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Opinión

El feriado

Por: Cristián Zúñiga | Publicado: 20.06.2021
El feriado |
Luego, en una comisión mixta, se quiso reemplazarlo por el 12 de octubre (“Día de la Raza”). Pero finalmente, y luego de un veto sustitutivo presentado por el gobierno, se resolvió sumar este nuevo feriado, sin abolir ninguno de los anteriores. Como si se tratara de un chiste de Condorito, en sólo una semana los principales poderes del Estado sumaron un nuevo feriado al calendario, lo anunciaron a la ciudadanía con sólo cuatro días de antelación y todo esto en medio de una pandemia que mantiene a gran parte del país en cuarentenas de fines de semana y festivos. Peor aún: con la aprobación de este nuevo feriado se acaban de anotar dos fines de semana largos consecutivos, todo un acierto en días de cordones sanitarios deficientes y gente desesperada por salir del encierro.

El Parlamento aprobó esta semana establecer como feriado “móvil” cada 24 de junio en conmemoración del Día Nacional de los Pueblo Indígenas, lo que regirá por primera vez desde este lunes, día que coincide con el solsticio de invierno (evento que es considerado por los pueblos originarios como celebración de año nuevo). Se trata de un reconocimiento que, en buenahora, llega para subrayar una fecha que está cargada de rituales y conmemoraciones por parte de nuestros primeros pueblos, en un calendario-país que históricamente ha destacado los hitos de guerra o imaginería católica. Por supuesto que, en un presente donde los chilenos se declaran mayoritariamente irreligiosos, habría que reevaluar mantener ciertos feriados que, a estas alturas del partido, suenan algo anacrónicos (como la “Asunción de la Virgen”) y reemplazarles por fechas que reconozcan hitos culturales que sintonicen con el habitante actual, como la diversidad sexual, el medioambiente o fechas significativas para el mundo de las artes y las ciencias. Son cambios que no resultarían traumáticos siempre y cuando se hagan de manera planificada y no a última hora como ocurrió esta semana.

Esta semana los congresistas y el Ejecutivo, una vez más, mostraron al país que están gobernando desde el populismo, la improvisación y un absurdo tironeo de fuerzas entre ambos poderes. En principio, este nuevo feriado iba a reemplazar al 29 de junio de San Pedro y San Pablo. Luego, en una comisión mixta, se quiso reemplazarlo por el 12 de octubre (“Día de la Raza”). Pero finalmente, y luego de un veto sustitutivo presentado por el gobierno, se resolvió sumar este nuevo feriado, sin abolir ninguno de los anteriores. Como si se tratara de un chiste de Condorito, en sólo una semana los principales poderes del Estado sumaron un nuevo feriado al calendario, lo anunciaron a la ciudadanía con sólo cuatro días de antelación y todo esto en medio de una pandemia que mantiene a gran parte del país en cuarentenas de fines de semana y festivos. Peor aún: con la aprobación de este nuevo feriado se acaban de anotar dos fines de semana largos consecutivos, todo un acierto en días de cordones sanitarios deficientes y gente desesperada por salir del encierro.

Lo ocurrido esta semana es un síntoma más provocado por el nuevo virus que se ha ramificado entre los políticos y autoridades chilenas. Uno que no hace distinción alguna entre domicilios partidarios, colores ideológicos y ni siquiera entre las independencias varias. Es un virus que también ha comenzado a carcomer a las instituciones judiciales, económicas y medios de comunicación. Se trata de una especie de gripe de la estupidez, cuadro que desata una fiebre que altera el intelecto de quienes le padecen y lleva a las personas a experimentar estados de delirio, persecución y, lo que es más grave, les lleva a perder la mesura y la sobriedad de las ideas. Esta semana muchos chilenos y chilenas tuvieron que ver alteradas sus vidas, ya complicadas por la rutina de la peste, producto de este improvisado feriado que fue votado por un grupo de parlamentarios (muchos de los cuales este año irán a reelección) que no pensaron en las muchas consultas médicas, trámites bancarios, de registro civil, oportunidades de empleo (la informalidad sucumbe los festivos) y actividad de boliches que se verán afectados por esta improvisada decisión.

Y es que el Parlamento es, luego de los partidos políticos, la institución peor valorada por la ciudadanía, mientras que este gobierno debe ser el peor evaluado desde que se hacen encuestas en Chile. Por lo mismo es que Parlamento y gobierno ya no están para quedar como los malos de la película. Ambos poderes del Estado piensan que haciendo gestos para la galería lograrán recuperar el afecto de las masas o, por último, de esos ciudadanos que aún se están levantando para votar en un año que tiene agendadas más elecciones que partidos de la selección chilena. Es en este escenario que la gripe de la estupidez les lleva a dejar de lado sus convicciones intelectuales, dando paso a reacciones pueriles y escenas patéticas, donde políticos que hasta hace poco defendían los tratados de libre comercio, la responsabilidad fiscal y la gradualidad como máxima, aparecen golpeándose el pecho frente a las cámaras, prometiendo no pecar nunca más, no explotar nunca más y no mirar nunca más en menos al prójimo. Son esos políticos que ahora, calculadora en mano, parecen estar dispuestos a retomar el voto obligatorio, luego que ellos mismos, calculadora en mano (cuando MEO enviaba a su asesor Max Marambio a amedrentar a parlamentarios de la Concertación) lo abolieran.

Pero la gripe de la estupidez también ha alcanzado a la denominada nueva política. Las improvisaciones y cantinfleos intelectuales se vieron en la segunda vuelta de gobernadores (la experiencia Oliva) y aparecen en la primaria presidencial. Es así que las promesas de Jadue y Boric se basan en la superación de la cultura del capitalismo contemporáneo, es decir, de hacernos regresar a esa cultura comunitaria y solidaria que, supuestamente, alguna vez experimentamos para salvarnos del actual egoísmo, individualismo y consumismo que nos inunda. Estas promesas llegan al mismo tiempo que el país rompe récord mundial de ventas on line y cuando los autos nuevos y usados están agotados producto de la demanda interna. Ni mencionar la fiebre que ha alcanzado a los constituyentes: se trata de una cepa voraz que fue internada desde la antigüedad por alguna máquina del tiempo. En este caso, la fiebre lleva a desconocer las reglas establecidas y a proyectar un escenario refundacional, donde no cabe la gradualidad ni los consensos y que es anunciada como una bala de plata que asesinará al neoliberalismo. Al mismo tiempo, y como en toda peste contemporánea, emergen los escépticos de la enfermedad, por lo que, aprovechando el espectáculo del miedo, el popular antivacunas “doctor File” y sus amigos se constituyeron como partido político en gran parte del territorio y embanderados con un símbolo alienígena.

El concepto de feriado alude a aquello vinculado a la feria, en el sentido de la interrupción y el descanso del trabajo. El término suele referirse específicamente al día que no es laborable. He de esperar que, dado los últimos acontecimientos y en consideración de los complejos años que vendrán, pasada la peste, este tiempo sea visto como un feriado de la razón donde las ideas tomaron un descanso y dejaron a las emociones, asumir el timón de la nave. He de esperar que, sea sólo eso, pues los feriados son días para improvisar y relajarse al calor de un trago, para luego emitir opiniones pueriles y promesas cuyo único destino será la defraudación.

Cristián Zúñiga
Profesor de Estado. Vive en Valparaíso.