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Opinión

La mutilación del alma y del cuerpo en la historia de Chile

Por: Elisa Loncon y Belén Villena | Publicado: 24.12.2020
La mutilación del alma y del cuerpo en la historia de Chile | AGENCIA UNO
La nueva Constitución debe garantizar los derechos lingüísticos a todas y todos; la educación tendrá que impulsar el aprendizaje de diferentes lenguas, sobre todo las indígenas. Ello ayudará con creces a la comprensión, el respeto y la sana convivencia entre los pueblos. Es posible terminar con la mutilación del alma de los que hablan o usan otras lenguas; eso requiere de políticas lingüísticas pluralistas para el desarrollo de todas las lenguas, incluyendo las lenguas de señas y las otras que configuran el mundo de los que hoy habitan el “Reino de Chile”. El respeto a los derechos lingüísticos es fundamental para respetar los derechos humanos.

Las mutiladas y mutilados oculares de la última revuelta social chilena son el resultado de una táctica de guerra y de control social, aplicada en este territorio antes de la fundación misma del Estado de Chile. Ya en las primeras décadas de la incursión española en Wallmapu, los españoles cortaban “narices, manos y senos” de las y los mapuche y los enviaban mutilados, de vuelta a sus comunidades. El cuerpo no era sino una extensión del territorio que se quería controlar y un recordatorio constante de los efectos de levantarse contra el poder; mientras que la memoria permanecía secuestrada por el abuso. Esto es lo que Jerónimo de Vivar describe en su Crónica y relación copiosa y verdadera de los reinos de Chile, cuando señala lo que hizo Pedro de Valdivia con los prisioneros mapuche, después de la victoria de los españoles en la batalla de Andalien, el 22 de febrero de 1550: …murieron trescientos indios y prendiéronse más de doscientos. Y de aquéstos mandó el gobernador castigar, que fue cortalles las narices y manos derechas (…). Hecho este castigo, les habló el gobernador a todos juntos, porque había algunos caciques y prencipales, y les dijo y declaró cómo aquello se usaba con ellos porque les había enviado a llamar muchas veces y a requerir con la paz, diciéndoles a lo que venía a esta tierra, y que habían recibido al mensajero, y que no solamente no cumplieron aquello, pero vinieron con mano armada contra nosotros (…) que lo mismo se haría con los demás que no viniesen a dar obediencia y a servir a los españoles. De esta suerte se enviaron estos indios a sus casas para en castigo de ellos y exemplo para los demás [1865, p. 131].

Es lo que también Pedro Mariño de Lovera cuenta –en su Crónica del Reino de Chile– que hicieron las huestes de Pedro de Valdivia cuando fueron acometidas por los mapuche, meses antes de la fundación de la ciudad de Villarrica: …acabaron los españoles de coger a las manos algunos dellos que estaban vivos, y hacían en ellos crueldades indignas de cristianos, cortando a unos las manos; a otros los pies; a otros las narices y oreja, y carrillos; y aun a las mujeres cortaban los pechos, y daban con los niños por aquellos suelos sin piedad… [1988, pp. 249-250].

La Colonia terminó; surgió el Chile independiente, pero esta estrategia se mantuvo, con el nombre de “marcación de indios”, al estilo de las marcas que se les hacían a los animales. Esta era una práctica habitual y utilizada a fines del siglo XIX y principios del XX. Es así como Alamiro Huaquilao, de la zona de Cayupil, provincia de Arauco, relata: Mi abuelito era de Cayucupil, vivían ahí cuando llegaron los franceses; les arriaron con la tierra, los cercaron y no lo dejaron salir más. Cuentan que mi abuelito no aguantó que lo dejaran así y lo tomaron y le cortaron las orejas, le dejaron la parte de arriba no más. Yo lo conocí viejito con sus orejas cortadas [José Bengoa, Historia del pueblo mapuche, 1996, p. 379].

Algo similar le ocurrió a Juan M. Painemal en 1913, cuando fue secuestrado por unos agricultores de Nueva Imperial y marcado a fuego, como si fuera un animal, hecho conocido como la “marcación Painemal”. Lamentablemente, la barbarie que caracterizó el proceso de Conquista contra los pueblos originarios no sólo fue física, sino que también lingüística y cultural. Lo que es peor, fue continuada por los Estados, los que aun en la actualidad la siguen practicando –a veces de manera blanqueada y, otras, sin filtro– directamente contra las personas y contra los pueblos, en regímenes pseudo demócraticos y dictatoriales que defienden los intereses de una minoría, amparados por la política y las Fuerzas Armadas. Hablamos de la violencia lingüística hacia los pueblos indígenas, entendiendo esta última como la mutilación del alma de los mismos, en tanto afectó y sigue afectando directamente la identidad de las personas y de sus comunidades. En el caso de la Nación Mapuche, la lengua mapuzugun se hablaba, durante la Conquista, en todo el Reino de Chile, desde la Ciudad de Coquimbo y sus terminos, hasta las yslas de Chilue y mas adelante, por espacio casi de quatrocientas leguas de Norte a Sur que es la longitud del Reyno de Chile, y desde el pie de la Cordillera grande neuada, hasta la mar, que es el ancho de aquel reyno, por espacio de veynte leguas… [Luis de Valdivia, Arte y gramatica general de la lengua que corre en todo el Reyno de Chile, 1606].

