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Opinión

Ideología, emociones y el balotaje

Por: Mario Millones | Publicado: 07.01.2022
Ideología, emociones y el balotaje |
Lo que presenciamos en esta disputa es una transición de paradigmas entre el siglo XX y el XXI. La lógica del terror utilizada por Kast es una forma de pensar la política cuyo sentido cobra efecto cuando aparece la idea del enemigo que fuera clave el siglo pasado. Al enemigo se mata, extirpa, aleja, encierra. El campo de concentración se transformó, por ello, en política de Estado. Pero el siglo XXI está mostrando signos de otra forma de enfrentamiento. El diálogo implica reconocimiento y, allí, las emociones emergen diversas y centrales. Es una moral que comprende una lógica de integración de otras variables donde la rivalidad no es exterminio y la experiencia cobra mayor valor que las idealizaciones furtivas.

Comunismo versus Libertad, amenazaba Kast; Esperanza versus Miedo, respondía Boric. Lo interesante de estas expresiones, en cierta medida, es que el primer par de palabras reflejan ideas y el segundo, emociones. Y, si se pudiera hacer una especie de orden jerárquico adicional, se podría señalar que en el primer par las ideas se anteponen a las emociones y en el segundo, las emociones quedan en primer lugar. Esto es: el par ideología/emociones tuvo un orden distinto en la pasada elección presidencial representando una clara confrontación de paradigmas.

En el primer caso, Kast y su equipo jugaron a estas ideas esperando generar la gran emoción que les haría ganar la elección: el miedo. Es decir, la idea está primero y la emoción es su consecuencia. El miedo es paralizante, no mueve, constriñe. Miedo a los cambios y miedo a perder una libertad que también es una idea (en este caso, polisémica, con muchos significados). El problema es que estas ideas tienen una alta interpretabilidad y poco efecto emocional experiencial. Por ejemplo: ¿qué miedo puede tener alguien que hoy no tiene agua en una zona como Petorca? Boric ganó con holgura en esta zona, lo que significa que el miedo a las ideas allí no hizo sentido. En el equipo de Kast, sin duda alguna, creyeron que el miedo a las ideas es democrático. Pero sí ganó en la Araucanía, en donde un conflicto muestra claras muestras de seguir y la experiencia advierte que en cualquier momento podría pasar algo. Allí no ganó el miedo al comunismo, ganó el miedo a la violencia que ya se vive.

En el segundo caso, Boric y su equipo jugaron con la enunciación esperanza. La esperanza es apertura, es expansión. No es una idea en el sentido estricto sino más bien una emoción o sensación que motiva la acción. No evoca espera en vano y tampoco tiene un horizonte prestablecido, aunque sí contiene una idea de su contraparte, de lo que no se espera. La esperanza es, en ese sentido, una posibilidad, una potencia positiva consciente de su contraparte negativa. La esperanza a seguir avanzando hizo que más personas se movilizaran en tanto que fueron más conscientes de la potencia negativa de su contraparte: esto es, el miedo a Kast. No hubo, en ese sentido, que trabajar una idea del miedo, sino que una persona en concreto lo representó, tal cual sucede hoy en la Araucanía. El miedo hoy es experiencia y no idea.

En términos prácticos, lo que presenciamos en esta disputa es una transición de paradigmas entre el siglo XX y el XXI. La lógica del terror utilizada por Kast es una forma de pensar la política cuyo sentido cobra efecto cuando aparece la idea del enemigo que fuera clave el siglo pasado. Al enemigo se mata, extirpa, aleja, encierra. El campo de concentración se transformó, por ello, en política de Estado. Pero el siglo XXI está mostrando signos de otra forma de enfrentamiento. El diálogo implica reconocimiento y, allí, las emociones emergen diversas y centrales. Es una moral que comprende una lógica de integración de otras variables donde la rivalidad no es exterminio y la experiencia cobra mayor valor que las idealizaciones furtivas.

Nos adentramos a un tiempo donde las emociones parecen, entonces, tener mayor centralidad política, aunque ello no avecine el fin de las ideologías. Las emociones también son ideológicas. Emociones e ideologías no son excluyentes entre sí. La diferencia radica en el lugar de cada una en las decisiones. Kast optó por una fórmula conocida donde la idea genera la emoción: miedo al comunismo. Boric, por una emoción como la esperanza que movilice a personas a votar para no retroceder. Kast habló de comunismo y Boric de zonas de sacrificio. Ideas versus emociones. Al menos en Chile, por el momento, el tránsito de paradigma parece señalar un camino que, vuelvo a reiterar, no advierte el fin de las ideologías sino que una transfiguración de las mismas, un reacomodo donde las emociones cobran un mismo valor y centralidad que las ideologías tuvieron para las decisiones políticas del siglo pasado. Hoy las emociones emergen con igual importancia y parece que se acomodan para integrar una nueva política emergente.

Mario Millones
Doctor en Sociología. Académico de la Universidad Autónoma de Chile.