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La desigualdad y la técnica

Por: Diego Vargas | Publicado: 06.09.2021
La desigualdad y la técnica |
Si no ponemos más atención y solidaridad, corremos el riesgo de un rechazo completo en el mundo subdesarrollado hacia los avances científicos, puesto que estos se ven como un método de dominación o una nueva forma de colonización con la que el Primer Mundo actúa. En momentos en que algunos países nos enorgullecemos de estar implementando una tercera dosis, en el Tercer Mundo se preguntan si vale la pena la globalización.

Los nuevos conocimientos, ya sean de índole científico o tecnológico, usualmente generan desigualdades sociales críticas. No es sorprendente que esto sea así; los primeros que arriban al nuevo conocimiento generan una ventaja que difícilmente otros agentes pueden después aprovechar de la igual manera. Suele ser cierto que a mediano plazo la innovación termina en un beneficio colectivo, con todo, los primeros ya llevan tal ventaja que la masificación del uso de las nuevas tecnologías no supone un cierre de la brecha.

Esta dimensión de la ciencia supone un desafío a nuestras sociedades basadas fuertemente en la confianza hacia la técnica, en buena medida lo que mantiene el ideal del progreso es la adquisición de nuevas tecnologías que superen los problemas que hoy nos aquejan. Pero la inequidad en el acceso termina en una deslegitimación, así como en una frecuente desconfianza hacia la técnica.

A nivel global veremos una divergencia entre dos mundos; los países que vacunan a altas tasas y los que apenas acceden a estos fármacos. Mientras la Unión Europea ya superó el 60% de personas con al menos una dosis, el continente africano apenas lleva el 4% y, mirando con detalle, Nigeria lleva 1,2% mientras que Portugal un 78%. Si no ponemos más atención y solidaridad, corremos el riesgo de un rechazo completo en el mundo subdesarrollado hacia los avances científicos, puesto que estos se ven como un método de dominación o una nueva forma de colonización con la que el Primer Mundo actúa. En momentos en que algunos países nos enorgullecemos de estar implementando una tercera dosis, en el Tercer Mundo se preguntan si vale la pena la globalización.

En cuanto a lo nacional, veíamos hace pocos días cómo el Ministerio de Ciencias y la Corfo se enorgullecían de mostrar uno de los éxitos de su programa: un robot de una Star-Up chilena “que gracias a la inteligencia artificial permite digitalizar el stock y precios de productos en grandes tiendas, optimizando tiempo y recursos”. ¿No se preguntaron en el ministerio si los chilenos estarán felices de ver sus impuestos gastados en productos para el beneficio propio del gran retail? Y el avance de la automatización, ¿no es una preocupación para los ciudadanos? ¿No será esta optimización de “tiempo y recursos” una excusa para despedir trabajadores humanos? Es allí donde se juega su legitimidad la técnica, en ofrecer soluciones a los problemas de las personas y no en sumar otras nuevas ni tampoco en ver cómo se benefician los que ya están arriba. Ya sabemos que la industria nos moverá fuertemente hacia la automatización; quizá lo que nos interesa a los ciudadanos es ayuda para enfrentarlo y no para acelerarlo.

No es esto un alegato contra una valiosa Star-Up ni contra la automatización misma, como tampoco lo es contra los programas nacionales de vacunación: es contra la manera en que estamos dejando que la ciencia y tecnología se muestre y llegué a los ciudadanos de Chile y el mundo. Si seguimos usando la inteligencia y conocimiento que generamos en que los bancos hagan sus modelos matemáticos de inversión un microsegundo más rápido en vez de usarla en optimizar la red transporte o sobre cómo distribuir eficientemente las escasas vacunas, estaremos creciendo económicamente pero no generando valor. Crear una economía basada en el conocimiento sin un correlato que nos haga a todas y todos parte íntegra de esta es un camino peligroso que terminará por generar tarde o temprano más rechazo que aprobación. Y, en época de elecciones, donde escuchamos de lado y lado que caminaremos hacia un nuevo modelo de desarrollo más inteligente, es importante poner énfasis en no generar tensiones irreparables y a su vez de qué manera actuaremos en el concierto mundial de la tecnología. Para esto necesitaremos programas de ciencia, investigación y desarrollo que se hagan cargo de las mismas desigualdades que la tecnología desarrollará y no sólo que apunten a la creación de riqueza; programas con una conexión real entre ciudadanía y expertos acorde al siglo XXI.

Diego Vargas
Físico.