Por ello, entrar al Wallmapu requería hablar la lengua o usar intérpretes. Una vez creado el Estado-Nación chileno, este instauró la práctica de “una lengua para una nación” y las políticas se impusieron únicamente en castellano. Para ser ciudadano o tener cualquier interacción con la institucionalidad chilena había que hablar español, mientras que las otras lenguas fueron borradas y, con ello, los indígenas perdieron el poder de nombrarse y denominar el mundo con su lengua. La lengua es parte de la identidad de las personas, de su cultura, de su alma; es por eso que lastimarlas por medio de sus lenguas es destruir su ser, su mundo, su alma. Bien lo saben los adultos mayores mapuche que fueron maltratados en la escuela por hablar su lengua: recibieron golpes en las manos y lavados de boca con jabón porque hubo profesores y profesoras que consideraban que hablaban sucio; otros fueron arrodillados sobre cereales o piedras, burlados por su manera de hablar. Así fue la violencia lingüística que condujo a la mutilación del alma de los mapuche; ello los llevó a no hablar más su lengua, a no transmitirla a las nuevas generaciones, siendo esta la principal razón por la que se ha perdido el mapuzugun; la mutilación de la lengua se produjo a través de la violencia física, psicológica e, incluso, cognitiva, quedando en el cuerpo mapuche una honda tristeza de la que aún no se libera.  Bien lo dice el poeta Elicura Chihuailaf cuando, en uno de sus poemas (“La llave que nadie ha perdido”), habla que poesía es la tristeza por el muchacho que conserva la lengua pero ha perdido el alma.

Hasta el día de hoy, el Estado de Chile invierte dinero público para castellanizar a todos los pueblos. Aun cuando existe un programa de Educación Intercultural Bilingüe, al no haber una política lingüística plurilingüe, su accionar es débil, más bien simbólico, y la castellanización de las niñas y niños indígenas continúa. Una de las formas más solapada de castellanizar hoy es a través de los Programas de Integración para atender las Necesidades Educativas Especiales (NEE); entre las NEE se tipifican los trastornos de lenguaje y de aprendizaje. Lamentablemente, el Decreto 170 que tipifica los trastornos no establece que el bilingüismo no es una enfermedad; por el contrario, rasgos propios del ser bilingüe son considerados trastornos, entre ellos: dificultades para conjugar verbos, para memorizar palabras, para producir sonidos del español, todos rasgos presentes en las personas con bilingüismo inicial. Y eso no es todo: las pruebas y los instrumentos aplicados para para medir las NEE no tienen pertinencia social ni cultural alguna. Por esta razón, hay comunas donde la mayoría de los niños mapuche están diagnosticados con NEE. En la actualidad, aproximadamente el 10% de los mapuche habla la lengua originaria, y si la lengua se mantiene ha sido únicamente por resistencia comunitaria, familiar. Lo cierto es que la herida al alma continúa marcando a las niñas y niños y es tan profunda, permanente y naturalizada que detenerla requiere de un cambio profundo de paradigma, entre ellos, entender que el bilingüismo no es una enfermedad, que ayuda al desarrollo del lenguaje, que amplía los horizontes culturales, en los mayores retrasa enfermedades mentales, estas son razones ampliamente demostradas por los estudios científicos que tendrán que orientar la nueva política del lenguaje el Chile; pero, además, un Chile plurilingüe hará la diferencia entre la historia de violencia que ha atentado contra los pueblos y un país equipado con diferentes lenguas para comprender la complejidad del mundo actual.

Por todo esto y más, la nueva Constitución debe garantizar los derechos lingüísticos a todas y todos; la educación tendrá que impulsar el aprendizaje de diferentes lenguas, sobre todo las indígenas. Ello ayudará con creces a la comprensión, el respeto y la sana convivencia entre los pueblos. Es posible terminar con la mutilación del alma de los que hablan o usan otras lenguas; eso requiere de políticas lingüísticas pluralistas para el desarrollo de todas las lenguas, incluyendo las lenguas de señas y las otras que configuran el mundo de los que hoy habitan el “Reino de Chile”. El respeto a los derechos lingüísticos es fundamental para respetar los derechos humanos.

Es muy lamentable que hoy, en pleno siglo XXI, los derechos humanos se sigan violando y que los mutilados y marcados no sean sólo mapuche, sino que también los chilenos vistos como una amenaza para el sistema. Debemos ser capaces de terminar con estas violencias respetando los derechos humanos y colectivos de los diversos pueblos que conforman Chile.

Elisa Loncon y Belén Villena
Elisa Loncon es profesora de inglés, magíster en Lingüística, PhD. en Humanidades y doctora en Literatura. Belén Villena es licenciada en Lengua y Literatura, magíster en Lingüística y doctora en Comunicación Lingüística y Mediación Multilingüe.