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Opinión

Por un millón de votos

Por: Cristián Zúñiga | Publicado: 26.12.2021
Por un millón de votos |
No cabe duda que la derecha que venga, de aquí en adelante, tendrá que reconocer que ese millón de ciudadanos que salieron a votar por Boric en segunda vuelta lo hicieron motivados por una preferencia cultural donde no caben pechoñerías, machismos, desastres ambientales, violencia animal, atentados a las preferencias sexuales ni empresarios coludidos.

El domingo pasado fuimos testigos de una batalla cultural inédita hasta ahora en Chile. Lo que no se verificó durante los últimos 30 años de aceleración de la modernidad, se consumó hace justo una semana: el Chile diverso obtuvo un millón de votos más que el Chile profundo. El domingo pasado se hizo del poder un proyecto político irreligioso, feminista, defensor de las diversidades identitarias, medioambientalista y cuyo corazón político es la protección social. La izquierda que representa el Frente Amplio logró convocar a una cantidad de votos nunca antes vista en la historia democrática del país. Si en la segunda vuelta presidencial del año 2017 la derecha fue capaz de interpretar mejor el sentido de desasosiego de los chilenos y chilenas, y brindar reconocimiento a todos los sectores desde la amplificación del consumo (algo que pudo más que el paternalismo y la protección prometida por una desgastada y ajada ex Concertación), en esta segunda vuelta del año 2021 fue la defensa de las conquistas culturales de la híper modernidad lo que supo convocar a los chilenos, y especialmente a los más jóvenes, quienes, al parecer, acudieron, más que para votar a favor de la izquierda, para detener a una opción derechista retrograda en lo valórico, liberal en lo económico y cavernaria en lo ideológico.

Revisando los porcentajes de participación y de preferencias en las últimas votaciones en Chile, desde el plebiscito constitucional, pasando por la de constituyentes, gobernadores, primarias, parlamentarias y la primera y segunda vuelta presidencial, uno puede sacar algunas conclusiones sin siquiera haber tenido que cursar posgrados de ciencias políticas. Bastaría con tener la capacidad de indagar en la web del Servel lo que ha sido la participación de voto según rango etario y género en el último tiempo. Entonces, uno podría concluir que, en las votaciones donde se ha disputado culturalmente la vida en colectivo, como en el plebiscito y esta segunda vuelta, los más jóvenes salieron a votar y lo hicieron por la opción que consideraron más consecuente con sus preferencias culturales, es decir, con esa circulación de símbolos e ideas desde la que se han construido en estos últimos 30 años.   

El filósofo alemán Peter Sloterdijk plantea que la principal crisis del humano de Occidente actual tiene que ver con que ha perdido ese antiguo albergue que le daba cobijo institucional cada vez que constataba que la existencia es un sin sentido. El habitante de la híper modernidad ha visto cómo la expansión del capitalismo fue capaz de romper el techo metafísico que, a punta de símbolos, rituales y mentiras, le cubría de aquella misteriosa noche del infinito. Y es que cuando desaparece dios, la familia deja de ser un lazo de sangre y la comunidad se motoriza desde las individualidades (y no de las tradiciones), el hombre y la mujer pasan a experimentar aquello que la Biblia describe como el exilio del Paraíso (lo más probable que esta metáfora haya querido expresar el tiempo de transición de los que transitan por un cambio de época).

Pero, así como hay generaciones que aún viven padeciendo la rotura del techo metafísico, desde la angustia, el desasosiego y la nostalgia de quien llora un tiempo que se fue, existen otras que no soportan la idea de que alguien quiera hacerles retroceder a una organización social donde la política intenta tapar el vacío ontológico y organizar patronalmente los cuidados sociales. La derrota de la derecha, en parte, pasa por ese mal diagnóstico cultural: la aceleración del capitalismo rompió hasta la sotana de Jaime Guzmán. No cabe duda que la derecha que venga, de aquí en adelante, tendrá que reconocer que ese millón de ciudadanos que salieron a votar por Boric en segunda vuelta lo hicieron motivados por una preferencia cultural donde no caben pechoñerías, machismos, desastres ambientales, violencia animal, atentados a las preferencias sexuales ni empresarios coludidos.

El millón de chilenos y chilenas que salieron a votar en segunda vuelta por Boric, mayoritariamente compuestos por jóvenes y mujeres menores de 40 años, parecieran ser los hijos e hijas de un país que hoy se anota, estadísticamente, como el más irreligioso del continente y cuya máxima ideológica parece afirmarse en eslóganes publicitarios del tipo “la libertad es tuya, no dejes que nadie elija por ti”. Puede que para las izquierdas suene algo fuerte, pero este triunfo, más que vestirse de rojo, parece llevar los ropajes de la diversidad propia de una cultura que se ha forjado al ritmo del translúcido viento del híper capitalismo.

Cristián Zúñiga
Profesor de Estado. Vive en Valparaíso.