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Los gobernadores, el desplome derechista, el desafío opositor

Por: Marcelo Mendoza | Publicado: 14.06.2021
Los gobernadores, el desplome derechista, el desafío opositor | Agencia Uno
La decepción de la élite por el desastre electoral de la derecha no puede disfrazarse con la derrota de la izquierda-izquierda en la gobernación de Santiago. Si somos sinceros, el sólo paso a segunda vuelta de Karina Oliva no se lo esperaba nadie; con todos sus desaciertos, Oliva fue una candidata muy competitiva que asustó al Partido del Orden, cuyos defensores salieron a votar para impedir el desaguisado que hubiera significado su triunfo. Son prematuros y exagerados los vítores celebratorios del pacto Unidad Constituyente (la ex Concertación) en esta elección de gobernadores. Pero justificables, pues necesitaban logros electorales y, con todo, tanto la DC como el PS ahora tienen militantes locales a cargo de territorios en los que triunfaron con toda legitimidad. Más aún: los candidatos del pacto Frente Amplio-Partido Comunista (Boric y Jadue) también hicieron campaña presencial por ellos, con tal de evitar que ganara la derecha en aquellas respectivas regiones donde no había candidatos de ese pacto.

Con la elección definitiva de gobernadores se cierra la primera parte de este convulso año eleccionario y persistentemente pandémico. Aunque no debería tener que ver con política electoral (¿o sí?), sino con la sanidad pública, el gobierno tendrá que explicar por qué justo un día antes de este balotaje decretó la cuarentena en toda la Región Metropolitana y otras regiones. Como tantas anteriores medidas de su incoherente Plan Paso a Paso, a todas luces fue un condimento insólito para promover la abstención. Que haya votado menos del 20% de los electores no puede atribuirse exclusivamente a esta causa, pero de que significó un incentivo para quedarse en la casa, no quepa duda. Este hecho (la reducida participación electoral) no debe eludirse en cualquier análisis post. Es cierto que había mucho menos en juego que en las mega elecciones de mayo, más aún considerando la novedad de elegir democráticamente gobernadores –por primera vez en la historia de Chile (otro de los buenos legados de la segunda administración Bachelet)–, nueva institución de la que el grueso de la población desconoce sus alcances. Además, se presumía que la derecha (el gobierno) tendría escasas posibilidades de revertir su gran derrota de mayo, una predicción que se cumplió incluso para peor. Pero esta bajísima concurrencia a votar no debe dejar indiferente a nadie pues, tal como ocurrió en las elecciones recientes, para el caso de la Región Metropolitana, quien más votó fue la élite del país: los pobladores de las tres comunas del Rechazo, la clase alta chilena: el único territorio nacional cabalmente de derecha. El asunto es más grave si se considera que en este balotaje entre los dos candidatos a gobernador(a) por la región no había nadie de derecha. Es decir, concurrieron a votar para evitar que llegara a ser gobernadora la candidata de la izquierda, del pacto del Frente Amplio con el Partido Comunista. No es difícil predecir que este criterio de la alicaída derecha chilena también primará para las presidenciales: el mal menor.

Los resultados en todo el país ratifican lo que ya está de sobra comprobado: la derecha, principal adalid de un modelo político-económico naufragante, no es representativa de lo que desean los chilenos. Una nueva paliza ciudadana para el gobierno y Chile Vamos. De 16 gobernaciones regionales, la derecha sólo triunfó en una (en la Araucanía, que siempre electoralmente ha sido territorio derechista). El resto fue ganado por 10 representantes de la ex Concertación (4 socialistas, 4 DC, 2 independientes), del Frente Amplio (2) y 3 independientes de centroizquierda e izquierda.

