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Opinión

La droga llegó primero

Por: Miguel Concha | Publicado: 29.12.2020
La droga llegó primero Funeral narco | AGENCIA UNO
Los fuegos artificiales son apenas un canto de sirena, una expresión socarrona de superioridad respecto de un conflicto muchísimo más profundo. El problema se resuelve interviniendo la precariedad y la pobreza social, que son los verdaderos cultivos del narcotráfico. Y ahí es donde tienen que apuntar los esfuerzos.

Balaceras a plena luz del día, en medio de ferias navideñas y en período de pandemia. Las tristes escenas de impunidad que ha protagonizado el narcotráfico en Santiago esta última semana parecen sacadas de una serie de Netflix. Es el dramático diagnóstico de un Estado ausente, que, al calor de palabras vacías y puntos de prensa atestados de boinas, chapas y demostraciones de poder, se transforma en cómplice pasivo de una realidad que sólo parecía probable en Chile con un control remoto en la mano.

En nuestro país existen más de 80 barrios con presencia comprobada de bandas narcotraficantes. Se trata de lugares donde abundan la pobreza, la violencia, la falta de servicios y oportunidades, y en los cuales el denominador común es siempre el abandono estatal. Son zonas rojas tomadas por grupos delictuales que en tiempos de necesidades se han transformado en la primera ayuda para palear el hambre y ofrecer algunas “luquitas” que sostengan familias numerosas. Acá la droga llegó primero.

Y esta realidad no es ajena a Peñalolén. Durante los últimos años nuestra comuna ha visto como estos grupos han ido fortaleciendo su protagonismo a vista y paciencia de las autoridades. Sin ir más lejos, hace algunas semanas fuimos testigos de un ajuste de cuentas a plena luz del día. Una realidad insostenible que nos entrega los últimos vestigios de oportunidad para ser intervenida a tiempo. De lo contrario, la frase “todos los días son año nuevo”, acuñada por los vecinos al calor de la desesperanza y el agotamiento, en directa alusión a la narcopirotecnia que ilumina las noches de la comuna, ya no sólo será la triste crónica de narcofunerales o la famosa llegada de la “merca”, sino el registro habitual de la vida en nuestras poblaciones.

Este festival de fuegos artificiales que aqueja la tranquilidad Peñalolén tiene de rodillas al municipio y a Carabineros. En una demostración diaria de fuerza y poder, las bandas de narcotraficantes dan cuenta de su control del territorio y la capacidad de fuego que ostentan. No necesitan esconderse porque asumen el silencio cómplice de las autoridades y el temor que infunden en la institucionalidad encargada de enfrentarlos.

Y en este túnel sin salida las respuestas de las autoridades no han estado a la altura. Primero, un proyecto populista del gobierno que sólo busca endurecer penas a sin abordar el tema de fondo, como la segregación y el abandono. Por otra parte, se ha visto a las autoridades locales presionando para aumentar las sanciones a quienes lancen fuegos artificiales, lo que no sólo muestra la miopía de los municipios, sino una falta de autocrítica gigante ante la reducida ejecución de políticas públicas en sectores vulnerables. Los fuegos artificiales son apenas un canto de sirena, una expresión socarrona de superioridad respecto de un conflicto muchísimo más profundo. El problema se resuelve interviniendo la precariedad y la pobreza social, que son los verdaderos cultivos del narcotráfico. Y ahí es donde tienen que apuntar los esfuerzos.

Hoy vemos sectores completos con plazas inutilizables, canchas de tierra sin iluminación, calles intransitables y con microbasurales, alto hacinamiento y recurrentes incendios de casas que se han levantado como verdaderas trampas mortales, a lo que se suma la falta de oportunidades de los más jóvenes, egresados de colegios municipales donde una parte importante no logran superar los 450 puntos en las pruebas de ingreso a la educación superior. Y ni hablar de la falta de servicios tan básicos como una sucursal de Fonasa, Chile Atiende o la AFC, además del aumento de la violencia intrafamiliar y contra la mujer. Sin ir más lejos, hace unas semanas tuvimos que lamentar un nuevo femicidio en Peñalolén con el asesinato de una joven de 28 años a manos de un cobarde.

Este clima de vulnerabilidad e inseguridad también se ha trasladado a otras zonas medias de la comuna. El 2019 Peñalolén se transformó en la segunda comuna con mayor número de portonazos, sólo superada por La Florida.

En este complejo escenario hoy urge un cambio de dirección. Peñalolén necesita salir de su agotamiento de ideas y avanzar hacia la recuperación de sus barrios, la planificación de nuevos servicios sociales, el mejoramiento de su educación y un programa completo de políticas públicas que renueve plazas, calles, barrios y servicios.

La tarea no será fácil, pero si de verdad queremos recuperar los barrios tomados por el narco, se necesita más que populismo punitivo.

El silencio es una decisión política. Necesitamos que las autoridades se involucren con el trasfondo de los fenómenos que agobian a los vecinos y vecinas, porque aquí los únicos que tienen derecho al silencio son ellos y ellas, amedrentados por el poder de fuego y las redes del narcotráfico, que no tienen más opción que cerrar las ventanas y esconderse hasta que alguien decida, por fin, terminar con este problema creciente.

Miguel Concha
Periodista. Candidato a alcalde de Peñalolén.