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Briones

Por: Cristián Zúñiga | Publicado: 22.01.2021
Briones Ignacio Briones |
La posible candidatura presidencial de Ignacio Briones aparece como otra equivocada apuesta de un sector de la derecha. Se trata de un sector que, parapetado en sus jóvenes círculos de confort, apuesta a disputar el poder de manera desesperada con tal de no quedar abajo de la experimentada mesa de RN y la UDI.  En realidad, uno ya no sabe si Evopoli trata de disputar el poder, o de cobrar alguna cuenta a Piñera.

Cada cierto tiempo, en Chile, los ministros de Hacienda suenan como cartas posibles para asumir desafíos presidenciales.  Sabido es que, la economía, es una disciplina que tiene que vérselas con el dinero y el dinero, pasó a ocupar el rol que dios y las religiones monopolizaban hasta antes de la modernidad. Quizás por lo mismo es que muchos liderazgos políticos han creído ver en quienes manejan las billeteras fiscales, la posibilidad de seducir a las masas por su sola capacidad de administrar escases y proyectar números azules; aunque lo hagan desde un lenguaje académico, técnico, gris y predecible.

Lo anterior, por supuesto, es parte de la lectura que han dado los malos políticos, vale decir, aquellos que no poseen la capacidad de olfatear las subterráneas corrientes culturales de sus pueblos. Hasta ahora, ningún ministro de Hacienda ha logrado ser Presidente.     

Para la primera elección presidencial post dictadura, la derecha puso al ex ministro de Hacienda de Pinochet, Hernán Büchi (hoy supuestamente autoexiliado en Suiza), como su presidenciable. Luego, el ministro de Hacienda del primer gobierno del arcoíris,  Alejandro Foxley, se creyó el cuento y comenzó a recorrer el país como candidato (notable sus charlas donde se proyectaban aeropuertos hasta en Talca). No fueron pocos quienes en el gobierno de Lagos proponían al ministro Nicolás Eyzaguirre como sucesor del mandatario socialista (Lagos dio duras batallas internas a la hora de defender las candidaturas de Alvear y Bachelet). Y del primer periodo de la presidenta, como olvidar la intentona de su ministro de Hacienda, Andrés Velasco.

Los ministros anteriormente expuestos (salvo Büchi, quien fue ministro de una dictadura), son poseedores de pergaminos académicos y gozan de prestigio en organizaciones globales, como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.  No cabe duda de que han sido personajes fundamentales en el vertiginoso desarrollo capitalista que el país ha experimentado en los últimos 30 años. A ninguno de ellos se le podría apuntar con el dedo, acusándole de haber provocado una crisis de inflación o devaluación de la moneda local (como ha ocurrido con algunos de sus colegas de países vecinos). Evidentemente, sus opositores les apuntan con el dedo por haber sido excesivamente tacaños a la hora de administrar los recursos (neoliberales les llamarían aquellos que aspiran a meterle unos cambios de menos al capitalismo actual).

Sin embargo, viene bien recordar que hasta el año 1990, siete de cada 10 chilenos estaban en situación de pobreza por ingresos. 27 años después, esta proporción se redujo a poco más de ocho de cada 100 personas, lo que significa una disminución de casi 90%. Bueno, vale también recordar que el criticado ahorro fiscal llevado acabo por estas carteras durante los últimos 30 años, permite que hoy nuestro país pueda contar con una gruesa línea de ahorro y posibilidad de deuda para abordar los duros años en curso y los que están por venir.

Pero ya sabemos que el crecimiento económico no es sinónimo de afecto o reconocimiento ciudadano. Hemos visto cómo los gobiernos del Chile post Pinochet, aún con las mejores cifras macro y micro económicas de la historia, terminaron en la plaza pública, acusados de provocar los males materiales, psicológicos y espirituales del presente. Es algo que la sociología ha definido como una característica propia de la modernidad: renegar del pasado, símbolo de decadencia y ruinas, desde el abrazo a un futuro inexistente y que es dibujado, desde las subjetividades de cada individuo.

La época actual, como bien la define el filósofo Peter Sloterdijk, es una instalación neurótica, donde cada ser humano se hace así mismo a partir de diversos nichos desde donde busca cobijarse del destino, pero también de los otros individuos que le rodean. Por lo mismo, es que en una época desprovista de comunidad y abundante en incertidumbre, el frío relato de la economía no alcanza. Pudiera uno pensar, desde la lógica de épocas pasadas, que en el tiempo de escases que se avecina, una figura con pergaminos y experiencia en el manejo económico otorgaría seguridad a los tripulantes de la nave. No obstante, acá se ve una tripulación motorizada por las emociones y en disposición de asumir la tormenta que sea con tal de no entregar el timón a un piloto que le regrese a algún razonable puerto del pasado.

Es por esto que la posible candidatura presidencial de Ignacio Briones aparece como otra equivocada apuesta de un sector de la derecha. Se trata de un sector que, parapetado en sus jóvenes círculos de confort, apuesta a disputar el poder de manera desesperada con tal de no quedar abajo de la experimentada mesa de RN y la UDI.  En realidad, uno ya no sabe si Evopoli trata de disputar el poder, o de cobrar alguna cuenta a Piñera.

Instalar como presidenciable al ministro de Hacienda de un gobierno que ni siquiera padece el síndrome del pato cojo, sino que, de uno descuartizado, es algo que devela el nivel de desorientación política y cultural que padecen algunos partidos.

 ¿Imagina usted a Briones haciendo campaña en medio de las ollas comunes y del comercio en quiebra? ¿Imagina a Briones intentando explicar con lenguaje técnico los IFE y bonos Covid en medio de la tercera ola del coronavirus?

Lo más probable es que usted, ciudadano de a pie, lo imagine, ría y se tome la cabeza. Pero en alguna oficina de Vitacura habrá un grupo de políticos, sin corbata, imaginándolo en serio y palmoteando la espalda del ministro de Hacienda, cuya claridad intelectual era, hasta hace poco, destacada por influyentes columnistas de la plaza.

Cristián Zúñiga
Profesor de Estado. Vive en Valparaíso.