Aunque, centralismo mediante, se impuso que la madre de todas las batallas era la metropolitana, donde se enfrentaban Claudio Orrego (DC) y Karina Oliva (Comunes, del Frente Amplio), en estricto rigor esta no tiene por qué ser vista como la disputa más importante. Aún no lo sabemos, pero gobernar cada región significará un cambio radical al estado de las decisiones políticas y económicas en el país. Es muy probable que todos los ojos se concentren en Santiago, la capital del Estado, y por tanto pueda verse este territorio como una plataforma para el futuro político de su gobernador. Sin embargo, las decisiones de grandes proyectos económicos (como los mineros en el norte), mucho más decisivos para el poder fáctico, no estarán ahora en La Moneda sino en los gobiernos regionales, a pesar de la figura del delegado presidencial que incluyó la nueva ley de gobernadores, que tratará de hacer de contrapeso al poder local de las gobernaciones. (Al respecto, ojo con el triunfo de la ecologista independiente Krist Naranjo en la Región de Coquimbo, zona en donde el presidente Piñera hace indisimulados intentos por dejar aprobado el agresivo megaproyecto minero Dominga, encabezado por su amigo Carlos Alberto Choclo Délano, del grupo Penta. Naranjo es una opositora al proyecto, y ahora será nada menos que gobernadora…).

Como ya todos saben, en la Región Metropolitana le ganó un político curtido como Orrego (por 5 puntos) a la antes desconocida candidata Karina Oliva, quien, a pesar de su derrota, tuvo una inusitada votación. Para ganar, el ex concertacionista debió apelar al máximo de recursos, incluso socorriéndose del apoyo de los precandidatos de Chile Vamos, conglomerado cuyos votantes en definitiva le dieron el triunfo (los 180 mil votos adicionales que consiguió Orrego en el balotaje calzan casi con precisión con el incremento de votos que tuvo en las tres comunas del Rechazo: Las Condes, Vitacura y Lo Barnechea). Es decir, no cabe duda de que el candidato de la DC ganó gracias al apoyo de la derecha.

La decepción de la élite por el desastre electoral de la derecha no puede disfrazarse con la derrota de la izquierda-izquierda en la gobernación de Santiago. Si somos sinceros, el sólo paso a segunda vuelta de Karina Oliva no se lo esperaba nadie; con todos sus desaciertos, Oliva fue una candidata muy competitiva que asustó al Partido del Orden, cuyos defensores salieron a votar para impedir el desaguisado que hubiera significado su triunfo. Son prematuros y exagerados los vítores celebratorios del pacto Unidad Constituyente (la ex Concertación) en esta elección de gobernadores. Pero justificables, pues necesitaban logros electorales y, con todo, tanto la DC como el PS ahora tienen militantes locales a cargo de territorios en los que triunfaron con toda legitimidad. Aunque en verdad siempre se supo que, de irle bien a la oposición en la reciente performance electoral (como ocurrió), producto de los candidatos en disputa en el balotaje, los resultados llevarían a eso. Más aún: los candidatos del pacto Frente Amplio-Partido Comunista (Boric y Jadue) hicieron campaña presencial por ellos, con tal de evitar que ganara la derecha en aquellas respectivas regiones donde no había candidatos de ese pacto. Una vez conocidos los resultados, tal vez la única que dio verdadera cuenta de esta condición unitaria opositora fue Yasna Provoste, presidenta del Senado y todavía no explícita candidata presidencial. En todas sus declaraciones, su énfasis estuvo puesto en el tremendo triunfo de la oposición a la derecha y no en un supuesto renacer ex concertacionista (ni menos del Partido del Orden) dado el panorama alentador en la conquista democrática de las gobernaciones regionales. Ella tiene claro que su gran activo es ser vaso comunicante entre los dos pactos opositores y tiene la fuerza y autoridad para imponerlo en el hoy deteriorado domicilio político al que pertenece.

Tras el término de este proceso electoral, la carrera por la conquista del poder toma el curso de las presidenciales y parlamentarias, que se realizarán el 21 de noviembre. La cuenta regresiva ya comenzó, para una primera etapa, las primarias legales del 18 de julio, en un mes más. Allí se definirá el candidato de Chile Vamos y también el de la izquierda (Daniel Jadue o Gabriel Boric). Y Yasna Provoste habrá decidido su ruta. Pese al contexto de pandemia, y de la ineptitud gubernamental de encararla entre cuarentenas y pases de movilidad, es probable que nunca haya habido en Chile tiempo y espacio más propicio para la participación democrática como este 2021. Donde está todo por cambiar: desde las restringidas calles clausuradas; desde las urnas abiertas.

Marcelo Mendoza
Editor de Opinión de El Desconcierto.