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¿El gobierno ha despreocupado la educación?

Por: Artemio Espinosa | Publicado: 11.02.2021
¿El gobierno ha despreocupado la educación? | Agencia Uno
El gobierno no sólo ha despreocupado la educación: la ha dejado de lado, y no ha sido capaz de mirarla desde adentro. En un momento histórico y de quiebre para nuestra sociedad, con la inminente redacción de una nueva Constitución a la puerta, con un estallido social a cuestas y surgiendo un nuevo Chile, es el momento de dar el vuelco a las prácticas del pasado y mirar el futuro de la educación con seriedad, por el bien del nuevo Chile.

El pasado 17 de enero se anunció un aumento de presupuesto de educación para el 2021: de $ 6 mil millones pasaba a $ 13 mil millones para el plan “Yo confío en mi escuela”, que busca que el retorno a clases se realice de manera segura. La intención del Mineduc es que los 389 establecimientos que ganaron los fondos dediquen ese presupuesto a fumigar, comprar alcohol gel, poner separadores en los mobiliarios, regalar mascarillas, etc.

Esta medida logrará llevar a la realidad el anhelo del Ministro de Educación de reiniciar las clases cuanto antes, dando las medidas de seguridad necesarias para tranquilizar a los apoderados y profesores. Suena bonito, muestra un gobierno preocupado, un ministro dando crédito a su tozudez y, sobre todo, se muestran complacientes con el 20% de los estudiantes que quedaron fuera del sistema educativo el año pasado. Nadie podrá reclamar que el gobierno ha despreocupado la educación.

Pero la pregunta queda en el aire de toda forma: ¿el gobierno ha despreocupado la educación? 2020 fue un año lleno de cambios para todos, tuvimos que reinventarnos en los trabajos, industrias, emprendimientos y comercios, reinventarnos en nuestras casas, con nuestras familias, con nuestra forma de hacer la vida, deportes, amistades, uso de la tecnología y tanto más. Sin embargo, uno de los rubros que sufrió las más grandes transformaciones fue la educación. Los profesores y profesoras nos vimos obligados a reinventarnos desde lo más profundo de nuestra vocación y conocimientos, dejar de lado las prácticas antiguas y añejas, olvidarse de la educación de la era victoriana, de la educación para la burocracia, de la educación de nuestros ancestros, para sumergirnos en la era digital, moderna y acorde a los tiempos, pero sin capacitación, sin condiciones, muchas veces sin tecnología, y con docentes que en su mayoría no son nativos digitales, lo que los ubica en una posición muy incómoda frente a sus estudiantes, que pertenecen a una nueva generación.

Y salimos victoriosos. Le dimos forma a la educación sin más, priorizamos los objetivos, abandonamos lo que sobraba y se le dio fuerza a lo importante. Gastamos cientos de horas en internet buscando aplicaciones motivadoras, aprendimos a editar videos, a sacar fotos, a utilizar el celular con ambas manos, nos endeudamos para tener mejores recursos y pusimos a disposición nuestro corazón para lograr que el aprendizaje ocurriera en nuestros estudiantes. Y ocurrió, para el 80% de los estudiantes ocurrió y ocurrió bien.

Un nuevo aprendizaje sucedió en los docentes también, que abrieron su mente a esta nueva posibilidad y se encontraron con un mundo lleno de nuevas estrategias, motivaciones y logros que antes jamás habríamos imaginado. Dejamos lo tradicional, lo inservible, lo clásico a un lado. Nos dimos cuenta que las clases frontales de poco aportan y en cambio los trabajos son más efectivos. Notamos que cuando enviamos a los estudiantes a investigar, son capaces de hacerlo y aprender más que en las pruebas de selección múltiple, y también notamos que hacerlos trabajar en equipo, aunque sea a distancia, los obliga a aprender entre pares. Dimos un paso sustancial no sólo en el uso de la tecnología, sino también en el acercamiento a teorías más modernas de la educación, como las que usan en los países nórdicos o en Singapur, y que tantas veces anhelamos traer a nuestro país, sin tener la capacidad de mirarnos, conocernos y aceptarnos primero.

Lo genial del año pasado es que abrimos nuestra mente a un mundo nuevo, a formas nuevas, a una educación moderna. Dimos un paso gigantesco en el cambio de paradigma para nuestra educación, y lo dimos a la chilena: insertos en nuestra realidad, con nuestros profesores, con nuestras capacidades y limitaciones, con nuestro sudor y de manera autodidacta. Avanzamos hacia el lado correcto, llevando la educación a un nuevo nivel, del cual no deberíamos bajar.

Ahora es tiempo de inyectar recursos y hacer que la educación continúe por la senda correcta, ya dimos el primer paso y el más difícil, ahora solo queda apoyar y aportar, mejorar el presupuesto y capacitar a los docentes, mejorar las redes, dar conexión gratuita, apoyar la compra de nuevos equipos y, sobre todo, creer en las profesoras y profesores. El presupuesto existe y fue aumentado a más del doble, pero de nuevo el gobierno llega tarde, implementando gastos cosméticos y superficiales, y una vez más se descuida lo que realmente importa, la médula de la educación, que es el aprendizaje. Se entiende que sin salud no hay educación, pero quizás era mejor demorarse un poco más en el plan de retorno, pero darle fuerza a este nuevo paradigma que se fue dando por necesidad y que nos lleva a buen puerto. Quizás era mejor un liderazgo con visión, que recogiera lo realizado en 2020 y lo proyectara hacia el futuro. Quizás era mejor dejar de fumigar escuelas y mejorar las conexiones a internet y potenciar las clases híbridas.

El gobierno no sólo ha despreocupado la educación: la ha dejado de lado, y no ha sido capaz de mirarla desde adentro. En un momento histórico y de quiebre para nuestra sociedad, con la inminente redacción de una nueva Constitución a la puerta, con un estallido social a cuestas y surgiendo un nuevo Chile, es el momento de dar el vuelco a las prácticas del pasado y mirar el futuro de la educación con seriedad, por el bien del nuevo Chile.

Artemio Espinosa
Comunicador audiovisual y licenciado en Educación. Director del largometraje “Residencia”.