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Opinión

El dilema del frenteamplista

Por: Sebastián Sandoval | Publicado: 07.07.2021
El dilema del frenteamplista |
A medida que van aumentando los acercamientos entre Paula Narváez y Gabriel Boric, se ve cada vez más posible la conformación de una mega-coalición de izquierda, lo que implicaría asegurar un puesto en la historia para el FA, pero también brindaría un golpe fuerte para sus bases, al aclarar el dilema en un momento en que es necesario tener todo ordenado para responder a las necesidades de futuro. Por ello creo necesario que, tras la primaria, Boric empiece a sincerar su posición y la de su grupo frente al futuro, puesto a que en los momentos en que se requiera la victoria, será importante tener la casa ordenada para celebrar un triunfo mayor del que jamás pudiésemos imaginar. Después de todo, y como la vida misma dicta, es mejor admitir que fuimos el futuro cuando lo sabemos a que venga alguien más a decirlo. La Concertación no quiso admitirlo cuando lo supo.

Sólo tomó una once para que se destapara la olla a presión. Paula Narváez y Gabriel Boric, dos rostros que comandan precandidaturas de dos izquierdas bastante distintas, se sentaron en una mesa a tomar té y dialogar sobre el futuro. Las críticas cayeron de cajón en contra del último por sentarse con la candidata de la Concertación. Si bien no concuerdo con esta clase de observaciones, no puedo ser ajeno a su entendimiento.

No es en realidad tan problemático ver a rostros de esta clase sentados juntos en una mesa, dialogando sobre sus distintas posiciones; mucho menos ver a Boric haciendo este tipo de acercamientos. Sin embargo, siempre que lo hace se topa con un criticismo fuerte. Mismo caso con la gran mayoría de la bancada, cuya razón nace a partir de un dilema que el Frente Amplio peligrosamente mantiene sin resolver desde su conformación, y que se ha transformado en una amenaza para su futuro, la cual necesita superar a toda costa a raíz del peso político que hoy tiene.

Volvamos en el tiempo para entender el contexto. El Frente Amplio surgió en 2017 como una propuesta de personeros de la Bancada Estudiantil, el proyecto de independientes y PC que alguna vez tuvieron un puesto representativo en la dirigencia de federaciones universitarias durante el “invierno chileno” de 2011. El fragor de las movilizaciones, las más grandes del Chile post-dictatorial hasta ese entonces, habían marcado la impronta de hacer política de impacto en las bases, conformadas por una cantidad no menor de estudiantes de la Educación Media y Superior, que creían en el proyecto surgido durante las protestas.

Pero quienes conformaron la bancada estudiantil se encontraron de murallón con la realidad del sistema filosófico de la “política de los acuerdos” que hasta ese entonces había sostenido pacíficamente el duopolio, y que surgió al principio como un mecanismo de defensa contra el poder que Pinochet aún ostentaba en las FF.AA durante la gobernanza democratacristiana, pero que evolucionó hasta fijar la impronta de “clase” en los grupos dominantes, debido tanto a la necesidad de negociar con los grupos empresariales (deseosos de quitarse el tinte del respaldo a la dictadura) como a los quórums supernumerarios exigidos por la Constitución, que impedían reformas si no pasaban por consenso.

En varias oportunidades, durante estos años, Jackson y Boric mencionaron el adulto-centrismo y la aversión de los diputados y senadores hacia sus políticas, pues sus intentos de reforma generalmente conseguían un reducido número de apoyo. Y es que este sistema, como está diseñado, obliga a los movimientos políticos a entrar a la esfera o caer en la eterna irrelevancia por la incapacidad de conseguir proyectos. Ya otras personas lo habían intentado en el pasado y fracasado miserablemente. Podía suceder que ambos tuvieran el mismo destino de no poder impulsar cambios y convertirse en una mera nota pasajera en los archivos del Congreso.

