Fin del postnatal de emergencia: ¿no venían los niños primero?

Quienes somos gestantes y también madres, entendemos el esfuerzo que han significado las labores de crianza y cuidados durante este largo periodo de pandemia. Un arduo trabajo que, a pesar de no ser reconocido por el Estado, las mujeres hemos llevado incluso en momentos tan crudos como los de encierro obligatorio. Como mujer feminista celebré el avance de la despenalización del aborto en la Cámara. Y como embarazada de 35 semanas, y defensora de la maternidad deseada, también aplaudí la aprobación de la extensión del postnatal como un avance en los derechos maternales, para protegernos cuando todavía las vacunas no pueden proteger a las y los más pequeños a nuestro cargo.

Sin embargo, hoy angustia saber del abrupto término del postnatal de emergencia y las graves consecuencias que ello acarrea para las mujeres, producto de la negativa del gobierno a extenderlo durante el actual periodo de alerta sanitaria. Tanto la nueva ley de Crianza Protegida como la de Teletrabajo para Embarazadas, que se hicieron para amortiguar las consecuencias de gestar, parir y criar en pandemia, tienen letra chica. Vemos con desencanto la traición al espíritu del proyecto de ley de la diputada Gael Yeomans y cómo estos beneficios quedaron sujetos al Estado de Catástrofe que ya terminó. Con ello finaliza el postnatal para muchas madres que desde ahora deberán escoger entre sus trabajos y el cuidado de sus hijas e hijos de apenas unos meses de edad.

A quienes estamos esperando el parto, nos obligan a volver al trabajo presencial en plena alerta sanitaria y con el peligro de alzas en el contagio diario de Covid-19. Aquellas madres en su postnatal regular de seis meses, ya no tendrán derecho a optar a la extensión de 90 días. Sólo las personas que alcanzaron a aplicar al postnatal de emergencia podrán mantener ese derecho y únicamente si lograron renovarlo ayer antes del vencimiento del plazo. A las que no supieron a tiempo del dictamen de Contraloría que dio aviso de esto, o no pudieron realizar el trámite con antelación, simplemente se les arrebató el derecho a criar con seguridad en tiempos de incertidumbre.

¿No venían los niños primero?, nos preguntamos con indignación, pero también con desesperanza. ¿Cómo es posible que los y las bebés con más de 6 meses estén mejor protegidas por el Estado que aquellas más pequeñas? La protección de los derechos de niñas y niños no puede descansar en políticas públicas con mal diseño ni en titulares de la prensa celebrando la aprobación de una norma que hoy es letra muerta para muchas.

Queda volver a confiar en la fuerza de nuestras representantes mujeres en el Congreso, y a su trabajo codo a codo con las organizaciones sociales que han impulsado este tema, que nuevamente tendrán que hacer frente a un gobierno que no fue capaz de prevenir esta torpe negligencia que está afectando a miles de chilenas y chilenos. Y también acompañarlas incansablemente en la vigilia de nuestros derechos, para que disputemos con nuestras historias y cuerpos ese gran anhelo de un Congreso feminista que vele por los derechos de quienes hoy estamos llevando en nuestros hombros el peso de un país que no reconoce el trabajo de cuidados y nos deja desprotegidas en momentos de crisis. Vamos por un congreso feminista para un nuevo Chile.