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Opinión

Y ganó el pueblo de Chile

Por: Camila Musante y Jaime Bravo | Publicado: 02.01.2022
Y ganó el pueblo de Chile Izkia Siches en campaña |
Incluso antes de la nominación de Izkia, el cambio más notorio en la situación política emergió de la propia ciudadanía revertida en pueblo. El sonido de gong de altos decibeles de un resultado que ponía al pinochetismo a las puertas de La Moneda dejó estupefacto a un comando derrotado. Pero donde el estupor se transformó en líneas de acción fue en aquellos que, anónimos, se reconocían como parte de las fuerzas democráticas y progresistas. Autoconvocados por un encuadre que no había sido el propuesto por el comando, definieron el derrotero de autoritarismo o democracia, con su condición contemporánea de feminismo y plurinacionalismo y su carácter antioligárquico en la autodefensa contra el abuso. Es eso que dotó a la campaña de una épica y resiliencia, fundadas en una solidaridad que estuvo presente hasta el último gesto y momento.

Cuando muchos analistas reconstruyen verdades estratégicas y pontifican en tono doctoral sobre lo ineluctable y lo imprescindible, con humildad debemos reconocer que fue el pueblo de Chile quien varió el resultado.

Fue estulto concebir una campaña con cánones tradicionales ante un universo que varió en la propia derecha donde sale Sichel y entra Kast. El intento de hacer una campaña que obviara el contexto de la elección, con escenario de cambio institucional y aislando la elección parlamentaria de la presidencial, fracasó estruendosamente. La población reaccionó al encuadre que los artífices de la campaña le propusieron. En términos parlamentarios, una elección que pudo ser cualquiera luego de la del año 90. Y una elección presidencial que omitió contenidos que rozaran y tocaran a un pueblo cansado, pero que aviva la esperanza que todo puede ser distinto. Al encuadre “yo o el caos” del candidato autoritario, no hubo una respuesta clara que propusiera una interpretación distinta.

Es ese fracaso el que trajo consigo quizá el mejor acierto de la campaña oficial. La incorporación de Izkia Siches al elenco en un rol protagónico que, bajo la denominación de Jefa de Campaña (que no lo fue), se constituyó más bien el segundo rostro de la campaña y pieza clave en el juego comunicacional de espadachines con garrote y mazo que propuso la derecha.

Pero incluso antes de la nominación de Izkia, el cambio más notorio en la situación política emergió de la propia ciudadanía revertida en pueblo. El sonido de gong de altos decibeles de un resultado que ponía al pinochetismo a las puertas de La Moneda dejó estupefacto a un comando derrotado. Pero donde el estupor se transformó en líneas de acción fue en aquellos que, anónimos, se reconocían como parte de las fuerzas democráticas y progresistas. Autoconvocados por un encuadre que no había sido el propuesto por el comando, definieron el derrotero de autoritarismo o democracia, con su condición contemporánea de feminismo y plurinacionalismo y su carácter antioligárquico en la autodefensa contra el abuso. Es eso que dotó a la campaña de una épica y resiliencia, fundadas en una solidaridad que estuvo presente hasta el último gesto y momento. Ese es, a su vez, el fundamento de la respuesta eficaz a la prueba que todo el mundo miraba con atención. La ultraderecha movió las piezas siguiendo un guion que fue generado en el Brexit y elecciones como las de Trump. Que estuvo ejercitándose en Europa y ganó en Brasil con Jair Bolsonaro, admirado por Kast.

La intuición popular reprodujo la táctica de Georgia (Estados Unidos), donde una mujer movilizó al conjunto de la institucionalidad territorial demócrata a un esfuerzo de terreno hasta romper el impacto de los fake news, pasando de la reificación de la “opinión pública” a la comunicación directa, franca y creíble con alguien que te mira, escucha y es capaz de comunicar verazmente. La infantería de la convocatoria de Karol Cariola del millón de puertas se cumplió, si bien no siempre vinculada al comando.

Fueron los sencillos que no esperan un asalto a un cargo de gobierno, sino que saben o intuyen qué es vivir en un régimen autoritario, quienes desplegaron mensajes en sus redes y conversaciones; un ejército productor de memes, que se desplegó en la batalla por la interpretación de la situación, y la ganó.

Siempre hay algo extraño en la imagen de un tinglado, un podio y un orador. Gabriel, el mejor de los candidatos que podíamos tener, logró superar los errores de su propio comando y sobreponerse a situaciones complejas y su imagen solitaria en el podio algo dice, junto a la belleza de sus palabras.  Su templanza acompasó y configuró el encuentro con un pueblo revestido de épica que enfrentó el último ataque, el intento de aplicar la enseñanza de dificultar el acceso de los antagonistas a la oportunidad de votar, viejo recurso de la racista sociedad norteamericana y el Partido Republicano para “garantizar que la democracia elija bien”, enfrentó la resistencia de quienes se sintieron interpelados y no esperaron convocatorias, en la vieja dinámica de “el pueblo ayuda al pueblo”. Que sintió la afrenta como una instigación a hacer valer el derecho y, si existía alguna duda, darle el voto a quien nos reconoce el derecho de ciudadanía. La alta votación en comunas populares, como el alto apoyo a Gabriel, cerraron cualquier duda. Es un gran triunfo del pueblo, con el liderazgo de Iskia y Gabriel. Nadie más puede vestirse de aquello. Habrá que ver si estaremos a la altura del desafío que el compromiso y la confianza del pueblo nos ponen.

Camila Musante y Jaime Bravo
Camila Musante es abogada, diputada electa por el Distrito 14. Jaime Bravo es economista.