Es aquí donde parte de esta bancada decide hacer un sacrificio para conseguir lo que buscan. Tenían claro que para impulsar reformas de verdad era necesario volverse fuertes en respaldo, mediante la conformación de una fuerza política. Pero, a cambio, eso requeriría volverse parte de “la vieja política” y, con ello, adoptar sus formas de transar y llevar agendas. Estaban en total y completa claridad de que esto iba a generar un daño tremendo a sus bases políticas, pues algunos verían en este manejo un regreso a las ideas de siempre, e incluso un recambio generacional de mala nota.

Y es que, en realidad no es algo negativo ser el recambio generacional de grupos políticos largamente establecidos, pasa por naturaleza. Las personas se hacen viejas, las ideas se van transformando, y el poder en su núcleo exige gobernar lo más acompañado posible. El problema es que la asunción de estos conceptos es lo que justamente colisiona con la política de impacto que buscaron llevar desde un inicio, desde el día en que salieron a las calles a defender la educación. No es cuestión de llegar y decir que son los que vienen por concilio, pues eso te convierte en parte integral del sistema que en principio atacaron. Volverte parte del sistema o el sistema en sí también hace que la política de impacto que en principio encabezaste no vaya a tu favor, sino en contra tuya, pues a ti es el que se te exige cambiar para adecuarte a las realidades que van surgiendo.

Creo que el mayor dilema que hoy tiene el FA, y por lo cual aún no encuentran su “alma política”, es la poca asunción de esta realidad. De que ya no son la política de impacto, sino que son meramente parte de la política. Aún existe una búsqueda insostenible de estirar hasta que no dé más la imagen de política revolucionaria y transformadora, en la que casi toda la política se ha querido proyectar, irónicamente gracias a quienes despreciaron en un inicio y que hoy han surgido como una fuerza política potente.

Aún profesan en cierta manera el cuento poético de que las generaciones jóvenes estamos destinadas a destruir lo simbólicamente viejo para consagrar lo nuevo, cuando en realidad hubo asiento y todo para ir a firmar el concilio, lo que no es negativo bajo ninguna lupa. No es malo ir a la transa para evitar pelear batallas innecesarias, es el lema de nuestra república, y aun así existe un gigantesco resquemor a aceptarlo. Durante los debates de primarias, se pudo ver algo de esto cuando Daniel Jadue pregunta a Boric sobre la falta de inclusión de las violaciones a los derechos humanos en el acuerdo del 15 de noviembre, lo que fue un gravoso error, pero quizás comprensible a la luz de los antecedentes que se han visto, en que la UDI puso varias trabas para firmar el documento.

Si Boric llegase a decir, en el próximo debate en que le consulten eso, que la razón de su no inclusión radicó en que no querían que el acuerdo se cayera por una pataleta patética de Van Rysselberghe y su grupo, sería algo absolutamente verídico, pero daría muestra de que al final están sujetos a la naturaleza del concilio, lo cual, aparte de quitar piso respecto a su voz frente al estallido, contradice la filosofía política de impacto que han llevado, algo que Jadue sabe, y que de haber recibido esa respuesta hipotética, hubiese capitalizado hasta el fin de los tiempos para contradecir a aquellos que critican la posición estratégica del PC de no estar en la mesa pero si en el proceso para verse menos entintados.

A medida que van aumentando los acercamientos entre Paula Narváez y Gabriel Boric, se ve cada vez más posible la conformación de una mega-coalición de izquierda, lo que implicaría asegurar un puesto en la historia para el FA, pero también brindaría un golpe fuerte para sus bases, al aclarar el dilema en un momento en que es necesario tener todo ordenado para responder a las necesidades de futuro. Por ello creo necesario que, tras la primaria, Boric empiece a sincerar su posición y la de su grupo frente al futuro, puesto a que en los momentos en que se requiera la victoria, será importante tener la casa ordenada para celebrar un triunfo mayor del que jamás pudiésemos imaginar. Después de todo, y como la vida misma dicta, es mejor admitir que fuimos el futuro cuando lo sabemos a que venga alguien más a decirlo. La Concertación no quiso admitirlo cuando lo supo.

Sebastián Sandoval
Alumno de la Facultad de Derecho de la Universidad Diego Portales.