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Opinión

Tiempo líquido en la incertidumbre política actual

Por: Jonathan Muñoz Hidalgo | Publicado: 10.09.2021
Tiempo líquido en la incertidumbre política actual La persistencia de la memoria | Pintura de Salvador Dalí
Así, en tiempos en que los problemas privados rara vez llegan a condensar de forma sólida en causas colectivas, cualquier colectividad, valga la redundancia, habita la incertidumbre permanente de desvanecerse o fraccionarse en lo mismo que repudia. En ese sentido, en el mundo de hoy, sin tierra sólida visible, se navega a la deriva y se arriesga corta vida a la existencia de cualquier asociación. Lo que hemos visto en el mundo político de las últimas semanas constituye muestra de lo anterior en muchas formas.

La sociedad o modernidad líquida corresponde a la definición que Zigmunt Bauman creara para caracterizar el actual momento histórico, en el que todo parece efímero, inestable, cambiante y siempre con una fecha pronta de caducidad. Es el mundo dominado por la fragilidad de los vínculos humanos y donde las relaciones sociales sólo ocurren en la medida que reportan beneficio, donde creemos que cada uno es capaz de definir su propio paso para determinar sus propias decisiones y formas de vida y en donde habitamos la angustia ambivalente del querer vivir juntos y separados a la vez.

Así, en tiempos en que los problemas privados rara vez llegan a condensar de forma sólida en causas colectivas, cualquier colectividad, valga la redundancia, habita la incertidumbre permanente de desvanecerse o fraccionarse en lo mismo que repudia. En ese sentido, en el mundo de hoy, sin tierra sólida visible, se navega a la deriva y se arriesga corta vida a la existencia de cualquier asociación. Lo que hemos visto en el mundo político de las últimas semanas constituye muestra de lo anterior en muchas formas.

Cuando Yasna pretendía apuntar su candidatura a contrarreloj, esperando con inteligencia y destreza, mientras terminaba de configurarse el mapa político, y ser la articuladora aglutinante de diversos sectores tradicionales de la centroizquierda, prontamente su figura se aligeró, siendo superada por lo premonitorio que sería la baja participación electoral que mostraron sus propias colectividades. Como signo de que en un mundo líquido todo se agota rápidamente, su figura no logró contener la fuerza de la expectativa con que se pretendió anunciar. Es la misma liquidez que afectó a Jadue, en una presentación poco cauta y dúctil, sin advertir el acecho de una sociedad mediática con sectores hambrientos de espectáculo tergiversador.

En este mundo donde ya no es posible gobernar sin comprender ideas como “bien público” o “sociedad justa”, la derecha concentra y nutre en sí misma el germen de su derrota, resistiendo frente al declive de las viejas estructuras, que ya no son capaces de sostener el mundo complejo y profundamente mutable que habitamos todos, pero que, sin embargo, se encuentra lo bastante abierto en su proceso de edificación de futuro, arriesgando, por supuesto, su captura bajo corrientes reaccionarias.

Todo se agota, incluso las repercusiones que trae el engaño. Bien lo saben quienes han construido brillantes y extensas carreras políticas barriendo siempre a prisa, para esconder sus mentiras y maquinaciones, cuya aversión a la autolimitación y mala política, como resultado de ello, se ha pagado con el alto precio que, por años, ha significado sufrimiento humano para muchos chilenos.

En este mundo líquido, carente de certidumbres y confianzas, a veces se vive en la suspicacia o sospecha mutua, cuestión que separa a las personas, de forma que lo que se agrupa muy pronto tiende a dividirse. De ese modo es que vemos quebrarse al Partido de la Gente en acusaciones cruzadas de irregularidades y fraudes, tan pronto como pudo ser conocido. Con la misma liquidez con que Parisi-Lorenzini parecían renegociar a diario su condición de “socios” del PDG, surgían acusaciones de “mafias” que hacían uso de verdaderas prácticas “dictatoriales” al interior del partido, confirmando que el objetivo de la política actual continúa siendo, sin más, el poder y la suma de individuos más que el todo.

En este contexto de fluida liquidez, donde el individuo se encuentra liberado de la dependencia que implica un proyecto común que además difícilmente sigue pautas estables, la Lista del Pueblo se disgrega y fragmenta en renuncias y bajas, que podrían dar cuenta de una posible carencia de identificación o vínculos sólidos que logren anclar sus elementos bajo mismas definiciones. Quizá el problema de la Lista del Pueblo fue electoralizarse de forma tan precipitada, arriesgando transformarse en lo que precisamente se combatía, y sustituyendo de esta manera el camino de la acción constituyente ciudadana en la calle, que le abría el paso como sujeto histórico armado de soberanía popular. Quizá operó el miedo que impone este acelerado mundo moderno que amenaza a tan sólo mañana dejar de ser o existir. Sólo queda esperar que su contenido idealista no pueda vaciarse ahora, en mera marca registrada, transmutando el fin de hallar seguridades y certidumbres sociales en la búsqueda de dar protección a una imagen o representación gráfica del concepto.

Así son estos momentos: todo cambia y se transforma. Lo que es hoy mañana puede no serlo. El peor miedo de la sociedad líquida es que, en múltiples ocasiones, el mundo político y sus programas se vacían, y las confianzas y solidaridades tienden a extinguirse, y de pronto solitariamente nos despertamos tan solos como antes y más vulnerables y desorientados que el día anterior. Por lo demás, ahí, en esos rincones, siempre yace el peligro.

Jonathan Muñoz Hidalgo
Profesor de Historia y sociólogo. Director del área investigación social de COARTCULRaíz del Biobío.