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¿Cómo y por qué generar espacios de la discusión constituyente en la Educación Básica?

Por: Roberto Pizarro Larrea | Publicado: 18.07.2021
¿Cómo y por qué generar espacios de la discusión constituyente en la Educación Básica? |
Proponemos movilizar a los y las niñas de Educación Básica hacia la consciencia del presente. Huelga decir que no desconocemos su grado de consciencia, pero nos referimos a sensibilizarles ante la oportunidad histórica que nos ha tocado vivir como sociedad. Junto con ello, es prepararlos para una discusión que estará lejos de ser zanjada en la Convención Constituyente y que, por lo demás, con los años les tocará protagonizar. Deberán estar preparados para asumir el rol de actores y actrices sociales, en un proceso de cambio que invadirá diversas esferas de la vida pública.

Es imposible escabullirse de una discusión necesaria. La Convención Constituyente en Chile nos coloca en un marco de discusión que ha permeado a distintas esferas de la sociedad. Desde diversos espacios sociales, políticos y culturales se ha iniciado una conversación entre los distintos actores y actrices que sería baladí y reaccionario detenerlo o retrotraerlo. La victoria de la ciudadanía nos desafía para estar a tono con las necesidades reales del país. Es así como en uno de los recovecos de estás múltiples manifestaciones, la Red de Profesor@s de Filosofía de Chile (REPROFICH), nos propuso conversar en torno al rol de los y las docentes para trasladar la discusión de este proceso constituyente al aula. A raíz de aquella instancia, y pensando en los y las estudiantes de Educación Básica, es que surgen algunos lineamientos primarios que deberían inspirar aquella discusión. Sin el afán de ser directivo en estas ideas, las comparto con el mismo espíritu colaborativo que aquella invitación propició.

En principio, es importante sostener que, debido al contexto histórico de nuestro país, debemos derrumbar ciertos relatos que nos impulsan a reconocer las limitaciones de la discusión. Durante muchas décadas el Estado de Chile se ha sostenido por un discurso tecnocrático que, según Patricio Silva, se podría rastrear su genealogía desde fines del siglo XIX y con mayor fuerza desde 1920: el manejo eficiente de “la gestión pública la deben hacer los expertos”, frase o eslogan que desde el gobierno de Jorge Alessandri Rodríguez se instaló con la idea de la “revolución de los gerentes” en la década del 60. La imposición del discurso “apolítico” de la optimización de la gestión es traducible al lenguaje empresarial, como la textualidad de la optimización de los recursos. Lenguajes que el actual presidente Sebastián Piñera también defendió en su primer mandato con la idea del “gobierno de los mejores”, develando la desigualdad y el rasgo oligárquico de la clase dirigente contemporánea; fundamentos indispensables de la cuenta que le pasó la rebelión popular de 2019 a la élite.

Esta tradición ha tenido un impacto tremendo en la sociedad chilena, por ejemplo, camuflando de “apolíticas” las decisiones técnicas que han determinado las políticas públicas de los últimos 30 años. En cuanto al proceso constituyente que se abrió, lamentablemente también arrastra esta lacra, dejándonos una sinuosa y pegajosa idea que se intentó imponer en el momento previo a la elección de los constituyentes: la Constitución es algo que sólo los expertos deben discutir. No obstante, con una porfía envidiable, la ciudadanía votante se resistió a la idea y dejó entrever que la Carta Magna no debe ser comprendida como un tinglado jurídico ininteligible, sino que como un acuerdo social básico para la convivencia política. Muchas enseñanzas nos dejó Bolivia, con un proceso constituyente en que, al menos durante 3 años, participaron las personas comunes y corrientes “discutiendo cuestiones técnicas y complejas”.

En ese mismo aprendizaje es pertinente plantear entonces el rol de la sociedad en su conjunto, no sólo de quienes les toca protagonizar la Convención, sino que el papel que debemos desempeñar todos y todas las que estaremos alrededor o a la orilla del proceso. Es significativo también reconocer que esta nueva Constitución está abriendo un episodio inédito en nuestra historia y, junto a ello, todavía no hemos logrado dimensionar la fuerza que aplicarán los golpeados y disminuidos sectores conservadores, algunos grupos fascistas que incluso resucitaron la idea de un golpe de Estado al gobierno de Piñera por no saber colocar un coto a la revuelta popular. Si la derecha chilena más recalcitrante abandonó sus trapos republicanos después de la dictadura de Pinochet, debemos estar atentos a cómo jugaremos cada pieza en un periodo histórico de enormes luchas sociales y políticas. En este escenario, pensar en aquellos niños, niñas y adolescentes que hoy parecieran estar más distantes y ajenos a la discusión, es clave para sumarles a las fuerzas ciudadanas de cambio con una convicción que les permita enfrentar la adversidad, que los prepare a la discusión y que los comprometa con la justicia social y la democracia como una forma de vida (parafraseando a John Dewey).

