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Cuicos patriarcales: Kast y la economía política del miedo

Por: Felipe Figueroa Zimmermann | Publicado: 10.11.2021
Cuicos patriarcales: Kast y la economía política del miedo Kast y Bolsonaro | Twitter
No quiero minimizar el peligro que arriesgan los grupos más vulnerables de la sociedad si Kast sale electo. Especialmente desde mi posición de absoluto privilegio. Kast puede hacer mucho daño. En este sentido, sí que me da miedo Kast. Me da miedo de la misma manera en la que me da miedo alguien borracho manejando un auto. O el miedo que me produce alguien que anda buscando un cuerpo frágil sobre el cual descargar la frustración de su propia impotencia. Kast quiere repartir palos y romper instituciones que protegen a los más vulnerables. Eso es cierto y lamentable. Pero creo que, quienes estamos en posición de hacerlo, debemos buscar maneras de hacerle cortocircuito a la economía política del miedo que quiere reinstaurar Kast.

Uno de los aspectos mas irritantes del asenso político de Kast es la falta de originalidad de todo el proceso. No es difícil ver en Kast una chilensis del «modelo de negocios» de Trump y Bolsonaro. No hay más proyecto que eso. Puede citar a Foucault y la ideología de género y todos otros fantasmas que lo hacen despertar sudoroso en medio de la noche, pero lo que realmente quiere es un mundo en el que pueda seguir siendo poderoso sin haber nunca hecho nada para merecerlo, salvo ser un viejo cuico y patriarcal. Hay que decirlo claramente: Kast es un viejo cuico y patriarcal que busca proteger el poder de sus amigos cuicos y patriarcales

Precisamente porque a Kast y a sus seguidores les molesta tanto el lenguaje enrevesado de las ciencias sociales, uso los términos “cuico” y “patriarcal” en un sentido puramente técnico. Cuico, porque su posición de poder está fundada en su posición privilegiada en la jerarquía social, política y económica. Patriarcal, porque su identidad política está fundada en sostener la posición de poder y autoridad que los hombres “blancos” y ricos han disfrutado en nuestra sociedad desde la colonia.

Tal como Trump y Bolsonaro lo hicieran antes, Kast ha desplegado una estrategia que mezcla una retórica autoritaria y anti-modernista con lo que quiero llamar una economía política del miedo. Un aspecto crucial –y paradójico– de esta dinámica es el rol de la izquierda en el funcionamiento de esta economía política del miedo. Visto fríamente, en el análisis de sus políticas económicas y sociales, el programa de Kast no es más que un retorno a la ortodoxia economicista más recalcitrante. La pregunta es qué rol juega su discurso autoritario, homofóbico y atemorizante.

En un nivel superficial de análisis, es un dispositivo retórico que busca dar legitimidad a un programa diseñado para beneficiar a sus amigos cuicos y patriarcales (de nuevo, en el sentido técnico del término). Pero hay un nivel de análisis más profundo: el miedo que busca producir. Esta es la economía política del miedo: el objetivo es que el miedo se produzca y distribuya desde «arriba hacia abajo». Los procesos de cambio que cuestionan y alteran las jerarquías sociales atentan contra esta economía política de miedo. Por ejemplo, el proceso constituyente que se abre después del estallido social puede leerse como una interrupción de los mecanismos de producción y distribución del miedo. Quienes tradicionalmente han sido recipientes del miedo dejan de serlo y se transforman en actores capaces de contribuir a un proyecto de sociedad común e inclusivo.

El asunto es que la interrupción de estos mecanismos de producción y distribución del miedo aterroriza a los viejos cuicos y patriarcales, pues altera el patrón de producción y distribución del miedo en el que se basa su posición de poder. Esto es clave, pues desde esta lógica, el orden social está fundado en el miedo. Por lo mismo, “alguien siempre debe tener miedo”. Parte de lo que atrae a sus votantes es el miedo y la irritación que produce Kast en la izquierda. Restaura el “orden natural” de las cosas, donde el miedo se distribuye de manera tal que el orden se sostiene: Se “acaba la cueca”.

Así, Kast elige el disfraz de cuco pinochetista para restaurar la cadena de producción y distribución del miedo. De paso, aprovecha de suplir sus carencias como politico (por ejemplo, guardar su plata en paraísos fiscales) y legitimar un programa sobreideologizado que no se hace cargo realmente de los problemas de Chile. Obviamente, Kast disfruta el disfraz: le da placer sentir que produce rabia y miedo. Esa rabia y ese miedo le dan realidad y sentido a su proyecto político. También es cierto que la formula ha servido a Bolsonaro y Trump.

Por lo mismo, no quiero minimizar el peligro que arriesgan los grupos más vulnerables de la sociedad si Kast sale electo. Especialmente desde mi posición de absoluto privilegio. Kast puede hacer mucho daño. En este sentido, sí que me da miedo Kast. Me da miedo de la misma manera en la que me da miedo alguien borracho manejando un auto. O el miedo que me produce alguien que anda buscando un cuerpo frágil sobre el cual descargar la frustración de su propia impotencia. Kast quiere repartir palos y romper instituciones que protegen a los más vulnerables. Eso es cierto y lamentable. Pero creo que, quienes estamos en posición de hacerlo, debemos buscar maneras de hacerle cortocircuito a la economía política del miedo que quiere reinstaurar Kast.

De momento, veo al menos tres maneras de hacer esto. Primero, debemos seguir hablando y pensando sobre esta economía política de miedo: tratar de entender cómo opera exactamente; qué canales y mecanismos la constituyen y cómo desactivarlos. Kast, el candidato, se acabará eventualmente, pero la economía política del miedo que busca explotar siempre estará, al menos potencialmente, presente. Y habrá cuicos patriarcales dispuestos a explotarla de nuevo. Sobre eso, hay que pensar una política de la esperanza. Es precisamente en aquellos tópicos que Kast busca explotar para producir miedo donde reside la clave para pensar una política de la esperanza.

Segundo, hay que dejar de alimentar su narrativa. Las redes sociales están diseñadas para privilegiar el contenido chocante. Mientras más extrema la emoción producida, más probabilidad de éxito tiene el contenido, más atención es capaz de capturar. Kast quiere chocarnos con su autoritarismo, su homofobia, su apología de la dictadura. Es “clickbait” político. Hay que evitar hacer click. Centrarse en el hecho más relevante: más allá de su retórica bully, el proyecto económico, político y social de Kast está diseñado para beneficiar a los que ya son ricos y poderosos. Todo lo demás es humo.

Al final, es necesario entender que los proyectos de transformación de la sociedad necesariamente generan una reacción en quienes se benefician de la situación actual (en jerga técnica: los cuicos patriarcales). A mayor potencial transformador, mayor será el esfuerzo de producir y distribuir miedo desde “arriba hacia abajo”. La solución, por cierto, no es irse a El Mercurio a tratar de tranquilizar a los cuicos patriarcales. A quienes hay que tranquilizar es a los potenciales recipientes del miedo: los trabajadores, los pobres, los miembros de pueblos originarios, los estudiantes, los viejos, los enfermos, los migrantes, las mujeres, las disidencias sexuales. Es decirles: ustedes tienen un lugar en esta sociedad y necesitamos su ayuda para hacerla cada día un poco mejor. No agachemos el moño, no tengamos miedo.

Felipe Figueroa Zimmermann
Abogado. PhD en Sociología.