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Opinión

Ser mujer chilena en la revuelta de octubre 2019

Por: Camila Vallejo | Publicado: 18.10.2021
Ser mujer chilena en la revuelta de octubre 2019 escolares estallido |
Hay una imagen icónica en los días previos al 18 de octubre que da cuenta de esto: una joven estudiante arriba de un torniquete, liderando el salto en el Metro de Santiago que prendió la mecha ante el alza de $30 en el pasaje. Ella, junto a tantas otras herederas de los movimientos de 2006 y 2011, fueron las heroínas sin capa que permitieron el despertar popular que derivó en el proceso constituyente que, esperamos, fisure y acabe definitivamente con las bases del modelo neoliberal que nos rige desde la dictadura.

Decir que el lenguaje crea realidad ya es casi un cliché, pero vuelvo una vez más a esta idea porque me parece precisa para resignificar lo que han sido los sucesos del 18 de octubre de 2019, incluyendo lo que ocurrió antes y lo que ocurrió después de esta fecha que la historiografía chilena marcará como el fin de una era y el comienzo de otra.

A mi modo de ver, lo ocurrido el 18-O, contrario a como se denomina frecuentemente, no es un “estallido social”. El levantamiento popular que se inició ese día no fue una explosión por combustión espontánea, como pareciera querer decir la palabra “estallido”, sino el resultado de una larga acumulación de lucha y organización ante un status quo que se alargó por 30 años.

En esta línea, el concepto “revuelta” me parece el más apropiado para esta fecha que hoy ha devenido en efeméride. Una efeméride que implicó el cuestionamiento total a un modelo discriminador, opresor e injusto, que no nace de la nada, sino que producto de otras pequeñas revueltas que la antecedieron: el mochilazo de 2001, las movilizaciones contra el CAE de 2005, la Revolución Pingüina de 2006, el movimiento estudiantil de 2011, las marchas No+AFP de 2016 y -no menos importante- el mayo feminista de 2018.

Hago el énfasis en el mayo feminista porque es paradigmático que la última estación previa al 18-O, tras un largo historial de luchas -incluidas las medioambientales y las del mundo sindical-, haya sido el movimiento que denunció la violencia y el abuso patriarcal que hasta hace muy poco había estado invisibilizado a nivel masivo.

Esta pequeña revuelta de 2018, nacida en las universidades y a partir de movimientos internacionales como #NiUnaMenos y #MeToo, tiene una línea que en Chile se traza desde las reivindicaciones de Elena Caffarena y Julieta Kirkwood en el siglo XX: que no hay superación del neoliberalismo sin una perspectiva feminista y que la verdadera revolución no es sólo es en la calle, también lo es en la casa y en la cama.

Estas ideas, que buscan derrotar el tóxico maridaje entre capitalismo y patriarcado, fue y sigue siendo un combustible vital en la revuelta social y en el proceso constituyente que le prosiguió. No es sólo que sin las mujeres la lucha vaya por la mitad, sino que, en vista de los hechos, sin el rol de las mujeres, la revuelta contra este modelo de abuso y desigualdad no hubiese sido posible.

Hay una imagen icónica en los días previos al 18 de octubre que da cuenta de esto: una joven estudiante arriba de un torniquete, liderando el salto en el Metro de Santiago que prendió la mecha ante el alza de $30 en el pasaje. Ella, junto a tantas otras herederas de los movimientos de 2006 y 2011, fueron las heroínas sin capa que permitieron el despertar popular que derivó en el proceso constituyente que, esperamos, fisure y acabe definitivamente con las bases del modelo neoliberal que nos rige desde la dictadura.

En los días más álgidos de la revuelta, fueron miles las mujeres que salieron a las calles y se enfrentaron a la violencia y represión policial durante las jornadas de protesta: desde las lesiones oculares hasta las agresiones sexuales cometidas por agentes del Estado.

De acuerdo al Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH), al menos 476 víctimas han denunciado violencia sexual ejercida por carabineros y militares. En los testimonios, se cuentan brutales escenas de desnudamiento forzado (algunas obligadas a pasar la noche sin ropa dentro de un calabozo), tocaciones e incluso violaciones. Todas ellas sufrieron la violencia patriarcal de unas Fuerzas Armadas que, sin ningún enfoque de DDHH ni menos de género, actuaron con alevosía contra mujeres que se alzaron ante las injusticias.

Conscientes de la opresión que vivimos en todos los espacios de la vida pública y privada, cuando empezaron a sentarse las bases del proceso constituyente, exigimos que la Convención debía ser irremediablemente paritaria, lo cual conseguimos gracias al empuje de muchas compañeras. Finalmente, el proyecto de ley que aprobamos en el Congreso aseguró un hito sin precedentes en el mundo: que nuestro órgano constituyente sea el primero en la historia conformado de manera igualitaria por hombres y mujeres.

Y así como en la Convención Constitucional logramos subsanar algo de la histórica subrepresentación -por no decir invisibilización- que hemos tenido en espacios institucionales, el hecho de que el mismo órgano haya elegido de presidenta a Elisa Loncon Antileo, una mujer mapuche con una historia de vida de lucha y sacrificio, es un ejemplo más de que la revuelta de octubre no sólo es de eminente caracter feminista, sino también decolonial e interseccional.

Sin embargo, aún queda mucho por hacer y avanzar. No basta con la paridad institucional, en esta o en cualquier otra institución del Estado, debemos apuntar a seguir en el camino de un cambio de modelo, que termine con la dominación de género como instrumento para mantener los procesos de acumulación, de producción de riquezas y el valor del trabajo doméstico y de cuidados, que hoy no es remunerado y que continúa manteniendo a las mujeres bajo una situación de injusticia y desigualdad.

Hoy se cumple el segundo aniversario del 18-O y me parece muy importante relevar lo que implica ser mujer chilena en la revuelta de octubre. Somos miles, millones, las que contribuimos y seguimos contribuyendo para transformar este país, somos mujeres que seguimos exigiendo libertad a las y los presos políticos y que seguimos empujando para que la democracia en la calle, en la casa y la cama sea una realidad y no sólo un slogan.

Somos mujeres que, cuando la historia cuente nuestro papel, dirá que fuimos las actrices principales que lideramos el proceso de transformación que dio paso al nuevo Chile, ese Chile que se comenzó a forjar el 18 de octubre de 2019, el día que comenzó la revuelta social.

Nunca más sin nosotras. La revolución será feminista o no será.

Camila Vallejo