A mi juicio, en el aula debiesen existir al menos tres líneas estratégicas que deben ser abordadas, desde una perspectiva didáctica y ética. La primera de ellas comprende la necesidad de visibilizar lo implícito. Con esto nos referimos a que el rol de los y las estudiantes de Enseñanza Básica debe sacudirse del manto con el que se les hace dormir. En la interacción social y pedagógica, el desafío consiste en despojarlos del velo adultocéntrico que los inhibe del reconocimiento social y, en consecuencia, no les permite asumir un rol activo en la construcción de espacios democráticos; se les reduce a un espacio familiar no muy lejano del autoritario mundo de la escuela formal institucionalizada, espacios que Pierre Bourdieu englobó como las estrategias de reproducción social. En el campo escolar, tenemos también que comprender que, por muchos avances epistemológicos de la pedagogía en el siglo XX, la tradición escolar mantiene adictos que insisten en la “enseñanza” como el verdadero objeto didáctico, conculcando el rol de los y las estudiantes en la construcción del aprendizaje. En otras palabras, debemos visibilizar el protagonismo de los niños, niñas y niñes que en la interacción didáctica son los verdaderos ingenieros del conocimiento en el espacio del aula. Es justo también comprender que el rol protagónico no se agota en el aula o en el espacio doméstico: la escuela en sí misma debiese apuntar a fortalecer el papel de los educandos como sujetos de derechos y, por ende, asegurarles y brindarles espacios efectivos y resolutivos de participación democrática es la clave para la formación ciudadana contemporánea.

Una segunda línea estratégica apunta a reconocer la fortaleza y la importancia del diálogo como base de la interacción didáctica. En el aula actual aún perduran prácticas directivas que inhiben la participación de los y las niñas. Es por tanto necesario reconsiderar las reflexiones filosóficas de la educación popular de Paulo Freire, donde la conversación y el diálogo son los verdaderos agentes generativos del aprendizaje bidireccional del educando y el/la educadora. Aunque asumimos la capacidad de diálogo como algo innato de los seres humanos, Humberto Maturana asienta una perspectiva singular y crítica frente a la escucha dentro del aula, puesto que muchas veces pareciera que los y las docentes sólo se escuchan a sí mismos cuando esperan la respuesta correcta o controlan los tiempos con espacios reducidos de intervención para los y las estudiantes. Formar a los y las niñas y niñes en el diálogo implica diseñar o proponer un acto educativo que apunte a una formación ética, en donde como sociedad seremos capaces de apreciar los acuerdos y sabremos resolver la convivencia, aun cuando el disenso se manifieste o se imponga por nuestras diferencias; en la escucha sincera y activa fortaleceremos la estima de las personas, en donde se les reconocerá y se les valorará.

La tercera y última línea argumental supone, en consonancia con las dos anteriores, que el aula debe convertirse en un espacio para discutir lo contextual, lo cotidiano, lo situado a los sistemas de representación cultural de los y las educandes. Invitar lo ordinario y lo común a la interacción didáctica no supone una vaguedad o simplicidad del acto educativo, sino que, al contrario, lo complejiza y lo tridimensionaliza. Lo importante es que, desde la perspectiva de la psicología educativa, facilitamos la transferencia de los aprendizajes a diversos espacios y situaciones que los niños, niñas y adolescentes deben enfrentar diariamente. Es conocida esta necesidad y es obvia para muchos y muchas docentes que repetirán como un rezo estas máximas, sin embargo, el día de hoy se tornan en obligatorias ideas para abordar otro punto: avanzar de lo común a lo controversial. Se deben proponer espacios de discusión por medio de estrategias didácticas que inviten a contraponer puntos, al posicionamiento y a la argumentación en debates, foros, etc., que obliguen a les estudiantes a ponerse en una vereda desde donde deberán interactuar por medio de la escucha activa y el diálogo para defender sus posturas en determinados temas que sean sensibles y difíciles de abordar, ya que generan cuestionamientos éticos significativos para las y los educandos.

En base a estas tres líneas estratégicas proponemos movilizar a los y las niñas de Educación Básica hacia la consciencia del presente. Huelga decir que no desconocemos su grado de consciencia, pero nos referimos a sensibilizarles ante la oportunidad histórica que nos ha tocado vivir como sociedad. Junto con ello, es prepararlos para una discusión que estará lejos de ser zanjada en la Convención Constituyente y que, por lo demás, con los años les tocará protagonizar. Deberán estar preparados para asumir el rol de actores y actrices sociales, en un proceso de cambio que invadirá diversas esferas de la vida pública. Si bien, estas tres líneas no son las únicas, las pensamos como un paso inicial para rayar y dibujar muchas otras que alimentarán una formación ética profunda, que abrace el cambio y que se encargue de resguardar la democracia que probablemente se verá fragilizada ante la reacción de los sectores de la sociedad más conservadores.

Roberto Pizarro Larrea
Profesor y formador docente de la Universidad Alberto Hurtado.