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Opinión

La iluminación de la Historia

Por: Maximiliano Salinas | Publicado: 29.05.2021
La iluminación de la Historia Intervención lumínica de Delight Lab en Plaza Dignidad | Agencia Uno
El tiempo que vivimos se inscribe en una formidable y novedosa larga duración, que tiene que ver con profundas experiencias culturales. Supone una reflexión sobre nuestra condición colonial, que no acabó con la Independencia. Las estructuras coloniales no fueron removidas con la emancipación política de los criollos de Santiago o de Concepción. El tiempo colonial, ese que los estudiosos no mencionan ni advierten, continúa indescifrado e irresuelto. Lo que hoy tenemos delante de nuestros ojos es un proceso descolonizador que intenta destrabar enigmas inconscientes de nuestra historia acostumbrada a los prejuicios de raza, de clase, de género, desde el centro privilegiado del país. Esta descolonización nos incumbe a todos, de arriba hasta abajo, de un lado a otro.

El suplemento Artes y Letras de El Mercurio del 23 de mayo llamó a cuatro estudiosos del pasado nacional a contestar una pregunta del decano de la prensa seria: “¿Puede nuestra historia iluminar la actual crisis nacional?”. ‘Nuestra historia’, ‘crisis nacional’… eso ya pone en guardia: ¿cuál es ‘nuestra historia’?, ¿cuál es la ‘crisis nacional’? Los estudiosos son personajes reconocidos por la élite y por el Estado como intérpretes autorizados de la historia patria. Dos premios nacionales de Historia, Gabriel Salazar e Iván Jaksic, la directora del Museo Histórico Nacional, Macarena Ponce de León, y el profesor de las universidades de San Sebastián y Católica Alejandro San Francisco. Llama la atención que los cuatro estudiosos no se salen de la historia republicana al momento de pensar la nación. Para los cuatro la historia parte en 1810. Desde entonces la historia es luz que ilumina. El tiempo colonial queda en la oscuridad, en las sombras, en el inconsciente.

La posición más moderada es la del especialista en Andrés Bello, Iván Jaksic. El historiador parte reconociendo la continuidad en el acontecer nacional. “Es decir, tenemos miles de continuidades”. Claro, también rupturas. Por cierto, la guerra civil de 1829-1830, y el quiebre de 1973. Su mirada sobre el presente no deja de ser “preocupante”, vocablo repetido en líneas seguidas de su intervención. “Sin duda resulta preocupante el nivel de fragmentación, el desprestigio de los partidos tradicionales, y el que se abre un nuevo horizonte de incertidumbre”. La mirada del historiador es, ante todo, como buen conocedor de Bello, institucionalista. “Chile creó instituciones sólidas a las que volvemos una y otra vez”. Del presente hay algo que lo perturba: “Las demandas identitarias han aumentado al punto de resquebrajar la idea de lo colectivo”. ¿Malestar ante la ruptura de los consensos? La posición casi opuesta a la anterior la ofrece Gabriel Salazar, el pipiolo apasionado, la voz de los derrotados del siglo XIX. Su apuesta es la Constitución de 1828, las figuras desestimadas por la oligarquía, Ramón Freire y José Manuel Balmaceda. Las gestas históricas recordadas son los doce motines armados entre 1830 y 1837, las guerras civiles de 1851 y 1859 y, por supuesto, la sangrienta guerra civil de 1891. La historia como lucha, conflicto, pelea. La historia y la guerra, polemós. El profesor Alejandro San Francisco recuerda al historiador conservador Mario Góngora para iluminar el presente. El momento que vivimos “me parece que es análogo a la década de 1930, que según Mario Góngora marcó el quiebre definitivo con el siglo XIX”. Estamos pues otra vez en la crisis de la dominación oligárquica. Por lo mismo, le recuerda la crisis de la derecha en la elección parlamentaria de 1965, la crisis de los partidos políticos en 1953, la elección presidencial de 1970. El historiador se mueve en el campo de la historia política institucional del siglo XX. Macarena Ponce de León estima que la actual ‘crisis’ se entiende a partir del siglo pasado, el que se inició, a su parecer, en la década de 1920. Fue el comienzo de los desafíos de la modernidad urbana, industrial, alfabeta, más allá de la sociedad oligárquica, rural e iletrada de los siglos anteriores. Llama la atención sobre la Asamblea Constituyente de “Asalariados e Intelectuales” celebrada en el Teatro Municipal de Santiago en 1925, expresión de cambios que dan “vértigo”. Los estudiosos se inscriben, decimos, en el marco de la historia política e institucional republicana.

¿Bastará con ello? Es probable que se queden cortos, a no ser que piensen la historia desde el siglo XIX, a partir más o menos de la fundación de El Mercurio de Valparaíso en 1827. Esa sería, claro, una forma de decir ‘nuestra historia’. Creemos que el tiempo que vivimos se inscribe en una formidable y novedosa más larga duración, que tiene que ver con profundas experiencias culturales. Supone una reflexión sobre nuestra condición colonial, que no acabó con la Independencia. Las estructuras coloniales no fueron removidas con la emancipación política de los criollos de Santiago o de Concepción. El tiempo colonial, ese que los estudiosos no mencionan ni advierten, continúa indescifrado e irresuelto. Lo que hoy tenemos delante de nuestros ojos es un proceso descolonizador que intenta destrabar enigmas inconscientes de nuestra historia acostumbrada a los prejuicios de raza, de clase, de género, desde el centro privilegiado del país. Esta descolonización nos incumbe a todos, de arriba hasta abajo, de un lado a otro. La condición colonial nos despojó a todos, sin excepción, de la humanidad común y compartida. El desafío que se inaugura entonces es inédito. Requerimos una mirada muy poco recorrida para saber ver a Chile como una colorida y luminosa obra de arte. Como dijo Gabriela Mistral del pintor Juan Francisco González, atento a la tierra y al pueblo chileno: “Él quiso despertar la geografía espiritual de un Chile todavía colonial y la despertó bastante dejándole muchos ojos abiertos de par en par”.

Maximiliano Salinas
Escritor e historiador. Académico de la Facultad de Humanidades de la USACH.