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Opinión

Sobre estatuas y memorias

Por: Nicolás Ortiz | Publicado: 12.03.2021
Sobre estatuas y memorias | Agencia Uno
La memoria social de un pueblo se constituye a partir de personajes, eventos y sucesos que se recuerdan como relevantes. Para esto, los monumentos constituyen expresiones de reconocimiento que buscan trazar una distinción, fijando en el tiempo y en el espacio aquellos sucesos y personajes que forman parte de la memoria histórica de una nación. Si bien es un ejercicio necesario, también tiene un carácter fundamentalmente contradictorio. La memoria es siempre un proceso en constante movimiento, donde la interpretación del pasado depende de manera constante de los sucesos del presente.

La semana pasada la quema de la estatua de Baquedano produjo conmoción en la opinión pública. La imagen de la estatua del general en llamas despertó un debate relevante respecto a los monumentos y el rol que estos cumplen tanto como artefactos históricos y como mantenedores de la memoria de un pueblo. A lo largo del mundo, las estatuas y monumentos se han convertido focos de conflicto. Tanto en EE.UU. como en el Reino Unido, en el contexto del movimiento “Black Lives Matter” (Las vidas negras importan), grupos de jóvenes afroamericanos llevaron a cabo una serie de intervenciones donde derribaron estatuas de famosos esclavistas. Al igual que la quema del monumento de Baquedano, estas intervenciones provocaron airadas reacciones, mientras algunos sectores festejaron el acontecimiento como un necesario proceso de reconocimiento ante los crímenes del pasado, otros las criticaron como un revisionismo que buscaba borrar partes relevantes de la historia.

Desde los estudios de la memoria, las estatuas constituyen elementos de interés. Como formas de conmemoración, las estatuas, monumentos y placas recordatorias buscan dar materialidad a la memoria (Jelin, 2002; Nora, 2008). En efecto, la memoria social de un pueblo se constituye a partir de personajes, eventos y sucesos que se recuerdan como relevantes. Para esto, los monumentos constituyen expresiones de reconocimiento que buscan trazar una distinción, fijando en el tiempo y en el espacio aquellos sucesos y personajes que forman parte de la memoria histórica de una nación. Si bien es un ejercicio necesario, también tiene un carácter fundamentalmente contradictorio. La memoria es siempre un proceso en constante movimiento, donde la interpretación del pasado depende de manera constante de los sucesos del presente (Halbwachs, 2004). En este sentido, tratar de fijar ciertos personajes resulta imposible en tanto su significación siempre variará en el futuro. Hay pocos ejemplos más claros de esto como el del general Baquedano. Un “héroe” de las guerras contra la Confederación Peruano-Boliviana, la Guerra Civil de 1891, la Guerra del Pacífico y de la mal llamada “Pacificación de la Araucanía”. Posterior a su muerte, se erige su estatua al centro de uno de los lugares más icónicos de la capital. Sin embargo, luego de unos años pasa al olvido. La plaza que lleva su nombre pasa a ser conocida como “Plaza Italia” (a partir de otro monumento) y muy poca gente reconoce al personaje sobre el caballo.

Con el surgimiento del ciclo de politización en Chile, la Plaza Baquedano se transforma en un lugar neurálgico de protesta. En este contexto, la naturaleza del monumento empieza a sufrir un proceso de transformación: desde la completa indiferencia a un elemento de conflicto. De esta manera los/as protestantes se suben encima del caballo del general para celebrar la protesta, levantar carteles y banderas que comuniquen las demandas que se enarbolan desde la calle. Estas pequeñas intervenciones fueron dando cuenta de la instalación de un nuevo marco de interpretación; la búsqueda de establecer desde la acción colectiva una memoria antagonista, que se enfrenta a la memoria hegemónica y sus héroes. Este proceso implica no sólo una lucha contra el presente, sino que también una reinterpretación respecto al pasado, desestabilizando las narrativas hegemónicas para plantear nuevos valores, personajes e interpretaciones. Este ejercicio implica distintas temporalidades, desde eventos cercanos hasta aquellos que sucedieron hace más de 100 años, lo que Silvia Rivera-Cusicanqui (2010) denomina como memoria corta y memoria larga. Por memoria corta podemos entender la emergencia de figuras como las del presidente Allende, Gladys Marín y Pedro Lemebel. Mientras que por memoria larga la aparición de un rehue y de seres mitológicos de la cultura selknam en la renombrada “Plaza de la Dignidad”, la multiplicación de whipalas y banderas mapuche como referentes principales de las protestas a lo largo del país.

En este contexto, los embates que se han desplegado con la estatua de Baquedano dan cuenta de esta lucha por la memoria, donde una memoria contra-hegemónica se posiciona y lucha por su reconocimiento. La relación que tuvo Baquedano en la invasión del territorio mapuche a comienzos del siglo XX es un elemento histórico que no se puede obviar y que tensiona la memoria histórica en el contexto de una revalorización de la herencia de los pueblos originarios. En tal sentido, más problemático que la quema de la estatua es la respuesta del Ejercito, que se hace presente mediante un acto que recuerda los episodios más oscuros de nuestra historia. Mediante un comunicado la institución deja entrever su capacidad de terror, deshumanizando a los/as protestantes al tratarlos como “cobardes desadaptados” y “antichilenos”. Hecho que adquiere la mayor gravedad considerando la historia reciente, donde esta institución fue responsable directa en la muerte, desaparición y tortura de miles de chilenos y chilenas. Mediante este comunicado, se confirman dos sospechas: que el Ejército todavía no ha hecho una revisión profunda de su accionar en el pasado y que, a casi 50 años del golpe de Estado, todavía no existe un poder civil capaz de controlar de manera efectiva su actuar.

Es importante entender el carácter contradictorio de los monumentos, donde sus intenciones de eternidad chocan de manera constante con la contingencia de la memoria colectiva. En este sentido, más que reacciones de espanto frente a los embates que sufre una estatua, es importante entender el proceso social que se desarrolla de manera de cultivar una memoria histórica que haga sentido con el presente y que se logre perfilar en el futuro.

 

Nicolás Ortiz
Doctor en Sociología por la University of Essex. Investigador de postdoctorado Fondecyt, CISJU-UCSH.