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Opinión

Al principio existía la vida: en memoria de Óscar “Cuervo” Castro Ramírez

Por: Hugo Osorio | Publicado: 05.05.2021
Al principio existía la vida: en memoria de Óscar “Cuervo” Castro Ramírez Óscar Castro y Teatro El Aleph 2 |
El principio del Teatro Aleph se liga radicalmente en esos turbulentos años: de la “euforia al desmadre” o el tiempo de la “gran fiesta”, como lo señalaron dos insignes intelectuales de nuestro país. Y su poética nunca omitió aquello, más aún, hizo de la irreverencia, la impudicia y la descompostura el lugar donde el ejercicio vital se muestra en toda su procacidad.

Un 14 de octubre de 1974, en una pequeña sala de teatro ubicada en la calle san Antonio, se estrenaba el noveno montaje de una compañía atípica para el medio local.  Dos relatos conformaban la puesta en escena. El primero, la historia del naufragio del barco Supertricio, en la cual el capitán se esforzaba en animar a su tripulación a continuar con el viaje; el otro, el origen del mundo, con la aparición de un profeta que, en su padecimiento, llamaba al pueblo a seguir luchando por la verdad imperecedera. Ocho años atrás un grupo de estudiantes de un emblemático colegio decidían conformar un grupo de teatro. Ninguno de ellos había actuado, no poseían mayor acercamiento de las diversas corrientes teatrales de la época, y solo contaban con el ímpetu, la energía y la insolencia de la novel edad. El principio del Teatro Aleph se liga radicalmente en esos turbulentos años: de la “euforia al desmadre” o el tiempo de la “gran fiesta”, como lo señalaron dos insignes intelectuales de nuestro país. Y su poética nunca omitió aquello, más aún, hizo de la irreverencia, la impudicia y la descompostura el lugar donde el ejercicio vital se muestra en toda su procacidad.

Es la importancia de volver al gesto, al espacio primitivo del ritual, al origen de la existencia, lo que dota de un nuevo aliento a la siempre anquilosada disciplina teatral chilena. En la fiesta participaron muchos, el T.E.T., Víctor, Luis Cereceda, el T.E.P.A. y tantos más, donde la fatalidad, se conjura impresentable bajo la promesa de una nueva historia colectiva.

Una de las escenas alegóricas de la obra “Al principio existía la vida”, era la de un camión siendo empujado, para sortear una cuesta. Durante el viaje se devela el desconocimiento del paradero, donde cada cual forcejea sin meta propiciando el desbarranco de la máquina. Comienza la tragedia. Y su reconstrucción desde un naufragio o, mejor dicho, desde los restos que documentan la más monstruosa derrota. Desde los fragmentos bíblicos, la escritura de un aviador galo y el sueño quijano de Cervantes, se gestó colectivamente el atrevimiento de estrenar la nueva obra del grupo. Un mes en cartelera, dos funciones diarias y la catástrofe. Un domingo de noviembre, la detención de Castro. Un domingo actual del año de la peste, la no exhumación de la madre, María Julieta Ramírez Gallegos, y su querido actor John (Juan Rodrigo) McLeod. Un 25 de abril de 2021, entre anuncios rimbombantes de un tercer retiro de nuestro encomiable prescindente, un premio homónimo al actor Anthony Hopkins, y la superación de más de 3 millones de muertes en el mundo causadas por un virus infame.

Luego de la detención, la agonía. Villa Grimaldi, Tres Álamos, Ritoque, Melinka. De capitán a alcalde. Castro sobre una caretilla dando la bienvenida a cada nuevo habitante del campo de prisioneros. De ahí la resistencia artística. La insistencia en el teatro, la música, los viernes culturales. Y un frac inglés llegado de un barco de Europa. Y el remontaje de “Al principio existía la vida” en Puchuncavi, con otros actores, en una comunidad cautiva y el mismo guion.

La segunda escena. Nadie, ya lo sabía el dramaturgo, es profeta en su tierra. Caballero de las Artes y de las Letras en Francia, se convertía en el exiliado Mateluna ícono de una pléyade de artistas en una diáspora interminable de proscritos por el mundo. Y para conjurar la muerte, como los cuervos, una sala en La Cisterna, vieja y ruinosa casa entregada en comodato tras varios intentos, después de 17 años de su no regreso a Chile. Es difícil asistir a dos hogares. Más aún, imposible. Sólo queda una maleta bien cerrada y el deseo de que la lucha permanezca. A continuar con el viaje. A buscar vida.

Hugo Osorio
Licenciado en Filosofía, magíster en Artes, doctor en Investigación en Humanidades, Artes y Educación. Docente de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano.