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Opinión

Confesiones religiosas de un candidato

Por: Jorge Baeza Correa | Publicado: 08.12.2021
Confesiones religiosas de un candidato Escultura de Mario Irarrázabal en el Desierto de Atacama |
Si se considera el dato de que Boric tiene 35 años, su confesión es muy consistente con resultados de los 25 años de la Encuesta Latinobarómetro. Chile ha venido cambiando en forma sistemática y sostenida en diversos ámbitos y entre ellos en la identidad religiosa. De un 74% de la población en 1975 que se identificaba como católica, se ha bajado a un 51% en 2020 y no por una movilización a otras religiones, sino por un aumento en iguales años, de un 7% a un 35%, de población que se identifica como “sin religión”. Es cierto que la Iglesia católica en Chile está viviendo en los últimos años un fuerte deterioro de su imagen, por el develamiento de numerosos abusos sexuales realizado por sus sacerdotes, pero ello no explica por sí solo esta evolución, que tiene una caída desde un 77% de “mucha” o “algo de confianza” en 1975 a un 31% en el 2020, donde en 2003 la confianza ya había bajado a 53% y en 2011 a un 38%. Lo que habla de un cambio no inmediato, ni coyuntural, sino de algo que afecta a la matriz cultural católico-céntrica que estructuró al país por largo tiempo.

En entrevista con Don Francisco, el candidato a la presidencia Gabriel Boric indicó ser agnóstico. Hace unas décadas atrás habría sido ello seguramente motivo de escándalo o al menos un dato fuera de la norma. Hoy su confesión es parte del ser cultural de Chile. Gabriel Boric, durante la entrevista, explica con sus propias palabras que significa ser agnóstico: “significa que uno no pueda hacer una afirmación categórica respecto a si es verdad o no, yo diría que es una posición un poco más humilde que la militancia anti religiosa”. Antes durante la misma entrevista había señalado: “Yo estoy en una permanente búsqueda espiritual que no he logrado resolver por la vorágine de los tiempos en los que me ha tocado vivir, pero tengo muchas dudas…”.

Si se considera el dato de que Boric tiene 35 años, su confesión es muy consistente con resultados de los 25 años de la Encuesta Latinobarómetro. Chile ha venido cambiando en forma sistemática y sostenida en diversos ámbitos y entre ellos en la identidad religiosa. De un 74% de la población en 1975 que se identificaba como católica, se ha bajado a un 51% en 2020 y no por una movilización a otras religiones, sino por un aumento en iguales años, de un 7% a un 35%, de población que se identifica como “sin religión”. Es cierto que la Iglesia católica en Chile está viviendo en los últimos años un fuerte deterioro de su imagen, por el develamiento de numerosos abusos sexuales realizado por sus sacerdotes, pero ello no explica por sí solo esta evolución, que tiene una caída desde un 77% de “mucha” o “algo de confianza” en 1975 a un 31% en el 2020, donde en 2003 la confianza ya había bajado a 53% y en 2011 a un 38%. Lo que habla de un cambio no inmediato, ni coyuntural, sino de algo que afecta a la matriz cultural católico-céntrica que estructuró al país por largo tiempo.

La última y la penúltima Encuesta Nacional de Juventud en Chile nos entregan, además, otros importantes datos, que concluyen que las y los jóvenes, si bien pueden ser los que están llevando la delantera en estos cambios (los que estarían en “primera línea”, podríamos decir), no lo están haciendo a espalda de sus padres. Los niveles de concordancia entre jóvenes y adultos que arrojan estás encuestas, en temáticas que hace unos pocos años atrás ni siquiera se consultaban, son bastante coincidentes con respecto a la autonomía de los pueblos indígenas, el aborto, la eutanasia, el matrimonio entre parejas del mismo sexo y la legalización de la marihuana.

Si uno va un poco más allá y ve la evolución de los datos de Chile en la Encuesta Mundial de Valores, observa que el país va cambiando a lo largo de las últimas décadas, desde una sociedad tradicional y preocupada mayormente por la subsistencia, a una sociedad abierta de valores más seculares y racionales y de una preocupación mayor por la autoexpresión, el respeto a la diversidad y la protección del medioambiente. Ello ha sido un cambio gradual y de varios años. Los datos en este estudio nos muestran que se ha disminuido el interés por un alto crecimiento económico (de 65% en 1990 a 50% en 2018), como también por una economía estable (de un 56% en 1990 a un 46% en el 2018); mientras que aumentó (de un 18% en 1990 a un 54% en 2018) el porcentaje que considera bueno que se le otorgue al trabajo menos importancia en sus vidas; en este mismo sentido, entre 1990 y 2018, baja de un 75% a un 52% la valoración de la importancia del trabajo y aumenta de un 33% a un 64% la valoración del tiempo libre. Además, se reafirma lo ya antes dicho: se baja de un 51% de valoración de la religión como algo muy importante a un 20%.

Estamos frente a un cambio que ha sido gradual, pero a su vez profundo y que abarca a toda la población. Una confesión de agnosticismo ya no es algo anómalo, ello es el dato sociológico. Por otro lado, buenamente, los motivos de escándalos se han centrado en la actualidad donde realmente corresponde, no en los otros, sino que en sí mismo. Durante mucho tiempo la hegemonía de un paradigma católico-céntrico juzgó a los otros desde sus opciones de fe y normas institucionales y sólo recientemente ha vuelto donde el Evangelio lo había ubicado, en el juicio a sí mismo sobre la coherencia con las opciones y la subordinación de las normas a la primacía de las personas.

Jorge Baeza Correa
Sociólogo. Investigador sobre juventud y religión del Centro de Investigación en Ciencias Sociales y Juventud (CISJU) de la Universidad Católica Silva Henríquez.