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Opinión

Lo que realmente ocurre cuando el agua dulce no llega al mar

Por: Maximiliano Bolados | Publicado: 01.02.2021
Lo que realmente ocurre cuando el agua dulce no llega al mar Cuenca del río Maipo |
Una correcta gestión del agua debe considerar la integración de la cuenca, en términos de una armonía entre los usos aguas arriba y abajo. Para esto es relevante que se desarrollen iniciativas tendientes a la gestión comunitaria de las aguas, donde todos los ciudadanos tengamos incidencia en la toma de decisiones con miras a la sustentabilidad y convivencia de todos los usos del agua, reconociendo la legitimidad e importancia de cada uno de ellos.

“El agua dulce debe ser aprovechada antes de que se pierda en el mar”, es una frase muy polémica difundida por los tecnócratas del agua, impulsada por los gremios de agricultura, e incluso es el fundamento clave para justificar megaproyectos de trasvase de cuencas como la carretera hídrica. Esta lógica es refutada categóricamente por el mundo científico y los movimientos socioambientales, quienes destacan la importancia que tiene la unión de las aguas dulces y saladas para el bienestar de los ecosistemas y las comunidades. El problema es que esto no sólo se desarrolla en el plano discursivo, sino que también se debate con evidencia en muchas cuencas de nuestro territorio.

La cuenca del río Maipo, quizás la más importante de Chile por la gran cantidad de población que concentra, bien podría ser el orgullo de aquellos que piensan que el agua dulce no debe llegar al mar: actualmente, el agua en la última sección de la cuenca se “pierde” muchísimo antes de su desembocadura. Un río que nace en la Cordillera de Los Andes, alimentándose de la cobertura de nieves y glaciares, y que se ve amenazado por una creciente producción hidroeléctrica. Luego, sus afluentes son los encargados de abastecer a la ciudad más populosa de Chile, que ya ha sufrido los impactos de la escasez en el corte de suministro, y enfrenta un incierto escenario futuro al respecto. Tras su paso por la capital, abastece la actividad agrícola de los valles que también se han visto impactados por la escasez.

Y es también en su última sección, donde el agua dulce adquiere multiplicidad de valoraciones: extensos cultivos se desarrollan en sus riberas, así como también pequeñas chacras, puntos de captación para producción de agua potable y, además, estos usos extractivos conviven con la pesca artesanal tradicional del chinchorro y con miles y miles de aves migrantes que anidan en el Santuario de la Naturaleza Río Maipo. Todo esto, sin considerar los impactos que contempla la futura ampliación del megapuerto de San Antonio para la conservación de este sistema socio-ecológico. Es aquí donde la idea de que el agua no debe llegar al mar se expresa en su manera más concreta, cuando la empresa de agua potable COOPAGUA, por segunda temporada consecutiva, interviene el río Maipo en el sector de Lo Gallardo, construyendo un pretil que obstruye el contacto entre aguas dulces y saladas. Esta es una medida de emergencia que se ha debido tomar para garantizar el abastecimiento de agua potable para sectores de la comuna de Santo Domingo, puesto que la intrusión de agua salina ha contaminado el punto de captación de la empresa sanitaria.

Este caso devela lo que verdaderamente ocurre cuando el agua no llega al mar: es el mar mismo quien sale a su encuentro. Así también, la situación actual de la desembocadura del río Maipo nos muestra los resultados de una gestión del agua bajo principios economicistas donde, con tal de obtener el máximo beneficio económico posible, los distintos usuarios privados aguas arriba explotan el agua sin ninguna consideración de los efectos que esto tiene aguas abajo. En específico, las comunidades de la última sección del río Maipo acusan una fuerte expansión agrícola en el sector, especialmente cultivos de paltos, aprehensiones justificadas por los conocidos efectos negativos que estos han tenido sobre cuencas como Petorca y La Ligua; además, denuncian la existencia de extracciones ilegales de agua para el riego de dichos cultivos, así como también una indiscriminada extracción de áridos. Todo esto sumado al cambio climático y al errático manejo de las aguas de la cuenca desde su nacimiento, proyectan para este territorio un escenario crítico para la sobrevivencia de las comunidades que allí habitan y sus ecosistemas. Además, deja cuestionamientos con respecto a cómo se toman las decisiones bajo escenarios de múltiples usos del agua en conflicto: sabemos que el acceso a agua potable es un derecho humano que debe ser garantizado, sin embargo ¿qué hacer cuando esta garantía implica consecuencias negativas para la biodiversidad, la pesca y la pequeña agricultura?, ¿quiénes toman estas decisiones clave?

Cabe destacar que la construcción del pretil en cuestión corresponde a un trámite administrativo que involucra a la empresa sanitaria y la Dirección General de Aguas (DGA), y no contempla la participación de otros usuarios de agua ni mucho menos de la comunidad en general. Esta situación produjo que en la temporada 2020 vecinos del río Maipo destruyeran por iniciativa propia el pretil construido que, además, no cumplía con las condiciones estipuladas por la DGA, razón por la cual la empresa sanitaria fue sancionada. Además, la situación expresa una disímil condición de escasez dentro de la comuna de Santo Domingo: mientras un sector se encuentra sin suministro, otros sectores muy cercanos no ven afectado el riego de sus campos de golf y jardines. Así también, los extensos cultivos de paltos y otros frutales tampoco parecen verse afectados por la situación. Ante esto cabe preguntarse si realmente el pretil es la única solución posible para garantizar el abastecimiento de agua potable: ¿no sería más viable intervenir la sobreexplotación aguas arriba?, ¿la solución pasa realmente por una decisión técnica de truncar el río o es más bien que necesitamos un nuevo modelo de manejo de aguas?

En conclusión, lo que este caso demuestra es que una correcta gestión del agua debe considerar la integración de la cuenca, en términos de una armonía entre los usos aguas arriba y abajo. Para esto es relevante que se desarrollen iniciativas tendientes a la gestión comunitaria de las aguas, donde todos los ciudadanos tengamos incidencia en la toma de decisiones con miras a la sustentabilidad y convivencia de todos los usos del agua, reconociendo la legitimidad e importancia de cada uno de ellos. Por supuesto, nada de esto es posible sin un cambio profundo en el marco legal que determina el modelo de aguas chileno, y que tiene su base en la Constitución vigente, esa misma Constitución que un 88% de los sanantoninos, habitantes de la desembocadura del río Maipo, hemos decidido cambiar.

Maximiliano Bolados
Ingeniero en Recursos Naturales Renovables, master en Geografía. Vecino de Lo Gallardo, San Antonio.