoco podríamos continuar con esta dinámica a la que ha sido tan complejo adaptarse. Porque, si es que no lo sabía, siempre hemos estado. ¿Por qué esa cantidad de dinero destinada a esa campaña tan fuera de lugar no se pudo utilizar para mejorar la situación de los(as) estudiantes y docentes que tienen problemas de conectividad? ¿De verdad piensa que esto se soluciona con lo presencial? Recordemos que hay una gran cantidad de establecimientos educacionales que no cuentan con la infraestructura idónea para llevar a cabo ese regreso físico que tan desesperadamente anhela. Hablemos de espacio, de cantidad de estudiantes por cursos, de horarios, ¿hace falta seguir? Sin duda, los recursos no están enfocados en las reales prioridades, porque el afán por sobresalir pareciera ser más importante que la realidad misma.

Aquí no podemos hablar de retorno porque nunca nos fuimos, nunca dejamos nuestra labor, pero pareciera que no lo sabe. Póngale música, bombos y platillos a sus campañas, pero la gente sabe que en estas condiciones azarosas, a estas alturas, volver físicamente a las aulas sería una fatalidad y lo digo sin exagerar, sino con conocimiento de causa. ¿Quién realmente debe tomar conciencia de lo que está pasando, ministro?

Romina Anahí
Escritora y profesora.