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Opinión

Pasarse tres pueblos

Por: Cristián Zúñiga | Publicado: 15.08.2021
Pasarse tres pueblos Lista del Pueblo en Diario Oficial, 7 de mayo de 2021 |
Esta semana hemos sido testigos del ir y venir de una serie de comunicados emitidos por las supuestas bases y una supuesta cúpula de la Lista del Pueblo, donde un día se presentaba a Cristián Cuevas como candidato presidencial, al siguiente se le desconocía y al subsiguiente se confirmaba la realización de un curioso proceso de elección para elegir al definitivo presidenciable: tres nombres (donde no aparece Cuevas) deberán competir para juntar las 34.000 firmas de patrocinio exigidas por la ley. El que llega primero con las firmas pasará a ser ungido como candidato definitivo. No cabe duda de que este improvisado sistema, donde se echa a competir a dos mujeres y un hombre mapuche, podría ser un exitoso programa televisivo, conducido por algún animador de moda y que se titule “¿Quién quiere ser candidato?”. Uno hubiera imaginado a la Lista del Pueblo eligiendo a su candidato en una primaria o, por último, en una votación por redes sociales. Pero se estableció un mecanismo de competencia, algo que ni el más neoliberal de los partidos políticos hubiera imaginado.

El viernes 7 de mayo de 2021 el Diario Oficial publicaba la Marca de Productos y Servicios denominada: «La Lista del Pueblo». Se trata de un hito no menor para nuestra híper modernidad chilena pues se inscribía como producto (cual Pyme) a una organización política que se autodefine como “lista del pueblo”. Por supuesto que el sentido que esta organización da al concepto pueblo no es neutro, pues declaran aspirar a superar al Estado actual a partir de transformaciones culturales como las que exponen en su página web: “Nuestra visión es un Chile con igualdad de género, plurinacional y digno”. Es por todos conocido que la Lista del Pueblo fue creada por los más devotos protagonistas de la revuelta de octubre de 2019, quienes hábilmente y aprovechando el descrédito de los partidos políticos (y el auge de los políticos independientes) lograron levantar una lista para competir en la elección constituyente y obtuvieron resultados que dejaron a la política tradicional con la vista extraviada. Esta organización logró 27 asientos constitucionales (dos de los cuales ya renunciaron), transformándose en una fuerza que, al interior de la Convención Constitucional, tiene mayor presencia que los partidos políticos. Sin embargo, y luego del éxito electoral, este grupo se ha visto atrapado por contradicciones propias de quien se autodesigna como “nosotros el pueblo”, pues sabido es que autoconstituirse como pueblo no equivale a ningún tipo de representación más que la de ellos mismos y su asamblea.

Por lo anterior es que, al entrar a competir en la carretera de la democracia moderna, este movimiento ha tenido que sortear problemas propios de quienes aspiran a asumir el poder político. Esta semana hemos sido testigos del ir y venir de una serie de comunicados emitidos por las supuestas bases y una supuesta cúpula del movimiento, donde un día se presentaba a Cristián Cuevas como candidato presidencial, al siguiente se le desconocía y al subsiguiente se confirmaba la realización de un curioso proceso de elección para elegir al definitivo presidenciable: tres nombres (donde no aparece Cuevas) deberán competir para juntar las 34.000 firmas de patrocinio exigidas por la ley. El que llega primero con las firmas pasará a ser ungido como candidato definitivo. No cabe duda de que este improvisado sistema, donde se echa a competir a dos mujeres y un hombre mapuche, podría ser un exitoso programa televisivo, conducido por algún animador de moda y que se titule “¿Quién quiere ser candidato?”. Uno hubiera imaginado a la Lista del Pueblo eligiendo a su candidato en una primaria o, por último, en una votación por redes sociales. Pero se estableció un mecanismo de competencia, algo que ni el más neoliberal de los partidos políticos hubiera imaginado.

Y es que la Lista del Pueblo es un antipartido; es el primer partido sin color, pues los colores no se admiten allí como ideología y la política cede paso a la administración de las necesidades sociales y del permanente referéndum asambleístico. Cada vez que se entrevista a un vocero de este grupo, se menciona a los partidos políticos o la “partidocracia” como sinónimo de algo de lo que ellos quieren apartarse, aun cuando esto signifique saltarse los mecanismos de control que tanto ha costado exigir a quienes inscriben y mantienen un partido político: transparencia y probidad. De hecho, en algunos comunicados de LdP se habla de orgánicas, mecanismos de selección de candidatos y la existencia de un Tricel, lo que devela un funcionamiento propio de partido político, aun cuando la actual Constitución prohíbe la existencia de partidos políticos encubiertos (la devolución de votos pudiera llegar a ser un suculento negocio para empresas dedicadas a las campañas políticas). Pero este grupo, cual secta religiosa, prefiere mantener sus propios mandamientos morales para organizar sus dinámicas y hasta han dado cuenta de una especie de tribunal supremo que ya ha expulsado a algunos socios. De hecho, el desfile de cartas, comunicados y entrevistas con los que LdP ha ventilado sus asuntos internos, propios de un partido político tradicional, les pudiera significar algún tipo de investigación de parte del Servicio Electoral.

La expresión “te has pasado tres pueblos” se usa para referirse a alguien exagerado, que se pasa mucho con alguien o con algo y, en el caso de la Lista del Pueblo, viene de cajón. La organización territorial y ciudadana que este movimiento logró generar para la elección de constituyentes otorgó, junto a los escaños reservados de los pueblos originarios y la paridad de género, legitimidad y densidad cultural al proceso constituyente. La inteligencia y audacia para crear una plataforma electoral extraordinaria, en un proceso extraordinario, fue reconocida por una parte significativa del pueblo y es así como 27 constituyentes, todos independientes y de diversos territorios, lograron acceder a redactar la Constitución gracias a este diseño de la LdP. Pero de ahí en adelante, y con la pretensión de disputar el poder político en todas sus instancias –mantenerse con una estructura de partido sin querer legalizarse como tal–, es un error estratégico y simbólico que, de seguro, terminará socavando el prestigio logrado hasta ahora por este movimiento. Es más: una organización política que aspire a disputar cupos políticos de manera encubierta, y sin controles institucionales de transparencia, se arriesga (más que los partidos tradicionales) a ser infiltrada por individuos o grupos organizados que pudieran provenir del narcotráfico, corporaciones privadas, gobiernos externos y fuerzas de seguridad e inteligencia.

Mientras todo esto pasa (y tal como lo decía Hegel), el pueblo sigue allá afuera sus vidas con esa manera inorgánica de hacer saber lo que quiere y lo que piensa. La verdad es que hoy en día “pueblo” es un término neutro, como tantos otros vocablos del léxico político. Todo es un asunto de contexto.

Cristián Zúñiga
Profesor de Estado. Vive en Valparaíso.