Avisos Legales
Opinión

Sebastián, no nos cuides

Por: Esteban Vilchez Celis | Publicado: 25.04.2021
Sebastián, no nos cuides | Agencia Uno
Sólo de esto se trata: de darle a los cotizantes lo que es suyo y les pertenece: sus cotizaciones. Son adultos que decidirán retirar o no, dependiendo de las emergencias que estén viviendo. No necesitamos que Sebastián decida por nosotros ni cuide nuestras miserables pensiones futuras haciendo miserables nuestras vidas presentes. Gracias, pero no. Hagamos un trato, Sebastián: sigue disfrutando de tu riqueza y tus privilegios y déjanos a los demás en paz sobrevivir con nuestras cotizaciones. Me parece un buen trato, ¿no?

Es frase común en la calle, en los almuerzos familiares o en las conversaciones entre amigos, la de que los políticos son pésimas personas, que fingen interés en los problemas de la gente cuando en realidad apenas disimulan sus ansias de poder, el que, una vez obtenido, suelen ejercer en beneficio propio y de sus amigos y parientes, antes que en provecho del bien común y para aliviar de los sufrimientos de los más débiles. Lamentablemente, esta molesta visión se ve muchas veces refrendada por los actos concretos de nuestros actores políticos. Sebastián Piñera hoy está completamente solo en su decisión de obstaculizar a como dé lugar el tercer retiro de 10% de los fondos de pensiones. Sostengo que ese es un acto malvado. Así, sencillamente. Aunque es posible que retroceda.

Dice que es para proteger a las personas, cuidando sus pensiones de mañana. Pero no le creo. Más bien me parece que está más preocupado de resguardar que las AFPs sigan administrando los fondos de quienes trabajan en Chile para poder prestarlos a convenientísimas tasas a los grupos económicos del país. Ahí están sus amigos, sus conocidos. ¿Los demás? ¿Los alienígenas de los que hablaba Cecilia el 18 de octubre de 2019? No existen. Sus sufrimientos y angustias no cuentan. Si las personas de hoy no le importan, no veo por qué creerle que le importan en su versión de viejos pensionados del futuro.

Dice que ama la Constitución y su ética superior le impide violar su juramento de respetarla. De acuerdo. ¿Y qué hay del primer artículo de ella, en cuyo inciso final se impone al Estado el deber de proteger a la población y la familia? Porque para eso es el tercer retiro. Por lo demás, cuando la Constitución anterior saltó en pedazos junto con los muros bombardeados de La Moneda y un Presidente salió de ahí muerto, nunca le escuchamos hablar, entonces ni después, con tanta pasión sobre la defensa de la Constitución. Tampoco le creo esto.

Dice que cree en el derecho de cada quien a decidir con mínima intromisión del Estado y que la propiedad privada es cosa sagrada. Pero corre al Tribunal Constitucional decidiendo por usted, porque cree saber mejor que usted cómo debe cuidar a sus hijos o proteger a los suyos. ¿Y la propiedad privada? Bueno, sí, pero no la suya, no sus cotizaciones, no se ponga absolutista. Esa propiedad sobre sus cotizaciones no es tan sagrada como la de Sebastián sobre sus empresas, porque es mejor que esos fondos sigan llegando a los grupos económicos antes que a los bolsillos de las angustiadas familias chilenas. A los incoherentes en sus convicciones, menos le creo.

¿A usted le van a rematar su casa? No se preocupe, el Presidente ya va llegando al Tribunal Constitucional. ¿Sus hijos tienen hambre y no le alcanza para el pan? Tranquilo, que el Presidente vela por sus pensiones para 15 años más. ¿No puede pagar los remedios de sus padres? No hay problema: podrá hacerlo dentro de varios años más, gracias a la previsora conducta de Sebastián y sus abogados, materializada en esa pieza jurídica que debe ser el requerimiento (si sus padres siguen vivos, claro). ¿Están por echarlo a la calle por no poder pagar el arriendo? Créame, Sebastián sabe mejor que usted lo que le conviene: un tiempo de allegado, o incluso en la calle junto a su familia, vale la pena para tener una buena vejez. ¿Que los fondos son suyos y usted debe decidir qué hacer con ellos en una emergencia como esta? No sea exagerado, porque el derecho de propiedad no es absoluto y cumple también una función social, como financiar a los grupos económicos con préstamos muy baratos, mire que de ello depende la economía y del bienestar del que usted, aunque no lo sepa, goza. En definitiva, enfrente esta angustia sin su tercer retiro, con fuerza, con optimismo, con fe y… “arriba los corazones”.

