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Opinión

¡Yo me vacuno, pero… por favor no me vacunes!

Por: Efrén Osorio | Publicado: 24.02.2021
¡Yo me vacuno, pero… por favor no me vacunes! |
Si no quieres vacunarte, está muy bien, no lo hagas, pero no transformes tu decisión personal en una campaña pública que puede cobrar miles de muertes de personas pobres e inocentes y, de paso, destruir una construcción social que costó décadas de trabajo científico y de luchas políticas por la igualdad de los seres humanos. Por todo esto, ¡yo me vacuno!, pero por favor no me vacunen diciendo que esto es un éxito de Piñera ni tampoco con ridículas conspiraciones reptilianas. 

El actual proceso de vacunación ha sido lo único “exitoso” que puede exhibir Piñera y, por cierto, los matinales se encargan de machacarlo diariamente. Ha sido un proceso ordenado, masivo y completamente gratuito, incluso cualquier “patipelao” podría vacunarse en la clínica privada más empingoritada de la República Oriental de Chile. Lo que no se dice en los matinales es que este éxito se debe a una “institucionalidad” construida esforzadamente desde el siglo antepasado y que ha logrado sobrevivir pese a los embates neoliberales.

Si eres joven quizás no sepas lo que es el coqueluche o la difteria. De la viruela seguro que habrás escuchado hablar por las cicatrices que tenía Violeta Parra, de la tuberculosis te enteraste cuando tu abuela te escuchó toser con mucha secreción traqueobronquial (pollos verdes) y te habló de los sanatorios para los “tísicos” y, si eres feminista, sabes que Frida Kahlo tuvo una infancia solitaria y enfermiza debido a las secuelas de la poliomelitis, que contrajo a los seis años y que marcaría toda su obra. Es decir, de enfermedades mortales endémicas te enteraste por los libros de historia o por tus abuelos pues muchas ya no existen en nuestro país, gracias a un esfuerzo colectivo de décadas y que perdura hasta el día de hoy.

El primer proyecto de ley de vacunación obligatoria lo presentó en 1876 el diputado y médico cirujano Ramón Allende Padín, apodado “El Rojo” y abuelo de Salvador Allende. Lamentablemente este proyecto sería rechazado “por atentar contra las libertades individuales”, según se señaló en la época. Cinco años más tarde, el presidente Balmaceda promulgaría la Ley de Vacunación Obligatoria para los recién nacidos y sólo en 1918 se dictaría la Ley de Vacunación Obligatoria para toda la población.  De ahí en adelante el sistema de vacunación se iría fortaleciendo años tras año. En 1920 se comenzó a usar la vacuna contra la viruela, erradicando esta enfermedad casi 30 años antes que el resto del mundo. En 1928 se incorporó la vacuna contra la tuberculosis. En 1939, Salvador Allende asume como ministro de Salud, fortaleciendo aún más el sistema público. En 1943 se incorpora la vacuna bivalente que protegía de difteria y coqueluche. En 1961 se inició la vacunación masiva contra la poliomielitis, alcanzando su erradicación en 1975, 16 años antes que el resto de Latinoamérica y en 1964 se incorporó la vacuna contra el sarampión, etc. etc.

En paralelo a estos procesos de vacunación masiva, nuestro país fue desarrollando un robusto sistema de fabricación y producción de vacunas. En 1876 se crea el Instituto de Vacunación Animal, donde se fabrica la primera vacuna antirrábica con cepas traídas desde Argentina. A partir de 1892, con la creación del Instituto de Higiene, la investigación y producción nacional de vacunas comienza lentamente a crecer, hasta la creación en 1929 del Instituto Bacteriológico, desde donde se produciría un gran impulso en la fabricación de vacunas, llegándose a desarrollar un total de 29 vacunas, dos de las cuales fueron de creación exclusivamente nacional. Es decir, desde el siglo antepasado y hasta la dictadura militar, cuando Chile era un país pobre y subdesarrollado, sin internet, autopistas ni malls, nuestro país contaba con científicos y el desarrollo tecnológico necesario para fabricar y desarrollar nuestras propias vacunas. Lamentablemente, todo el proceso de fabricación de vacunas terminó con la llegada de la dictadura militar. Felizmente el plan de vacunación masiva a la población, ese tremendo esfuerzo colectivo asociado a una institucionalidad que llevó décadas en construirse, corrió mejor suerte pues había sido tan exitoso que Pinochet no se atrevió a desmontarlo. Por el contrario, en 1978 la dictadura establece el Plan Ampliado de Inmunizaciones, fuertemente inspirado en la experiencia de la Unidad Popular y es el antecesor del actual Programa Nacional de Inmunizaciones, regulación bajo la cual se ha llevado a cabo la exitosa vacunación en contra del Covid-19.

Por todo lo anterior, que la derecha venga a presentar el éxito de la vacunación en contra del Covid como suyo, me parece tan impropio como escuchar a algunos seudo progresistas llamando a no vacunarse o a romper las mascarillas por una supuesta conspiración reptiliana-gateniana-capitalista y mercurial. Según datos de la OMS, en el siglo XX murieron más de 300 millones de personas producto de la viruela mientras que el sarampión mataba 2,5 millones de niños cada año, pero – hay que decirlo– al igual que hoy, los muertos mayoritariamente eran personas pobres y desposeídas.  Me dirás que hay todo un negociado detrás de las vacunas y es muy cierto, hay muuuuchos negociados e intereses, pero no dices lo mismo de la triterapia contra el Sida que permite que tu amigue enfermo de Sida felizmente viva, o de los lentes ópticos que seguro usan los más mayorcitos para leer este artículo, detrás de los cuales también hay muchísimo lucro. No estoy con esto validando el lucro, muy por el contrario, creo que es inmoral lucrar con la salud de los seres humanos, simplemente planteo que oponerse al uso de la mascarilla o de las vacunas es tan bobo como condenar el uso de lentes ópticos mientras no llegue la Revolución.

En definitiva, estoy diciendo que si estás vivo y tus padres o abuelos no murieron de sarampión, o no quedaron inválidos producto de la poliomelitis, es gracias al esfuerzo colectivo de muchos científicos, esas maravillosas personas que intencionan por superar el dolor humano, pero también de numerosos políticos de la izquierda verdadera (los había y todavía quedan) que lucharon por superar el sufrimiento social y que fueron capaces de construir un sistema de vacunación público que es tan eficiente, que incluso Piñera lo aprovecha impúdicamente para lucirse.

Superar el dolor y el sufrimiento humano es tarea de toda persona bien intencionada. Entonces, si no quieres vacunarte, está muy bien, no lo hagas, pero no transformes tu decisión personal en una campaña pública que puede cobrar miles de muertes de personas pobres e inocentes y, de paso, destruir una construcción social que costó décadas de trabajo científico y de luchas políticas por la igualdad de los seres humanos. Por todo esto, ¡yo me vacuno!, pero por favor no me vacunen diciendo que esto es un éxito de Piñera ni tampoco con ridículas conspiraciones reptilianas.

Efrén Osorio
Presidente de la Fundación Moebius.