Avisos Legales
Opinión

Alarma de fascismo neoliberal

Por: Javier Ahumada Guerrero | Publicado: 04.03.2021
Alarma de fascismo neoliberal José Antonio Kast | Agencia Uno
Contrario al discurso hegemónico, Sergio Villalobos-Ruminott plantea que el fascismo es propio, e incluso necesario, en las democracias neoliberales para que estas puedan funcionar, y no una condición de “anormalidad democrática”, como lo han planteado voces de Podemos en España.

El contexto actual que se está viviendo en la relación represiva de las policías con la ciudadanía es alarmante. Y frente a contextos alarmantes es necesario comunicaciones y mensajes de alarma, advertencia y acción. Los últimos episodios de represión, exceso de fuerza, hostigamiento y falta en los protocolos que han culminado en muertes no pueden ser entendidos como casos aislados, descontextualizados de un periodo político económico clave para el desarrollo del neoliberalismo actual.

El recrudecimiento sistemático, progresivo y masivo que han demostrado las policías no es sólo una señal que se ha atisbado desde el 18 de octubre de 2019, ni tampoco un proceso que se centre sólo a nivel nacional. De manera extensiva se ha visto cómo el actuar de las policías en diferentes latitudes han desplegado un reforzamiento en los financiamientos, dotaciones e instrumentos más sofisticados de represión. Pero no sólo eso. También vemos procedimientos cada vez más crueles y fuera toda norma internacional. Efectivamente, podemos estar en presencia del despliegue de una pedagogía de la crueldad ejercida por las fuerzas policiales que lenguajean un mensaje a los otros disidentes advirtiendo la consecuencia para quien se atreva a desafiar el orden.

Sin marearnos con los discursos embriagantes y pusilánimes de sectores de la derecha que intentan defender este recrudecimiento bajo discursos vacíos como el orden público o el Estado de Derecho, cabe mejor señalar cómo este vaciamiento recae en una fetichización de procesos de dominación y adoctrinamiento ciudadano que se están instalando progresivamente en el cotidiano contra los cuerpos en resistencia frente al avance del proceso de financierización y mercantilización de la vida, a escala internacional, que está abarcando el sistema neoliberal.

Sergio Villalobos-Ruminott, en su libro Asedios al fascismo (2020), advierte que los procesos de complejización demográfica y ciudadana en los gobiernos neoliberales requieren de un nuevo tipo de control para que el proyecto político-social y económico pueda conservarse y avanzar. Frente a esto denuncia la ilusión discursiva que se instala en la gobernanza de las democracias neoliberales que las plantean como opuestas a regímenes autoritarios y fascistas. Contrario al discurso hegemónico, el autor plantea que el fascismo es propio, e incluso necesario, en las democracias neoliberales para que estas puedan funcionar, y no una condición de “anormalidad democrática”, como lo han planteado voces de Podemos en España. La característica particular es que sus niveles de represión se vuelven cada vez más sofisticados, complejos, masivos, crueles y –esto es algo más novedoso– incluye elementos de represión subjetivos. Quiere decir que el ejercicio de la represión no es sólo practicado contra los cuerpos de los ciudadanos, sino que también implementado en los afectos y percepciones de las personas. En otras palabras, instalar mediante prácticas represivas de crueldad, que comunicacionalmente se masifiquen, estados subjetivantes de paranoia que sitúen a los ciudadanos como ciudadanos-policías de otros y de sí mismos, pero también ciudadanos asustados y desincentivados a la acción. La represión, entonces, no se satisface en sí misma. Es un elemento que busca comunicar a otros y adoctrinar en la sumisión. Esto es importante para poder pensar el operar policial, que repercute en muertes y mutilaciones, más allá de errores o fallas en los protocolos o formación, sino como una política de control de los cuerpos y afectos de las personas para su adoctrinamiento que permita hacer previsibles las acciones sociales y, por lo tanto, faciliten el operar de la especulación financiera.

El problema de las policías que enfrenta el mundo, y especialmente nuestro país, bajo regímenes neoliberales no es menor. Es un elemento que debe considerarse clave a la hora de pensar en una sociedad antineoliberal. El uso de las policías por los intereses de las élites es un eje estratégico para el desarrollo del modelo neoliberal. Por lo mismo, es importante pensar que la intervención político-civil de las instituciones policiales no puede reducirse sólo a un elemento administrativo ni reformista. Una política antineoliberal debe considerar sí o sí como eje estratégico la intervención de las policías dada la relación imbricada que tiene el establecimiento de las políticas neoliberales como una preexistencia que constituye el actuar de las policías. Es decir, no se puede intervenir el actuar de las policías sin intervenir en su centro las políticas neoliberales. Asimismo, a la inversa: no se puede pensar en una sociedad antineoliberal sin atender a las fuerzas policiales no sólo como un instrumento de este sistema, sino también como un sujeto que se sostiene gracias a las redes de poder otorgadas por este sistema, las cuales haya que interrumpir para que exista de facto un control civil de estas instituciones.

La realidad chilena indica que las instituciones de las fuerzas de represión son un sujeto de clase fuertemente arraigado en las condiciones que sostienen el poder y su desigualdad: nexos con el poder financiero, con el mercado, con el mundo político constituyen un complejo entramado informal e invisibilizado, del cual las fuerzas transformadoras tendrán que hacerse cargo responsablemente y que, sino se atiende con una perspectiva profundamente revolucionaria, desembocará en la apertura de una crisis coyuntural que posiblemente devenga en el aumento de confrontaciones civiles contra las fuerzas policiales. Sabemos que esa disputa es desigual y finalmente quienes ponen los muertos. Existe una urgencia de prever y adelantarnos a dicho escenario de escalada de confrontación y de profundización neoliberal. La tarea no es sencilla y para lograrlo se necesitará lograr coordinaciones, unidad y fuerza de mayoría de los bloques antineoliberales.

Javier Ahumada Guerrero
Sicólogo.