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Opinión

El poder de la inclusión

Por: Aldo Ocampo | Publicado: 08.02.2021
El poder de la inclusión |
A través del discurso de la inclusión se lleva la imaginación a la teoría y a la creación de formas de desarraigo de las articulaciones del poder. La educación inclusiva pone en juego la cualidad de la imaginación, el valor y el potencial de la categoría de posibilidad, y actúa en el campo de lo que todavía no es, es decir: la producción de lo nuevo es una posibilidad abierta a lo desconocido. La imaginación es un trabajo volcado hacia el futuro, y la praxis se convierte así en un elemento de producción de nuevas realidades.

La inclusión es, en sí misma, una práctica crítica que contribuye a correr imaginativamente su marco de entendimientos y vocabularios, se abre a un devenir-otro; contribuye a desplazar el trazado reglamentario de sus sistemas de razonamientos vigentes. Si atendemos a las configuraciones que definen su función en tanto práctica crítica –que son variadas, escapan a las ataduras de lo homogéneo-, sostendré que esta al producir un nuevo sistema de subjetividad impone un cambio radical en la forma de construir, experimentar, comprender y practicar la vida de las personas y sus modos de existencia. La inclusión es una fuerza de ruptura de una amplia variedad de conflictos históricos, es un sistema de desbordamiento de prácticas culturales, sus regímenes políticos y dispositivos de producción y regulación de la subjetividad: sus territorios psíquicos. Al definir la fuerza y naturaleza de la inclusión en términos de acontecimiento sostengo que fomenta la emergencia de una intensidad afectiva, relacional, expresiva, política y heurística desconocida, a través de su fuerza alterativa “sacude tanto el estado material de las cosas como modifica la percepción colectiva de la realidad y transfigura las subjetividades. El cambio radical se produce cuando el movimiento real logra actualizar en cada nueva ocasión el acontecimiento revolucionario” (Expósito, 2011).

La inclusión se encuentra comprometida con la creación de un proyecto político que dé respuesta al conjunto demandas y necesidades globales pero, a la vez, de afectación minoritaria, superando la visión entrecomillada y esencialista que impone diversos signos de una diferencia universal y una singularidad cuyos criterios de legibilidad son los que fracasan cuando intentamos comprender a los sujetos educativos y ciudadanos en las diversas capas del sistema-mundo. Para ello, necesitamos de un campo de visión consciente acerca de los problemas reales que tocan lo más sensible del mundo. Lo político de la inclusión es aquello que construye una reflexión crítica acerca del entorno y de su horizonte de problemas, recurriendo a su propia retórica y significados; este fenómeno exige re-examinar las tácticas oblicuas de la multitud, formas discontinuas de subvertir la variedad de formas de opresión –frenos al autodesarrollo– y dominación –frenos a la auto-constitución–, preferentemente. Si la inclusión está en todas partes (prefiero definirla a través de la fuerza del filosofema) es, además, un fenómeno que sólo al escucharlo genera una fuerza de audibilidad que permite la emergencia un ethos-otros.

Lo político de la inclusión en su conexión con su fuerza re-cognoscitiva trabaja para reconocer y deconstruir el imaginario y el sistema léxico libertario con el propósito de superar la presencia/recurrencia de diversas clases de objetos cosificados comúnmente empleados para ensamblar discursos atravesados por el significante de lo crítico-transformador. Este problema documenta que gran parte del universo crítico-discurso y de la pedagogía de los sistemas de razonamientos de lo libertario son incapaces de alterar las estructuras de funcionamiento del poder instituido e imbricado en las reglas de funcionamiento institucionales de la sociedad y, por consiguiente, de las diversas modalidades del sistema educativo. Otra obstrucción que se desprende de tales argumentos describe que la inclusión de la que más hablamos y conocemos se encuentra imbricada con los códigos de la política tradicional dando paso a un argumento liberal. La inclusión debe ser entendida como un sistema de (des)ensamblajes que rompen con cualquier forma de codificación reduccionistas; esta crea “nuevos diagramas contingentes de posiciones y situaciones relacionales y transitivas” (Richard, 2020) que fomentan otras coordenadas de alteridad para acoger a la multiplicidad de singularidades, espacialidad que busca dar respuesta a través de la metáfora de ‘vector proyectivo’ de identidades y pasiones fracturadas, disconformes o devaluadas por las diversas capaz de la sociedad.

La educación inclusiva es el resultado de múltiples mundos intelectuales, posee la capacidad de ofrecer una nueva forma de enfocar una gran diversidad de problemas constitutivos del sistema-mundo que materializa una estrategia fundada en el par alterativo/alteratividad. Pero, ¿qué es lo que entroniza e inviste a la inclusión y a la educación inclusiva como programa de cambio? Si atendemos cuidadosamente a los sistemas intelectuales y aparatos discursivos empleados, frecuentemente dan cuenta de un sistema de descomposición y desgaste de algunas de las formas revolucionarias más empleadas; la inclusión es un dispositivo organizativo y afirmativo de dislocación del mundo, es un diagrama que ratifica fuerzas de existencias que desbordan y destruyen el canon de la visión humanista, razón por la cual disfruto más definiendo la intervención ontológica del ser a través de la fuerza del post-humanismo. La pregunta por las formas condicionales que definen la fuerza creativo-alterativa de la inclusión como programa de cambio trabaja a favor de las designaciones habituales de cualquier orden social preestablecido.

La educación inclusiva traza el diseño teórico del futuro. ¿Qué implica esto? Este es un pensamiento que surge de las propias prácticas, y forja una teoría densa a partir de la realidad y sus fluctuantes problemáticas. A través del discurso de la inclusión se lleva la imaginación a la teoría y a la creación de formas de desarraigo de las articulaciones del poder. La educación inclusiva pone en juego la cualidad de la imaginación, el valor y el potencial de la categoría de posibilidad, y actúa en el campo de lo que todavía no es, es decir: la producción de lo nuevo es una posibilidad abierta a lo desconocido. La imaginación es un trabajo volcado hacia el futuro, y la praxis se convierte así en un elemento de producción de nuevas realidades.

Aldo Ocampo
Director fundador del Centro de Estudios Latinoamericanos de Educación Inclusiva (CELEI).