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Opinión

Sobre victorias pírricas y derrotas hermosas

Por: Modesto Gayo | Publicado: 24.07.2021
Sobre victorias pírricas y derrotas hermosas |
Con un Sichel probablemente inflado y falto de posibilidades reales de éxito electoral en noviembre, el hermoso final parece que llegará de la mano de una atomización partidaria de la izquierda como no se había conocido nunca, y será igualmente bella, para la politología y analistas varios, la dificultad para gobernar, lo que puede convertir la victoria del progresismo en un nuevo ejemplo de cómo vencer a menudo es lo más parecido a una derrota.

Mientras el reloj de arena desgrana los últimos peldaños en pendiente picada del gobierno de Sebastián Piñera Echenique, cuyos mandatos fueron condenados por los dioses de la Tierra y las ideologías del hartazgo; cuando las campanas del cambio repican en el duermevela de la conciencia colectiva y el temor a un futuro que apenas se vislumbra como un monstruo gótico de varias cabezas; ahora que se invoca a la esperanza y la dignidad como léxico mántrico que no diferencia a tirios y a troyanos. En el momento en que se alzan brazos festivos por el recuento de votos favorable, y las lágrimas del esfuerzo vano se contienen como niño de colegio reprobado.

Este es el instante de un drama representado por candidatos que quisieron ser presidentes de un pueblo de los confines del mundo, y para lograrlo todos ellos tuvieron que vencer al destino en algún momento previo. Así es el caso de Lavín, quien desplazó por conserjería a una candidata entusiasta como Evelyn Matthei, la que denunció este hecho públicamente. Con seguridad, hoy se regocija con una carcajada en el baño mientras piensa en la cara de espanto que se le quedó al pluri-alcalde que soñó por treinta años con La Moneda y vio en un mismo movimiento a un casi desconocido superarle ampliamente y, además, despedirle por sus méritos. Sin duda, Joaquín debe haberse convertido en el ex-presidenciable de los últimos años al que con más afecto y reconocimiento han despedido con gran celeridad, para no volver a levantar cabeza: “enough, buenos intentos y nunca más, Lavín”, dice la chapita que le prepararon sus amigos senadores y diputados de la UDI y RN.

Otro victorioso que cayó es Desbordes, zancadilleado por su propio partido cuando salía a jugar a la cancha y diciéndole, entre ellos Francisco Chahuán, “te apoyamos, compañero”. El triunfo del acuerdo de paz para avanzar hacia un proceso de reforma constitucional lo convirtió en un gran estadista de la tv, de lo que él se hizo eco sin cesar, un “auto-eco”, aparentemente sin repercusión más allá de un 10% de la derecha. Mario triunfó para despeñarse a la vuelta del camino, empujado por sus acompañantes. Lo adelantaron finalmente para perderlo de vista.

Ignacio Briones quiso ser lo más parecido a un progresista valórico en un sector tan pragmático como reacio a este tipo de experimentos. Colgado de la palabra “liberal” y pergeñando cátedras populares sobre una ideología inspirada por la libertad, sus explicaciones profesorales hicieron implosión desde su figura de ex-ministro de Hacienda para el pueblo apretado de cartera y que por ello mismo le apretó el cogote. Briones lideró Evópoli el mismo tiempo experiencial que ocupó la jefatura del Ministerio, una historia breve, ¿un político de mecha corta?, de tan buena voluntad como limitado alcance en la República que quiso gobernar.

Aderezado con Inti Illimani, Quilapayún e Illapu, invocando a la diosa popular Violeta Parra, con imágenes subliminales de Frida Kalho, el 18-O y el pueblo en movimiento, inspirado por la UP, la conferencia de prensa de Jadue, su testamento político del minuto “horribilis” del fiasco, fue más una crítica a la división del bando propio que una felicitación a las huestes de Boric. Tanto abrazo, tanta sonrisa para la cámara, convirtió a ambos candidatos progresistas en dos osos con la misma vocación de abrazar para derrotar, como un combate de sumo a la chilena con toques de merquén plurinacional y contenidos reformistas. No obstante, si no la victoria, al menos la derrota parece haber sido hermosa, puesto que multitud de seguidores de Daniel han manifestado a través de las redes sociales no tener intención alguna de votar por Gabriel, esperando que surja un nuevo candidato, ahora de la Lista del Pueblo, en sustitución del héroe de Recoleta.

Con un Sichel probablemente inflado y falto de posibilidades reales de éxito electoral en noviembre, el hermoso final parece que llegará de la mano de una atomización partidaria de la izquierda como no se había conocido nunca, y será igualmente bella, para la politología y analistas varios, la dificultad para gobernar, lo que puede convertir la victoria del progresismo en un nuevo ejemplo de cómo vencer a menudo es lo más parecido a una derrota.

Modesto Gayo
Académico de la Facultad de Ciencias Sociales e Historia de la Universidad Diego Portales.