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Educación y mercado: ¿qué hay detrás de la idea de Briones?

Por: Álvaro Muñoz Ferrer | Publicado: 15.04.2021
Educación y mercado: ¿qué hay detrás de la idea de Briones? | Agencia Uno
Foucault nos enseñó que el mayor triunfo del neoliberalismo había sido disputar exitosamente, a través de los principios de la economía de mercado, el proceso de modelación de la subjetividad en las sociedades contemporáneas. Gracias a esa disputa, hoy la dinámica de mercado traspasa lo puramente mercantil y permea en áreas como la educación, que son o han sido históricamente ajenas a esta lógica. Por eso, la idea de Briones representa patentemente la racionalidad de gobierno neoliberal, esto es, la aplicación de los principios de la economía de mercado a la administración del Estado.

En una reciente entrevista en CNN Chile, Ignacio Briones dio a conocer una controversial propuesta para, por un lado, mejorar la calidad de la educación chilena en el corto plazo y, por otro, hacer frente al déficit docente que se proyecta para los próximos años. La idea del ex ministro de Hacienda consiste en abrir un concurso internacional para traer, en sus palabras, a “los mejores profesores de afuera” a nuestros colegios y escuelas. En general, las críticas a la propuesta se han centrado en dos aspectos: un supuesto menosprecio de Briones por los profesores nacionales y la imposibilidad práctica de la idea (“¿quién querría trabajar bajo las condiciones que ofrece el sistema escolar chileno?”, se preguntaron varios/as). El objetivo de este breve texto es advertir sobre la irrelevancia de estas críticas ante un problema de mayor calado: la clase de solución que la propuesta representa y su cuestionable idoneidad para abordar el problema de la calidad en educación.

Más allá de los sentimientos de Briones por la labor docente, o el cuestionamiento sobre la plausibilidad de la medida en base a lo irreal que podría resultar que profesores extranjeros quisieran trabajar en el sistema público chileno, la propuesta debiera llamar la atención porque revela que el precandidato presidencial, fiel a su formación académica y profesional, concibe el sistema educativo como un mercado tradicional. Si indagamos un poco más en la propuesta y en la aclaración que el candidato ha debido hacer ante las críticas que su idea ha ocasionado, veremos que, en realidad, no es posible evidenciar un “desprecio” por los profesores nacionales. Tampoco vemos la intención de reemplazar a profesores chilenos por extranjeros. Entonces, si no hay desprecio ni reemplazo, la idea queda al desnudo y muestra su real intención: traer a “los mejores profesores” tiene por objeto inyectar competencia al sistema para aumentar su calidad.

Lo anterior funcionaría del siguiente modo: si los profesores chilenos se ven “amenazados” laboralmente ante el surgimiento de nuevos competidores, deberán invertir en sí mismos para hacerse más atractivos en el proceso de selección de escuelas y colegios. De este modo, aumentaría la competencia docente y aquello haría que el “mercado” educativo aumente su calidad. Más aún, Briones propuso incentivos estatales para que más estudiantes sigan la carrera docente: becas y mejores salarios, por ejemplo. Se trata, entonces, de una propuesta que podríamos extraer de cualquier manual de economía y que obedece a uno de los mantras sagrados de la disciplina: para aumentar la calidad es necesario aumentar la competencia. Por cierto, este mantra está supeditado a uno mayor: el Estado no debe intervenir en los mercados, sino que debe operar como un marco que garantice y fomente la competencia.

Foucault nos enseñó que el mayor triunfo del neoliberalismo había sido disputar exitosamente, a través de los principios de la economía de mercado, el proceso de modelación de la subjetividad en las sociedades contemporáneas. Gracias a esa disputa, hoy la dinámica de mercado traspasa lo puramente mercantil y permea en áreas como la educación, que son o han sido históricamente ajenas a esta lógica. Por eso, la idea de Briones representa patentemente la racionalidad de gobierno neoliberal, esto es, la aplicación de los principios de la economía de mercado a la administración del Estado.

Como habrá advertido el(la) lector(a), el análisis anterior no contiene una valoración moral de la propuesta de Briones. El objetivo no ha sido defender o atacar la idea, sino develar su inspiración. Una vez conocida su naturaleza, podemos evaluarla más allá de la emocionalidad inicial que pudo generar y preguntarnos lo siguiente: ¿es posible y/o deseable concebir la educación como un mercado o su naturaleza obliga a que deba ser tratada de un modo distinto? Para responder a esta pregunta es necesario, en primer lugar, definir qué es educación. Si la entendemos como un mero factor productivo, entonces la idea de Briones hará perfecto sentido. Si, como decía Adorno, la concebimos como una herramienta emancipadora en el sentido de otorgarnos la capacidad de examinar críticamente la realidad o, como dijo Nietzsche, la entendemos como liberación, entonces concluiremos que una medida de este tipo será muy eficiente para mejorar la calidad en un mercado como el del pan, pero no surtirá efecto en el sistema educativo.

Álvaro Muñoz Ferrer
Doctorando en Filosofía.