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Opinión

La batalla cultural de Chile

Por: María Angélica Rojas y José Ignacio Fernández | Publicado: 29.09.2021
La batalla cultural de Chile La Batalla de Chile |
La no transmisión de «La batalla de Chile» durante décadas en nuestro país no es más que la expresión de la violencia simbólica de los dueños del capital, para quienes la sola circulación en un medio de comunicación masivo pone en peligro todo el andamiaje de olvido de sus propios crímenes que han intentado ocultar durante años. Este ocultamiento ha formado parte de una verdadera política del olvido que se ha expresado en el campo cultural, pasando también en el pasado por libros y bibliotecas, y que se ha ido resquebrajando con el paso del tiempo y la presión social.

Pierre Bourdieu planteaba, en su libro Sobre la televisión, que esta se convierte en el árbitro del acceso a la existencia social y política. Luego de la última conmemoración del golpe de Estado de 1973, la exhibición por parte del canal privado La Red del documental La batalla de Chile: la lucha de un pueblo sin armas (de Patricio Guzmán) ha generado un intenso debate y un nuevo capítulo en las disputas por la memoria de nuestro pasado reciente.

Ciertamente la televisión sigue siendo uno de los medios de comunicación más preponderantes en nuestra sociedad. Es por ello que la circulación o no de discursos, historias e información en ella es relevante. Porque también, volviendo a Pierre Bourdieu, es la expresión en el orden de lo simbólico de quienes poseen o no los medios de producción, de quienes son los poseedores del capital, y que a final de cuentas son quienes tienen el poder de decidir que vemos o no en esos medios, y qué discursos ellos quieren que tengan existencia política y social. La no transmisión de La batalla de Chile durante décadas en nuestro país no es más que la expresión de la violencia simbólica de los dueños del capital, para quienes la sola circulación en un medio de comunicación masivo pone en peligro todo el andamiaje de olvido de sus propios crímenes que han intentado ocultar durante años. Este ocultamiento ha formado parte de una verdadera política del olvido que se ha expresado en el campo cultural, pasando también en el pasado por libros y bibliotecas, y que se ha ido resquebrajando con el paso del tiempo y la presión social.

Volviendo en lo que respecta a la emisión del laureado documental, la principal institución depositaria de las críticas ha sido TVN, canal público encargado de llevar los contenidos relevantes para el país a sus plataformas, habiendo quedado fuera estos contenidos.

TVN en su defensa afirma que «han sido quienes más documentales nacionales han emitido», pero cabe cuestionar: ¿lo mostrado se queda en el compromiso de la estadística o representa el real interés nacional? ¿Cuál es el sentido de la TV pública entonces, si ante el conflicto reciente más profundo y sangriento ocurrido en Chile se prefiere omitir y dar lugar programático a un atentado ocurrido en otro país, invisibilizando a las víctimas del propio? Lo cierto es que TVN finalmente no ha hecho más que expresar en sus contenidos los pactos transicionales que la revuelta del 18 de octubre comenzó a resquebrajar, y que han negado la posibilidad de que como sociedad podamos realizar un ejercicio de reparación histórica y de memoria colectiva posibilitado por la pieza audiovisual ocultada durante muchos años.

Fueron 17 años de dictadura, de los cuales Naomi Klein define que existió una política de shock, donde el espacio público cultural fue perseguido y traumatizado hasta por gustos musicales o literarios, persiguiendo el «cáncer marxista» del cual les hablaron intereses económicos y políticos foráneos a grupos que accionaron contra sus propios compatriotas.

Fueron largos años en que La batalla de Chile se veía en VHS pirateados, copias de copias, con sonido deficiente o partes cortadas, y sólo años después, es subida a plataformas virtuales. No debemos olvidar que aún hay lugares en Chile donde el acceso a internet es deficiente y es difícil mantener una buena conexión durante las tres horas que puede durar un documental, y es sólo cosa de mirar lo que sucede con las clases virtuales a modo de ejemplo. Con todo, al final de cuentas, aún daba la sensación de estar haciendo algo prohibido al verla.

Luego de la exhibición, la memoria vuelve a brotar. Y aquí viene una segunda censura, la económica: La Red informa que le han quitado publicidad por emitir un contenido, lo que pareciera buscar una censura editorial por presión económica. Los dueños del capital, los mismos que en La batalla de Chile se muestran boicoteando y buscaron condenar al hambre a todo un país para asfixiar al gobierno popular organizado, representados irónicamente por una empresa alimentaria, buscan presionar mediante el mismo procedimiento de antaño, para que este «lapsus» de memoria en los medios de comunicación no se vuelva a repetir, manteniendo el status quo.

Algunas voces señalan que el canal privado finalmente pudo haber realizado este gesto más bien impulsado por el criterio empresarial de identificar un nicho vacío, y pueden tener razón. Pero ese nicho vacío es el abandono del rol de la TV estatal para con la memoria nacional. La batalla de Chile no fue exhibida por décadas, ese es un hecho de la causa. Su exhibición en televisión abierta fue un acto de justicia con la historia reciente, la memoria histórica y patrimonio del país. La gente, las redes sociales y el mismo rating demostraron que en los chilenos si está la voluntad de recordar.

María Angélica Rojas y José Ignacio Fernández
Autores de los libros "El golpe al libro y a las bibliotecas de la Universidad de Chile" y "Entre libros y archivos quemados: las bibliotecarias rebeldes contra la dictadura".