Y es que Sebastián, el que no sufre y come pizzas mientras Santiago arde, le da un consejo notable: sufra hoy, intensamente, porque lo que realmente importa no es el hambre, el frío o los desalojos que hoy se padecen, sino sus pensiones de mañana. Si le parece terrible que hoy la lancen a la calle por no pago de su arriendo, o que le quiten su casa, o le embarguen sus cosas… ¿se imagina si eso le pasa en 20 años más, porque dilapidó las magníficas pensiones que se avecinan? Esa sí que sería tragedia. Es que no gozamos de esa mirada de largo plazo que sólo Sebastián posee, agudeza visual afortunadamente no afectada por tanto fideicomiso ciego. Si tiene una parka y tiene frío ahora, no se la ponga hoy, sino mañana, porque nadie sabe lo que pasará mañana. Sabiduría presidencial en estado químicamente puro.

De argumentos jurídicos a propósito del requerimiento podemos hablar en otra ocasión. Pero con un empate destrabado por el doble voto de la presidenta del Tribunal Constitucional y ex asesora del Presidente, podemos dejar en claro que no está ahí el problema relevante. Para desconsuelo de ministros y abogados, y toda la maquinaria legal que gusta de borrar los nítidos y sencillos perfiles de la justicia tras normas y argumentaciones con escaso sentido lógico, el asunto es simple: los fondos son de los cotizantes; esos  cotizantes sufren y los necesitan en una emergencia excepcional; los diputados y senadores por abrumadora mayoría sintonizan con esta urgencia y dictan la ley para, en definitiva, plasmar la decisión de retirar adoptada por una mayoría aplastante, que es de lo que se trata la democracia en su versión más básica. ¿Cree usted que sea justo que para esto dependamos de la pataleta infantil y narcisista del Presidente o del doble voto de la señora Brahm? La justicia suele ser espantada y sepultada bajo sesudos argumentos de abogados, pero termina por asomarse clara e insolente de todos modos.

En definitiva, ¿mide el Presidente cuánto sufrimiento va a causar si su empeño es exitoso? ¿Sabe cuántos padres, mirando a hijos a los que no saben cómo seguir protegiendo de la pobreza, derramarán lágrimas si el Tribunal Constitucional comparte sus criterios de justicia basados en el sufrimiento de hoy a cambio de pensiones de hambre de mañana? ¿Sabe esto la señora Brahm y su voto dirimente? Más aún, ¿les importa?

Cuando las Constituciones o las leyes conducen a resultados manifiestamente injustos y causan sufrimientos evitables, entonces hay que corregirlas. Pero en este caso ni siquiera es necesario. Argumentos jurídicos para rechazar el requerimiento hay de sobra. En vez de que dirima esto la señora Brahm, debe hacerlo la sensatez, el respeto a la voluntad democrática claramente expresada, la compasión y la justicia en su forma básica de dar a cada uno lo suyo. Porque sólo de esto se trata: de darle a los cotizantes lo que es suyo y les pertenece: sus cotizaciones. Son adultos que decidirán retirar o no, dependiendo de las emergencias que estén viviendo. No necesitamos que Sebastián decida por nosotros ni cuide nuestras miserables pensiones futuras haciendo miserables nuestras vidas presentes. Gracias, pero no. Hagamos un trato, Sebastián: sigue disfrutando de tu riqueza y tus privilegios y déjanos a los demás en paz sobrevivir con nuestras cotizaciones. Me parece un buen trato, ¿no?

Esteban Vilchez Celis
Abogado.