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Opinión

¡Haremos la ronda infinita!

Por: Maximiliano Salinas | Publicado: 05.11.2021
¡Haremos la ronda infinita! Fiesta de la élite del siglo XIX |
¿Qué ocurre esta vez con el tiempo de la élite? Hoy se muestra extremadamente crítico a nivel mundial, especialmente por la responsabilidad histórica en los trastornos ecológicos y climáticos. En el país flaquean las figuras y los espacios de sus hombres públicos. Sumando desaciertos, el Presidente de la República aparece envuelto en escándalos vinculados a atentados medioambientales. Los candidatos a sucederlo de su sector se disputan las preferencias de un electorado revuelto, sin atender a las perspectivas álgidas y globales de la Tierra. Sus puntales simbólicos tampoco son sólidos. Como el catolicismo de élite, antigua fortaleza espiritual, ha perdido peso político y religioso, el conservadurismo enfrenta desafíos inciertos. En general, los intelectuales de la élite no se han destacado por su especial comprensión de los contextos locales. Como dijo una vez Carla Cordua, en Chile existe una “burguesía ignorante en serio, una burguesía sólidamente ignorante”.

¡Haremos la ronda infinita! / ¡La iremos al bosque a trenzar,  / la haremos al pie de los montes  / y en todas las playas del mar!

[Gabriela Mistral, ¿En dónde tejemos la ronda?]

En Chile el tiempo de la élite ha sido un propósito curiosamente precario, incierto: un tiempo burgués y de varones. Aníbal Pinto, entonces aún futuro Presidente de la República, se lamentaba con su amigo Miguel Luis Amunátegui en 1868: “Siempre le asistirá a usted, como a todo el que ama a Chile con desinterés, alguna desconfianza, alguna inquietud por el porvenir. Siempre sucederá que vivimos molestados por la convicción de que en Chile el orden y el progreso no son hechos normales, sino un accidente, que una combinación muy posible de circunstancias puede destruir” (Carta desde Concepción, 10 de mayo de 1868). La inmensa mayoría de la población, los pueblos indígenas, mestizos y mujeres, vivían otro tiempo, ajeno a las pulsiones de los ingleses de Sudamérica. Probablemente la Guerra del Pacífico, donde peruanos y bolivianos pasaron a ser enemigos de la nación, contribuyó a perfilar el tiempo masculino y capitalista. Isidoro Errázuriz escribió en 1881: “[Esta] guerra en apariencia tan llena de peligros ha sido para Chile una salvación, ha sido un negocio […]. La guerra lo ha cambiado todo: ha venido a ofrecer un inmenso campo al espíritu emprendedor de nuestros conciudadanos” (L. Ortega, Chile en ruta al capitalismo, 2005).

La burguesía exitosa a fines del siglo XIX fue exaltada por su espíritu sajón apartado resueltamente de la cultura española. En 1899 Jorge Huneeus hizo este elogio de Enrique Mac Iver, el tenaz enemigo de Balmaceda: “Mac Iver representa entre nosotros la superioridad sajona en su lucha constante contra el carácter turbulento y poco práctico, destructor y censurador de todo sin construir nada, que hemos heredado de la raza española” (E. Mac Iver, Discursos políticos y parlamentarios 1868-1898). Intentando dejar atrás las supuestas herencias perjudiciales de indígenas, africanos y españoles, el tiempo burgués del siglo XX pasó a ser a toda costa la utopía exaltada de los winners de 1973. A las puertas del Bicentenario las palabras entusiastas de Isaac Hites: “Antes Chile era un país pobre, hoy Chile es un país rico, hay muchas oportunidades para la gente […]. Mis hijos viven en casas maravillosas, en verdaderos palacetes” (El Mercurio, 12 de diciembre de 2009).

¿Qué ocurre esta vez con el tiempo de la élite? Hoy se muestra extremadamente crítico a nivel mundial, especialmente por la responsabilidad histórica en los trastornos ecológicos y climáticos. En el país flaquean las figuras y los espacios de sus hombres públicos. Sumando desaciertos, el Presidente de la República aparece envuelto en escándalos vinculados a atentados medioambientales. Los candidatos a sucederlo de su sector se disputan las preferencias de un electorado revuelto, sin atender a las perspectivas álgidas y globales de la Tierra. Sus puntales simbólicos tampoco son sólidos. Como el catolicismo de élite, antigua fortaleza espiritual, ha perdido peso político y religioso, el conservadurismo enfrenta desafíos inciertos. En general, los intelectuales de la élite no se han destacado por su especial comprensión de los contextos locales. Como dijo una vez Carla Cordua, en Chile existe una “burguesía ignorante en serio, una burguesía sólidamente ignorante” (The Clinic, 5 de agosto de 2010).

Venida de un tiempo y un espacio indígena y mestizo, Gabriela Mistral intuyó y lo manifestó: el mundo de la élite separa y excluye. Abusa de nuestra tierra y empobrece nuestro lenguaje. Ahoga el discurso dialógico, amoroso: descasta (como lo definió Sonia Montecino). El autor de El sentimiento de lo humano en América, el filósofo chileno Félix Schwartzmann, expresó al recibir el Premio Nacional de Humanidades en 1993: “Estamos viviendo de la devastación de nuestra naturaleza viviente […]. Lo que ahora acontece es lo que he llamado la muerte del discurso amoroso […]. No existe ninguna fantasía creadora para encontrar nuevas formas de vida, sino burocracia, corrupción y politiquería”. Hoy es el momento de cultivar esas fantasías creadoras. Es la ocasión del necesario advenimiento de un tiempo ancestral, de dignidades invisibles. Donde los pueblos indígenas y mestizos, las mujeres, y, sobre todo, la misma Tierra madre, cobran, recobran un rostro injustamente deformado. ¡Haremos la ronda infinita! En los bosques, en los montes, en el mar. Recobrando una ruralidad invisibilizada. Hay que escuchar un tiempo nuevo y antiguo. Simultáneamente nuevo y antiguo. Como corresponde a una forma otra de vivir y revivir de la historia en Chile. Hallaremos una convivencia que conviene, que se aviene, que proviene de nosotros mismos. De nuestro inconsciente colectivo. La que dispuso la élite fue ¿‘hecha en Chile’? “[Nuestra] edad primitiva -la india- la renegamos; el medioevo español apenas lo conocimos, pues de golpe y porrazo caímos en el bric-à-brac de las democracias fabricadas como los carros Fords o el jabón Palmolive” (“Recado para Eduardo Frei Montalva”, 1940).

Maximiliano Salinas
Escritor e historiador. Académico de la Facultad de Humanidades de la USACH.