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Opinión

En reírnos, ¿no?

Por: Óscar Castro | Publicado: 02.05.2021
En reírnos, ¿no? Villa Grimaldi hoy |
Y empezamos todos a reír hasta que cerraron la puerta nuevamente. Habíamos todos llorado de tanto reírnos, y estábamos contentos porque frente a ellos habíamos perdido una sola vez. Todo eso no fue fácil. No es fácil y no será fácil. Pero la risa es una excelente compañía en este viaje sin regreso que es la vida. Lo único que pido es que el día que parta a encontrarme con el Gran Espíritu vaya a su encuentro muerto de la risa. Es todo lo que pido.

‘Es preferible reír que llorar’. Esa es una frase de una canción que encierra una gran sabiduría popular. La alegría y la tristeza son dos estados que pertenecen a la voluntad del alma. Recuerdo que en el itinerario que recorrí para llegar a los campos de concentración, el humor fue una tabla de salvación. El camino tal vez iniciático comenzaba en las casas de interrogatorios. A mí me tocó la tristemente célebre Villa Grimaldi. En una pieza, de no más de cuatro metros por cuatro, tirados en el suelo una cantidad de detenidos acostados en el suelo se tocaban unos a otros todos vendados sin derecho a hablar. Se abre la puerta y tiran al cuarto, a un compañero que venía de ser torturado. La puerta se cierra. Unos corren en su ayuda. En el silencio de la noche, una voz pregunta: «¿Cómo te sientes?». La voz adolorida le responde con otra pregunta: «¿Cómo crees que tengo el cuerpo?». «¿Te duele?». «Sólo cuando me río». Otra voz dice: «¡Putas, y yo tenía un chiste tan bueno para contar!».

Siguiendo el viaje, llegué a Tres Álamos. A pesar de los dolores físicos sumados a los padecimientos del alma, la desaparición de un ser amado, un compañero, un hermano, una madre o un padre asesinados por los servicios secretos del vomitivo cinco estrellas. En ese lugar de terror los presos se habían comprometido con una consigna forjada en fierro que era: ¡Los carceleros no nos pueden ver tristes, si no van a pensar que nos ganaron dos veces! Y nos pusimos a trabajar inventando una serie de actividades que llenaban de alegría el infierno, que eran esos campos de vergüenza nacional. Nacieron los talleres de artesanía, formaciones musicales, teatro y otras actividades para cantarle a la vida y a nuestras ansias de libertad, en el tintineo de ese mundo utópico que queríamos construir, donde la realidad y los sueños viven juntos para siempre.

Recuerdo que un domingo, día de visita, encerrados en nuestras celdas, antes de que entraran los militares a contarnos, uno de mis compañeros de pieza, que había llegado más silencioso que otras veces, se sentó en la cama y sin decir nada explotó en llanto. Nos miramos entre nosotros, en el silencio. Escuchamos que los guardias habían entrado y salido de la celda vecina y que era nuestro turno de ser contados. Entonces, el Gordo que estaba llorando, cuando sintió abrir la puerta, dijo: «¡Paren con los chistes que me están matando de la risa! ¡Me tienen llorando los muy pendejos!»-

Y empezamos todos a reír hasta que cerraron la puerta nuevamente. Habíamos todos llorado de tanto reírnos, y estábamos contentos porque frente a ellos habíamos perdido una sola vez. Todo eso no fue fácil. No es fácil y no será fácil. Pero la risa es una excelente compañía en este viaje sin regreso que es la vida. Lo único que pido es que el día que parta a encontrarme con el Gran Espíritu vaya a su encuentro muerto de la risa. Es todo lo que pido.

[Prólogo del libro ¡El que ríe se va al cuartel! (Risa y resistencia en las poblaciones de Santiago de Chile 1973-1990), de Maximiliano Salinas y Jorge Rueda, 2015]
Óscar Castro
Fundador y director de la compañía Teatro Aleph. Fallecido el 25 de abril pasado en París.