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Si votaste Apruebo, importa a quién elijas de Presidente

Por: Gonzalo Núñez Erices | Publicado: 09.12.2021
Si votaste Apruebo, importa a quién elijas de Presidente |
Mi llamado es a apoyar la candidatura de Gabriel Boric. A pesar de cualquier diferencia política que alguien pueda tener con él o con la coalición que lo acompaña, sus compromisos democráticos con los cambios sociales que Chile requiere y exige y, sobre todo, con una nueva Constitución son incuestionables. Su candidatura representa la posibilidad de proteger y apoyar a la Convención Constitucional desde dentro para facilitar su trabajo y que podamos aprobar un nuevo contrato social que entregue a nuestro país acuerdos democráticos, humanos y civilizatorios mínimos. Si bien es cierto que tanto Gabriel Boric como el candidato de extrema derecha son ambos una manifestación telúrica del estallido social, la posibilidad de construir, buscando la paz en lugar del odio, un Chile más digno la encontraremos en la opción uno de la papeleta del próximo 19 de diciembre. Todas y todos juntos, el 80% de Chile, llevemos el “Apruebo” a la Presidencia.

El resultado de la primera vuelta presidencial, como también de las elecciones parlamentarias, son coherentes con el estallido social en octubre del año 2019. Más aún, no sería del todo exagerado plantear que no solamente son coherentes, sino que son una muestra de que sus ondas telúricas siguen desarticulando el Chile de los últimos 30 años.

No podemos plantear lo anterior como una obviedad absoluta ni menos como el clásico “no lo vimos venir”. De hecho, el pronóstico de un triunfo avasallador de Gabriel Boric y, a su vez, de un Parlamento completamente inclinado hacia los partidos políticos del Apruebo del pasado plebiscito constitucional era también una posibilidad perfectamente coherente y esperable. Sin embargo, la política es una actividad humana que no responde al pensamiento lógico y causal; imposible de anticipar ni por los mejores analistas y profesionales de las columnas de opinión. En lógica hay un antiguo e inviolable principio según el cual A y no-A no pueden ser simultáneamente verdaderos; en política, en cambio, aunque igual de antigua, no hay principios inviolables y a menudo sucede que A y no-A pueden ser al mismo tiempo verdaderos. Si el escenario que ocurre después de las elecciones no es el que lógicamente se espera de acuerdo con la imaginería del estallido social, entonces el escenario opuesto no debe ser inmediatamente leído como una posibilidad contradictoria a tal imaginería.

Tanto el triunfo político de la ultraderecha como el del pacto Apruebo Dignidad liderado por Gabriel Boric son ambos una manifestación del quiebre con el antiguo duopolio noventero que ha gobernado a Chile desde la vuelta a la democracia. Por un lado, con la arremetida del Partido Republicano desaparece la coalición de la derecha tradicional cuyo ‘centrismo político’ decanta con extrema naturalidad hacia un neopinochetismo. Por otro, la antigua Concertación termina por relegar su protagonismo político bajo la sombra del Frente Amplio como una nueva fuerza progresista arraigada aún en la bohemia intelectual de las grandes urbes del país. Nada nuevo que los primeros no intenten esconder bajo la alfombra; nada nuevo que los segundos no reconozcan como una falencia en un proyecto político que no llega a las capas más populares.

Si el estallido social es una energía des-institucionalizadora del antiguo orden político en lugar de una propuesta de transformación capturada por una determinada identidad política (ya todos sabemos, me imagino, que el 18-O no es el octubre rojo chileno), entonces los resultados de las recientes elecciones son perfectamente coherentes con aquel. Puede haber un impacto, un shock emocional, un frío que recorra por la espalda, pero una mirada con algo de distancia (mínima que sea) nos puede revelar algo lógicamente difícil de aceptar.

Ahora bien, sin lugar a duda, la Convención Constitucional es el evento del estallido social con la mayor potencia (tanto en su sentido de fuerza como de posibilidad) de transformación histórica: capaz de cerrar el capítulo de la transición chilena y, por consiguiente, de escribir uno nuevo con tinta democrática. Nada llena más de significado, simbolismo ―pero también de una esperanza viva y muy concreta― que el proceso de redacción de la nueva carta constitucional. Un arduo trabajo de todos y todas las convencionales que debemos reconocer, legitimar y proteger, pero, por sobre todo, hacer nuestro como un logro que hemos alcanzado como una sociedad que busca un destino más justo y digno. Incluso, más allá del resultado final del 19 de diciembre, nuestro compromiso, desde nuestras propias realidades y cotidianidades, requiere estar con la convención constitucional.

Si votamos “Apruebo” en el plebiscito constitucional del pasado 25 de octubre de 2020, por la infinidad de legítimas razones que llevamos por años acumulando, entonces resulta ser relevante quién termine asumiendo la Presidencia de Chile y sus reales convicciones con el éxito del proceso constitucional. Esto último puede ser un criterio que considerar para quien aún no tenga clara su inclinación: apoyar a quien muestre un compromiso sincero con reemplazar la Constitución que nos ha regido desde la dictadura hasta la actualidad. Las ideas de extrema derecha que se alimentan en infundir el odio y el temor en la población no desaparecerán incluso aunque Boric gané la elección presidencial. Estas ya se han arraigado profundamente, y en ocasiones irreflexivamente, en el discurso y las conductas cotidianas de una sociedad golpeada por una incertidumbre política, económica y sanitaria. Por esta razón, una nueva Constitución es un proyecto estabilizador a largo plazo que debemos proteger, pues permite tener un marco jurídico y político (con repercusiones culturales) que entregue cortafuegos al populismo y al barbarismo.  

Así las cosas, la opción oficialista que lidera José Antonio Kast está claramente jugada con obstaculizar la Convención. En diversas columnas publicadas en el diario electrónico El Libero, el candidato de la extrema derecha desde siempre ha manifestado su rechazo a una nueva Constitución. Así, por ejemplo, el 17 de diciembre de 2019 escribe lo siguiente: “Iremos construyendo paso a paso la campaña que necesitamos para que gane la opción Rechazo y salvemos al país de la emboscada constitucional a la que ha sido arrastrado” (https://acortar.link/rDQKsm). Un mes ante, el 19 de noviembre de ese mismo año, escribe: “Seguiremos trabajando con más fuerza para participar y elegir constituyentes; y si perdemos de nuevo trabajaremos con más fuerza en el último plebiscito. Puede ser una lucha impopular” (https://acortar.link/ra8jzO). Esto último deja ver que, cualquiera sea el resultado al que llegue la Convención, su postura es trabajar para que el proceso se caiga en el plebiscito de salida del próximo año, pues en último término, tal como sostiene el 28 de abril de 2020, “Ni ayer ni mañana: no habrá nunca una fecha para cambiar la Constitución porque Chile no necesita otra Constitución” (https://acortar.link/uNZF05). El plan de boicotear la Convención sea como sea es todavía más evidente en las palabras de Axel Kaiser, el nuevo “ideólogo” creado y financiado por la ultraderecha y hermano del misógino Johannes Kaiser. El 20 de mayo de 2021, hace pocos meses atrás, Axel Kaiser publica en el Diario Financiero lo siguiente: “La única alternativa que va quedando es que se rechace en el referéndum de salida. Pero para ello la campaña comunicacional para informar y movilizar a la ciudadanía debe comenzar hoy y de manera masiva. La baja participación electoral reciente abre una puerta de esperanza, pues refleja que para la mayoría la Constitución no es una prioridad” (https://acortar.link/girRBL).

La razón por la cual se quiere defender la Constitución de los 80 ante cualquier escenario, hasta el punto de querer boicotear por dentro y por fuera el proceso de una nueva Constitución, es sólo una: mantener el modelo político y económico del país que ha permitido no sólo el enriquecimiento de unos pocos a costa de la miserias de muchas y muchos, sino también la implementación de un modelo ideológico-cultural basado en la competencia y el individualismo capaz de controlar y someter toda forma de pensamiento crítico de resistencia. En José Antonio Kast, aunque en estos momentos intente mostrar un juicio más ponderado al respecto, su postura histórica y estrategia política como posible Presidente de Chile es la del “Rechazo”. Por consiguiente, hacer uso de todas las facultades posibles que tenga a mano en el Estado, en caso de ser electo como Presidente, para desarticular y acabar con la opción de una nueva Constitución.

Por este motivo, mi llamado es a apoyar la candidatura de Gabriel Boric. A pesar de cualquier diferencia política que alguien pueda tener con él o con la coalición que lo acompaña, sus compromisos democráticos con los cambios sociales que Chile requiere y exige y, sobre todo, con una nueva Constitución son incuestionables. A esta altura de cómo está el escenario político ya nadie podría reprocharle a Boric su decisión de firmar, a costa de las críticas desde su propio sector, el acuerdo constitucional en noviembre de 2019. No hay que pensar, como algunos lo hicieron con Jadue, que Boric es él mismo la encarnación ideológica del estallido social y su logro histórico de apertura a una nueva Constitución que pertenece a todas y todos. Más bien, su candidatura representa la posibilidad de proteger y apoyar a la Convención Constitucional desde dentro para facilitar su trabajo y que podamos aprobar un nuevo contrato social que entregue a nuestro país acuerdos democráticos, humanos y civilizatorios mínimos. Si bien es cierto que tanto Gabriel Boric como el candidato de extrema derecha son ambos una manifestación telúrica del estallido social, la posibilidad de construir, buscando la paz en lugar del odio, un Chile más digno la encontraremos en la opción uno de la papeleta del próximo 19 de diciembre. Todas y todos juntos, el 80% de Chile, llevemos el “Apruebo” a la Presidencia.

Gonzalo Núñez Erices
Académico del Departamento de Filosofía de la Universidad Católica del Maule, Talca.